NATALIA SANCHA
En Siria los dos proyectos políticos regionales, suní y chií, luchan también por dominar el trazado de gaseoductos hacia Europa.
“La mayoría de los
países beligerantes en la guerra Siria son países exportadores de gas con
intereses en uno u otro gasoducto que compiten por cruzar el territorio sirio
para librar el gas bien catarí o iraní a Europa”, sintetiza el experto
norteamericano Mitchell A. Orenstein en un
análisis publicado en la revistaForeign Affairs. A pesar
de disponer en vísperas de las revueltas de marzo de 2011 de unas reservas
de 2.500 millones de barriles
de crudo y de 0,3 trillones de metros cúbicos de gas, la batalla por
la energía no representa una de recursos propios para Siria, sino que se debe
más bien a su estratégica posición geográfica a orillas del Mediterráneo y su
consiguiente potencial como corredor hacia Europa. Mientras que Qatar (que
controla dos tercios del yacimiento) e Irán comparten la mayor reserva de gas
natural mundial, con 51 trillones de metros cúbicos de gas enterrados a 3.000
metros bajo el Golfo Pérsico, ambos aspiran a trazar unos recorridos
alternativos.
Qatar versus Irán
En 2009, Qatar ponía
sobre la mesa de Bachar el Asad una propuesta para construir un gasoducto que
habría de atravesar Arabia Saudí, Jordania y Siria enlazando con Turquía antes
de llegar a Europa. El soñado gasoducto permitiría al titán del gas aumentar
tanto el volumen de sus exportaciones, como reducir los costes y limitaciones
de volumen que impone el transporte marítimo. “A Qatar le hace falta una flota
de 1.000 navíos, con un coste exorbitante que en varios años reduce sus
beneficios de 716.000 millones a 71.600 millones de euros”, calcula el experto sirio
Imad Fawzi Shuebi.
El Asad declinó la
propuesta qatarí, que hubiera perjudicado a su aliado ruso. La estatal rusa
Gazprom provee el 25% del gas que consume Europa y sus beneficios globales
corresponden a una quinta parte del presupuesto del Estado. Preocupado ante la
creciente dependencia de Europa en materia de gas hacia Moscú, Estados Unidos
se sumó a la guerra de los gasoductos con la propuesta de Nabuco: un gasoducto
que aspiraba a evitar las zonas de influencia rusa y pujar de las reservas del mar
Negro y de Asia Central. Sin embargo, los gasoductos diseñados por Rusia (South
Stream y Nord Stream) se antojan más viables económicamente dadas las amplias
reservas con las que cuenta el país. Sin una alternativa ventajosa, Rusia sigue
nutriendo a Europa con un cuarto de sus necesidades en gas, dejando al
continente europeo a merced de los continuos choques entre Rusia y Ucrania
(pasaje del gasoducto ruso) con la interferencia occidental y la consiguiente
oscilación de precios.
En su lugar, el
presidente sirio aceptó en 2010 participar en otro proyecto: el
gasoducto islámico propuesto por Irán. Se trata de un canal que atravesaría Irak y
Siria, convirtiendo a esta última en una importante plataforma antes de
alcanzar Europa. La construcción de los 1.500 kilómetros de conducto llevaría
tres años con un coste de 9.000 millones de euros. Damasco y Teherán firmaron
el acuerdo en julio de 2011, cuatro meses después de que estallaran las
protestas populares en Siria. El gasoducto
chií podía reposicionar políticamente a una Irán en aras de reinserción en
el mercado internacional y ofrecer una alternativa capaz de reducir la
dependencia europea con Rusia. Un escenario que se antoja una de las peores
pesadillas tanto para las monarquías suníes del Golfo, como para los políticos
de Washington.
Los diferentes actores
que pujaron por uno u otro gasoducto, son todos hoy piezas clave en el tablero
sirio. Efectivos de Estados
Unidos, junto con los servicios secretos británicos y franceses, entrenan a
facciones rebeldes y financian a grupos opositores en el
exilio con el objetivo de derrocar
el régimen actual. A Qatar y Arabia Saudí se les acusa de financiar
a rebeldes e islamistas insurrectos en Siria. Y ello, contando con el apoyo
logístico de Turquía. Qatar habría invertido 2,7 millones de euros en armas
rebeldes al tiempo que ofreció su territorio a los servicios secretos
norteamericanos para entrenar a opositores sirios.
En cuanto al bando iraní, éste ha jugado un rol clave
a la hora de entrenar y abastecer militarmente al Ejército de Bachar el Asad,
desplegando efectivos de su Guardia Republicana en Siria. Rusia ha compensado
el peso de Estados Unidos en el tablero internacional, sumándose a la lucha
antiterrorista contra el ISIS pero bombardeando también las posiciones de
rebeldes y yihadistas avalados por Doha y Riad. Igualmente ha desplegado
efectivos en el terreno y rearmado a las tropas regulares sirias. A ellos se
suman varias milicias chiíes regionales, como la libanesa Hezbolá o iraquíes y
afganas.
Un cambio de régimen
alauí en Siria que diera paso a un Gobierno suní aliado serviría por lo tanto
no sólo a los designios políticos de la alianza Doha-Riad-Ankara-Washington
sino también a sus ambiciones energéticas. No obstante, el reciente acercamiento
entre Erdogan y Putin corre el riesgo de contrariar a más de un
experto, rompiendo el statu quo actual al abrir
las puertas a nuevas alianzas que sacudan el tablero sirio.
CON MENOS CRUDO, MENOS FONDOS PARA
FINANCIAR LA GUERRA SIRIA
N.S-BEIRUT
Entrando en el sexto año, la guerra siria ha sacudido todos los sectores de
producción sirios: desde el textil a la agricultura pasando por el energético.
A la producción de 385.000 barriles diarios con la que contaba Siria en la
víspera del conflicto en 2011, le reemplaza hoy una de 8.000 barriles por día,
según el último informe publicado por el Economist
Intelligence Unit fechado en julio. A los desgastes impuesto
por la guerra se suma un férreo embargo internacional sobre el país, que
estrangula el sector energético y clave para las arcas del Estado, mermando
unas ventas que en un 90 por ciento se destinaban a Europa. Y ello sin contar
la estampida de potenciales inversores tras que en 2011, el mismo año de las
protestas populares, se descubriera en Qarah (en la norteña provincia de Homs)
un yacimiento de gas con una capacidad de extracción estimada en 400.000 metros
cúbicos diarios.
Con dos tercios del territorio nacional fuera de la órbita de Damasco, las
tribus locales, los kurdos y los terroristas del ISIS se reparten los ingresos
provenientes de los dos principales yacimientos de crudo, en Hasaka y Deir
Ezzor, ambos al norte del país. Hoy, el ISIS también pierde ingresos tras dos
años de constantes bombardeos sobre sus posiciones. Las aviaciones
occidentales, siria y rusa, han acabado por reventar el lucrativo negocio que
nutría las arcas del califato. El cerca de millón de euros diarios que los
expertos estiman extraía ISIS del contrabando del crudo en 2014, se reducen hoy
a 400.000 euros por día. Unas pérdidas a las que contribuye también la drástica
caída del precio del barril que ha pasado de unos 89 euros en 2014 a poco más
de 30 este mes. Tanto ISIS como el Gobierno de Damasco pierden recursos para
financiar su aparato militar. Pero en el caso del ISIS, éste pierde también
capacidad de gestión de un territorio en el que ya no puede asegurar unos
servicios mínimos a los ciudadanos que viven bajo su control, ni un intercambio
económico con las tribus suníes hasta ahora aliadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario