CincoDías EL PAÍS Economía
José Antonio Vega
- La exportación de bienes y servicios supera ya un tercio del PIB y la construcción desciende a mínimos.
- El control de los costes laborales dispara la competitividad.
Belén Trincado / Cinco Días
Los experimentados alpinistas tienen claro que cuando llegan a las cumbres innacesibles para el común de los mortales el dilema vital consiste en “o te aclimatas o te aclimueres”. El mismo al que se enfrentaron millares de empresas españolas cuando la crisis de 2008 paralizó sus ventas y, como si fuere una oportunidad, buscaban desesperadamente una salida de supervivencia. La vía de escape para buena parte de ellas fue la ventana comercial en el exterior, dado que la demanda interna se había agotado y las constantes vitales estaban bajo mínimos para una temporada larga por el descomunal endeudamiento de familias, empresas y administraciones. La dependencia de España durante unos años en los que todo eran vino y rosas se quebró y había que echar mano de otros salvavidas. Las empresas españolas, sobre todo las de pequeño tamaño, tuvieron que romper los límites del mercado castizo para colocar sus productos allí donde existía una demanda constante, donde la crisis había sino menos severa con la renta disponible de empresas y particulares, donde crédito e inversión seguían dando señales de vida, aunque no fueren muy intensas. Así, en 2010 había 120.000 exportadores, ahora hay 150.000.
Si en 2008 y 2009, cuando la quiebra de Lehman Brother generalizó la recesión mundial y hundió los intercambios comerciales, la exportación de bienes y servicios made in Spain suponía el 22% del PIB, este año tal porcentaje superará el 34%, un récord histórico que es el verdadero sello del cambio de modelo productivo del país tras la crisis. Un paradigma de crecimiento menos dependiente de España y más a expensas de los clientes franceses, alemanes o norteamericanos, y radicalmente alejado del monocultivo de la construcción residencial, que, por contra, ha reducido su peso en la producción al 10% del PIB.
Lo que en 2009 era la envidia sana de los analistas, el modelo exportador alemán, se ha generado en España, aunque su fortaleza cualitativa y manufacturera no sea, ni de lejos, plenamente comparable con la germánica. El comercio mundial puede castigar duramente a una economía que como la española tiene internacionalizado el 70% de su producción y consumo (compras-venta de bienes y servicios), pero tal efecto será coyuntural, pues la capacidad exportadora siempre ha sido el mejor estabilizador del crecimiento en crisis de demanda interna.
Esta posición de España en el comercio mundial, en el que ha ido ganando cuota lentamente pese a la adversidad de los emergentes, que compiten en calidad y hacen dumping en precios, ha dado la vuelta incluso de forma sistemática al saldo de la balanza de pagos, con cinco años consecutivos de superávit, y una reducción lenta pero muy continua de la posición internacional neta de inversión (diferencia entre activos y pasivos de la economía con el exterior). Las ventas externas de bienes y servicios se acercarán este año a los 400.000 millones de euros (unos 395.800), para un PIB de 1,16 billones. En 2008 tal exportación de bienes y servicios era de solo 244.000 millones para un PIB prácticamente similar, pues será en 2017 cuando España recupere el valor de la producción de antes de la crisis.
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