Judith de Jorge
Los canes antiguos del Nuevo Mundo desaparecieron tras la llegada de los colonos europeos, que introdujeron sus propias razas.
El perro más antiguo que se conoce en América vivió hace unos 10.000 años, pero no fue el descendiente de loboscuriosos, sociables y dóciles que se dejaron domesticar por los primeros pobladores del Nuevo Mundo. En realidad, fue un emigrante más. Un nuevo estudio publicado en la revista «Science»sugiere que los primeros canes americanos llegaron al continente acompañando a los humanos desde Siberia a través de un antiguo puente terrestre que abarca el estrecho de Bering, sumergido al final de la última glaciación. Compartieron la vida con esos pobladores originales durante miles de años hasta la llegada de los conquistadores y colonos europeos, que introdujeron sus propias razas. Entonces, los canes autóctonos corrieron incluso peor suerte que sus amos indígenas y prácticamente desaparecieron de la faz de la Tierra.
Un equipo internacional de investigadores ha llegado a estas fascinantes conclusiones tras analizar las firmas de 71 genomas mitocondriales, que solo la madre transmite a su descendencia, y siete nucleares, que se hereda de ambos padres, de perros antiguos de América del Norte y Siberia durante un período de 10.000 años. Sus resultados demuestran que esos primeros canes americanos se originaron en realidad en Siberia. Después, los perros se dispersaron por todas partes en América, migrando junto a los exploradores humanos.
Estos perros, con firmas genéticas diferentes de los que se encuentran en cualquier otro lugar del mundo, persistieron durante miles de años en el continente, pero casi desaparecieron por completo después del contacto europeo, hasta el punto de que poco queda de esos linajes antiguos. «Es fascinante. Algo catastrófico debió de haber sucedido y es probable que tenga que ver con la colonización europea», asegura Laurent Frantz, autor principal del estudio, de la Universidad Queen Mary de Londres y de la de Oxford (Reino Unido). Los motivos son varios: «En primer lugar, la introducción de perros europeos probablemente introdujo nuevas enfermedades en la población local, lo que causó la muerte de muchos de ellos, en un efecto similar a la introducción de la viruela y otras enfermedades entre los nativos americanos», explica a ABC Kelsey Witt Dillon, de la Universidad de California. «Además, sabemos por registros históricos que los colonizadores europeos se sintieron amenazados por los perros indígenas, y que muchos de ellos fueron aniquilados deliberadamente», añade. No solo eso. «A medida que se introdujeron nuevas razas y se cruzaron con las indígenas restantes, las variantes genéticas autóctonas se perdieron con el tiempo».
Los nuevos hallazgos refuerzan la idea de que esos primeros habitantes de América, humanos y perros, se enfrentaron a muchos desafíos comunes ante los recién llegados. «Se sabe que los pueblos indígenas sufrieron las prácticas genocidas de los colonos europeos después del contacto», afirma el también autor Ripan Malhi, profesor de antropología en la Universidad de Illinois (EE.UU.). «Lo que encontramos es que los perros de esas gentes experimentaron una historia aún más devastadora y una pérdida casi total», añade en la misma línea.
«Becerrillo»
Para Greger Larson, profesor en Oxford, las conclusiones del nuevo trabajo demuestran «que la historia de los humanos se refleja en nuestros animales domésticos. Las personas en Europa y América eran genéticamente distintas, y también lo eran sus perros. Y así como los pueblos indígenas en las Américas fueron desplazados por colonos europeos, lo mismo puede decirse de sus perros». De hecho, «ahora sabemos que perros norteamericanos modernos amados en todo el mundo, como los labradores y los chihuahuas, son descendientes de razas eurasiáticas, introducidos en las Américas entre los siglos XV y XX», apunta la investigadora Angela Perri, de la Universidad de Durham. Además, se sabe que los españoles llevaron mastines, galgos, sabuesos o alanos que combatían junto a ellos y eran lanzados contra las muchedumbres indígenas. Según algunos historiadores, estos animales eran más fieros y de mayor tamaño que los del otro lado del Atlántico.
Maire Ní Leathlobhair, del Departamento de Medicina Veterinaria de la Universidad de Cambridge, explica a ABC que no hay evidencias de que ninguna raza fuera especialmente favorecida. «Los perros traídos por los europeos eran probablemente muy similares a las razas modernas. Por ejemplo, se cree que 'Becerrillo', el famoso perro de pelea de los conquistadores españoles, había sido un galgo o una mezcla de galgo», comenta. La historia legendaria cuenta que «Becerrillo» murió en 1514 mientras luchaba contra decenas de nativos para liberar a su amo, el capitán Sancho de Arango.
La herencia del cáncer genital
El equipo también descubrió el origen de algo terrible. Perros de todo el mundo sufren un cáncer genital que, como ocurre con el facial del demonio de Tasmania, es transmisible de uno a otro individuo, en este caso durante el apareamiento. Anteriores investigaciones han indicado que es el cáncer más antiguo que se conoce. Ahora, los científicos han localizado su origen en o cerca de América. Parece ser que esos tumores grotescos son uno de los últimos restos «vivos» del patrimonio genético de los perros americanos antes del contacto europeo.
«Es increíble pensar que posiblemente el único superviviente de un linaje de perro perdido sea un tumor que se puede diseminar como una infección», agrega Leathlobhair. Y concluye: «Aunque el ADN de este cáncer ha mutado a lo largo de los años, sigue siendo esencialmente el de ese perro fundador original de hace muchos miles de años». Quizás los nuevos hallazgos puedan ayudar a combatirlo.
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