Ignacio Fariza
Riad dedicará el dinero que obtenga con la colocación del 1,5% del capital de la empresa pública en Bolsa a tapar su déficit fiscal y lanzar un potente plan de diversificación.
El complejo petrolero Tanajib, propiedad de Aramco, en el golfo Pérsico. EFE
Arabia Saudí obtendrá mucho menos dinero del que esperaba inicialmente con la salida a Bolsa de Aramco —de largo, la mayor petrolera del mundo—, pero ya se ha anotado un récord que no le arrebatarán en años: será el mayor debut en el parqué de la historia. La firma estatal saudí se estrenará en el mercado local —y no en el exterior, como quería en sus planes iniciales— a un precio de 32 riyales (casi ocho euros, en el tramo alto del rango definido el mes pasado) por acción y una valoración total de 1,7 billones de dólares (1,5 billones de euros), notablemente por encima de los 1,2 billones de capitalización de Apple y los 900.000 millones de Alphabet (Google). Con todo, la cifra es inferior a los dos billones de dólares que esperaba obtener en un principio.
El 1,5% de su capital que empezará a cotizar el 12 de diciembre valdrá 25.600 millones de dólares (23.000 millones de euros), ligeramente por encima del precio fijado para el paquete accionarial que la empresa china de comercio electrónico Alibaba sacó al mercado hace un lustro (25.000 millones de dólares) y los de Softbank (2018) y Visa (2008). Todo, pese a que únicamente cotizará —al menos de momento— en el índice local, el Tadawul.
Para que la operación llegue a buen puerto, las autoridades saudíes se han apoyado en sus propios ciudadanos —entre ellos, algunos de los señalados en la macrorredada anticorrupción orquestada hace dos años por el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán— y en socios regionales como Kuwait y Abu Dabi, que aportarán casi la décima parte del tramo que saldrá a Bolsa. Fuera de la región, el respaldo a la operación es notablemente menor: la valoración, sostienen muchos inversores, es demasiado alta. Más aún, en un momento en el que el sector empieza a ver las orejas al lobo y muchas petroleras buscan alternativas a su negocio tradicional en previsión de un futuro gris para el crudo. La propia empresa saudí asume en sus cálculos un techo de demanda mucho más cercano de lo que se esperaba, en buena medida por el aumento de la presión social derivada de la emergencia climática. El riesgo geopolítico tampoco juega a su favor: el ataque con drones sobre dos de sus refinerías, que obligó a reducir su actividad a la mitad durante varios días, situó el foco sobre uno de los puntos débiles de Aramco y añadió dudas sobre aquellos que sopesaban invertir su dinero en la compañía.
Para no defraudar a quienes se incorporen a su accionariado, en la hoja de ruta de Riad figura un dividendo total de 75.000 millones de dólares el año que viene, una cifra enorme y que podría aumentar pero que, sin embargo, calculada en términos relativos es mucho menos atractiva que en otras grandes petroleras. Las autoridades saudíes también están moviendo ficha estos días en otro ámbito: en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP, que lidera de facto), donde busca ampliar los recortes de producción para sostener el precio del crudo. Con 76.000 empleados Aramco bombea, por sí sola, más de 10 millones de barriles diarios, más que la producción conjunta de Brasil, Venezuela, México, Argentina y Ecuador.
Todo en la petrolera saudí es mareante. Con más de 100.000 millones de euros de beneficios el año pasado, más que Apple y Alphabet juntas, en los nueve primeros meses de 2019 ya iba por los 61.000 millones de ganancia pese a la caída en la siempre volátil cotización del crudo. Aramco no solo es la mayor firma del sector —de ella depende la décima parte de la oferta petrolera mundial, con Asia como su principal cliente: el continente le compra las tres cuartas partes de lo que produce—, también es la empresa más grande del planeta, con cinco de los 10 mayores pozos de extracción del globo bajo su paraguas, y se precia de producir el barril más barato de la industria. Ahora, tras un primer intento frustrado, que obligó a la petromonarquía a aplazar sus primeros planes de salida a Bolsa, su venta parcial —el Estado saudí mantendrá, con todo, el 98,5% del capital y el control total sobre la toma de decisiones— será una potente inyección de recursos para las cuentas públicas saudíes, que arrastran un importante déficit, y un potente balón de oxígeno para un plan de inversiones que, anunciado con bombo y platillo, busca diversificar una economía que depende, casi íntegramente, del crudo.
EL CRUDO ESCALA ANTE LA EXPECTATIVA DE UN NUEVO RECORTE EN LA OFERTA DE LA OPEP
El precio del petróleo encadena ya dos jornadas consecutivas al alza ante la expectativa de que la OPEP, el grupo de países que bombea —conjuntamente— el 40% de la producción mundial, anuncie este viernes un nuevo recorte en los bombeos para tratar de sostener su cotización. A la fuerte subida del miércoles, cuando se encareció el 4%, se sumó este jueves una mucho más tímida, de unas pocas décimas. El mercado espera que el cartel, reunido estos días en Viena (Austria), redoble su apuesta por una nueva disminución de la oferta, actualmente de 1,2 millones barriles diarios respecto al nivel de un año atrás, hasta los 1,6 o 1,7 millones —casi el 2% de la producción mundial—, en un entorno de riesgo para la demanda por el aumento de las tensiones comerciales entre las grandes potencias y la ralentización de la economía global. El acuerdo actual, que se extiende hasta marzo del año que viene y cuya duración también se ampliará ahora, incluye una decena de socios externos, entre ellos Rusia, en la catalogada como OPEP+.
"Tenemos muchas posibilidades de prorrogar el acuerdo y de ajustar las cuotas" —en otras palabras: recortar la producción un poco más—, afirmó este jueves el ministro ruso de Energía, Alexandre Novak, en declaraciones a France Presse. Por su parte, el nuevo titular saudí de Energía, Abdel Aziz bin Salmán, se limitó a desear "una reunión exitosa". Una parquedad en palabras que contrasta con la importancia que esta reunión entraña para Riad, primer exportador del planeta y una de las economías más dependientes del petróleo. En el encuentro de Viena se juegan mucho más que en ningún otro anterior: garantizarse un buen nivel de precios es vital para los primeros pasos de Aramco en Bolsa.
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