Manuel P. Villatoro
- El pintor de batallas presentará el miércoles en la embajada rusa «La despedida», un cuadro que muestra el lado más emotivo de la contienda que llevó a los soviéticos al poder.
La despedida - Augusto Ferrer-Dalmau
Héroes para unos, y villanos para muchos más. Los jinetes cosacos han tenido que cargar sobre las grupas de sus jamelgos dos pesados estereotipos casi desde el mismo instante en el que empezaron a luchar por los líderes de Europa del Este: ser unos combatientes sanguinariosy defender a ultranza el régimen zarista.
Lo cierto es que ambos albergan parte de verdad. Así lo demuestra el que, durante la Revolución rusa, se hiciesen famosos por reprimir brutalmente los movimientos populares que se alzaron contra el soberano Nicolás II. Sin embargo, aquellos soldados acosados por la leyenda negra eran también hombres. Seres humanos que tenían una familia de la que, en aquellas jornadas de sablazos y muerte, tenían que separarse para dirigirse al combate.
Precisamente esa triste visión del bando que perdió la contienda (la Rusia blanca, la denostada por la historia) es la que ha tratado de plasmar el popular pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau, en su nuevo cuadro: «La despedida». Un lienzo que presentará el miércoles en la embajada rusa de la mano de espectadores como el director del diario ABC, Bieito Rubido, o el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte.
Según afirma el artista a este diario, la obra muestra a un miembro de la unidad más emblemática del ejército del Zar, los cosacos del Don, despidiéndose de su hija. Una escena emotiva mediante la que el catalán intenta romper sus esquemas habituales. «Quería demostrar que la guerra no son solo disparos y muertos. En esta escena hay emotividad y drama porque ambos se van a separar y es muy probable que no se vuelvan a ver», señala el artista.
Ferrer-Dalmau ha buscado, en definitiva, plasmar la otra cara de la Revolución rusa. La más amarga. «Fue un drama en el que miles de familias perdieron a sus seres queridos», señala. Es por ello que los elementos más importantes del lienzo son el soldado y su pequeña.
Pero también unos objetos que, a primera vista, podrían pasar desapercibidos. «Hay dos maletas que tienen gran protagonismo porque desvelan que alguien se va a marchar y que se va a suceder una secuencia de hechos», añade el autor. Con todo, estos elementos no son los únicos reseñables. Todos los recovecos del lienzo tienen su razón de ser y están planificados a la perfección para ambientar la escena. «A la izquierda se puede ver un tren blindado, uno de los vehículos más característicos de la época».
Las diferentes piezas que conforman el cuadro han sido, además, elaboradas con sumo mimo histórico por el pintor. Desde los uniformes de los cosacos (destacando su característica gorra azul y roja), hasta el sable y los capotes. Una peculiaridad que ha convertido a Ferrer-Dalmau en el pintor de batallas más afamado de España y que mantendrá, según sus propias palabras, en su siguiente proyecto: «Estoy trabajando en la batalla de Pavía, la victoria de los españoles contra la caballería acorazada francesa». Este próximo lienzo lo elaborará siguiendo su filosofía habitual; divulgar el heroico pasado de nuestro país. «Una vez que los pinto, los cuadros dejan de pertenecerme. Pasan a ser de todos los españoles porque representan nuestra historia», finaliza.
Y es que, aunque en este caso haya cambiado el castizo tinto de verano por el vodka, su corazón está siempre a orillas del Mediterráneo.
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