La fotógrafa griega Artemis Alcalay expone en el Instituto Cervantes de Atenas fotografías de algunos de los supervivientes griegos al Holocausto.
Eriketi, griega de la isla de Corfú, se
sienta en el sofá de su casa, delante de una pared llena de fotografías y
algunas imágenes religiosas. Sus brazos, cruzados, y en el izquierdo apenas
pueden verse algunos números tatuados, la marca que le dejaron por ser judía.
Vive con su marido, un cristiano ortodoxo, religión a la que se convirtió tras
la Segunda Guerra Mundial.
"Una heroína, una más entre todos
mis retratados", que consiguió escapar de un mortal destino: el campo de
Auschwitz. Una vida que forma parte de los 47 supervivientes griegos
judíos al Holocausto retratados con la cámara fotográfica de la
artista Artemis Alcalay. Todos ellos, procedentes de ocho comunidades
judías, fueron fotografiados con edades entre 86 y 105 años."
Estas personas no son solo supervivientes sino personas de edad avanzada con
todas las características de su edad", dice la artista.
Estas memorias y relatos presentados
frente a la cámara, pertenecientes a la historia de la Segunda Guerra Mundial,
tomaron forma tras cientos de clicks y
grabaciones. "No paré hasta conseguir la imagen más digna y
viva", explica Alcalay.
"Uno puede leer una foto, las
miradas de los retratados. Estas fotografías son una fuente de información
artística y científica".
La artista proviene de una familia
griega judía de la que algunos miembros no regresaron de los campos de
concentración. En cada uno de sus retratos había
"ausencias extrañas" y siempre quiso retratarlo en su
obra artística, resultado de varios años de interés e investigación en el
extranjero y Grecia sobre acontecimientos en la historia de la Segunda Guerra
Mundial: los supervivientes de las comunidades judías.
Supervivientes
La exposición, bajo el nombre: Judíos griegos sobrevivientes del Holocausto. Una narración
plástica, ha tenido lugar en el Instituto Cervantes de Atenas donde
la artista también llevó a cabo charlas y visitas guiadas. "Es un tema que
tiene mucho que ver con la cultura y la historia de España, por eso decidí
exponerlo aquí", comenta Alcalay.
Raúl Saporta muestra delante de la
cámara el pasaporte de nacionalidad española, un pasaporte renovado tras
sobrevivir al campo de concentración de Bergen-Belsen. Parte de los retratados
son judíos sefarditas de la ciudad de Salónica y Atenas.
Entre ellos, nueve personas se salvaron gracias a los esfuerzos de Sebastián
Romero Radigales, cónsul de España en Atenas durante la época, quien salvó a más de 600 sefardíes. Radigales consiguió
protegerlos, retrasar su expatriación y proporcionarles nuevos pasaportes hasta
que fueron trasladados del campo de Bergen-Belsen a España, Casablanca y Palestina
hasta elegir un destino donde finalmente se asentarían.
De la ciudad de Salónica, alrededor
de 56.000 judíos fueron desplazados en 19 expediciones por
ferrocarril, con un destino: Auschwitz. De ellos, regresaron
alrededor de 1.950. El porcentaje de extermino fue del 96%, un porcentaje que
no incluye a los centenares de judíos con pasaporte español, aquellos a los que
Radigales salvó.
Alcalay, quien asegura que el arte no es
solo un método de educación sino de curación, incluye en sus retratos una obra suya
de la serie Una casa: una itinerancia. Un
símbolo de familia, de amor entre sus componentes, de protección y memoria. La
forma de una casa que, según cuenta la artista, es "todo lo que constituye
la idea de un hogar y que retrata a la familia que perdieron y
a la familia que tuvieron tras la guerra los supervivientes de Auschwitz".
Los retratos de las vidas salvadas por Radigales, van acompañados de sus
pasaportes, "sus pasaportes para la vida".
"Decimos que son víctimas, pero son héroes y heroínas. Fue algo muy emotivo, me
encantó conocer sus vivencias, pasamos horas juntos, charlamos sobre sus
familias y sus vidas antes y después de la guerra. La mayoría se casaron,
crearon familias muy grandes y se trasladaron a otras comunidades. Ahora siento
que son parte de mi familia", dice Alcalay.
Cada retrato, a color. Cada vida, una
supervivencia. Cada historia, un renacer y cada relato, una memoria
colectiva. "Las fotos las hice a color porque hablan de una
vida, la vida que han logrado vivir. Se vistieron de manera colorida, todos
eligieron colores, quería tener una imagen linda. No querían extraer el color
de sus vidas".
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