Antonio Maqueda
El INE eleva el cálculo del PIB del año pasado pero rebaja el crecimiento que se registró en la segunda mitad del año.
Contenedores en el puerto de Valencia, el pasado mes de noviembre. MÒNICA TORRES
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha revisado al alza el crecimiento de la economía española en 2018. En lugar del 2,5% inicialmente estimado, el organismo ha calculado que el Producto Interior Bruto (PIB) avanzó un 2,6%, una décima más debido sobre todo a que las importaciones restaron menos de lo que se detectó en un principio. Sin embargo, se trata del menor crecimiento en cuatro años. Y, además, la composición de la segunda mitad del año empeora. En vez de los crecimientos trimestrales del 0,6% y el 0,7% que se dieron respectivamente en el tercer y el cuarto trimestre, ahora se corrigen y se registra un 0,5% y un 0,6%. Es decir, en la primera mitad del año la economía creció más de lo que se estimó en el dato adelantado. Y en la segunda mitad se está produciendo una desaceleración de la actividad algo más pronunciada de lo que se esperaba, tal y como ya vaticinó el Banco de España.
La mayor debilidad ocurre fundamentalmente por un peor comportamiento de las exportaciones de mercancías y un menor gasto público respecto al que se contabilizó en un primer momento. También se modera algo el consumo de los hogares. Destaca el capítulo de la inversión, que se mejora en la primera mitad del año pero que retrocedió un 0,2% trimestral entre octubre y diciembre. Solo la de bienes de equipo y maquinaria se desplomó un 2,7% trimestral en el cierre del año, un claro indicador de falta de confianza empresarial.
Íntimamente relacionado con estos datos de inversión en maquinaria, la industria se hundió un 1% trimestral en el cuarto trimestre y un 0,3% en el tercero. La ralentización global del comercio y las dificultades de los fabricantes alemanes, que empezaron a palparse en la segunda mitad del año pasado, están claramente afectando a la marcha de la economía española. En definitiva, las exportaciones crecen menos y eso lastra a la industria, que a su vez invierte menos.
En tasa interanual, el PIB aumenta al 2,3%, por debajo del 2,4% que se dibujó de inicio y del 2,5% del trimestre precedente. Ese 2,3% supone la menor tasa de crecimiento interanual desde el cuarto trimestre de 2014. Ahí también se antoja evidente la moderación del crecimiento, sobre todo si se compara con el 3,1% que se consiguió en el último trimestre de 2017. No obstante, la ralentización es mucho menor que la que se está dando en los principales socios del euro. Italia se encuentra en recesión técnica. Y Alemania la bordeó en el último trimestre.
Entre las notas positivas, la inversión en vivienda tiró mucho más de lo que adelantó el INE. Se disparó un 1,3% en el último trimestre de 2018 frente al leve incremento del 0,1% apuntado inicialmente. Y la construcción también se anota fuertes incrementos. En tasa anual crece a ritmos del 7%, si bien todavía está lejos de los niveles que se alcanzaron en la burbuja. El sector servicios también contribuye a las buenas cifras. Crece al 3% interanual, empujado sobre todo por las actividades profesionales y las financieras.
El empleo sumó un 2,6% interanual, unas tasas similares a las del crecimiento del PIB. La economía puede crecer de dos formas: o bien poniendo a más gente a trabajar, o bien produciendo más con lo que ya se tiene, esto es: mejorando la productividad. Si el empleo crece igual que el PIB, entonces es que la productividad no crece, algo por otra parte normal cuando todavía se están incorporando al mercado de trabajo a muchos parados de menor cualificación y, por tanto, menor productividad.
En 2018, la ocupación se elevó en 469.000 puestos de trabajo a tiempo completo, un crecimiento muy intenso. Y esta mejora del empleo coincide con subidas de la remuneración por asalariado, del 1,1% en tasa interanual, y de los costes laborales unitarios, del 1,3%. Estos incrementos vuelven a no estar ligados a aumentos de la productividad, lo que según los expertos podría acabar mermando la competitividad de la economía española. En cualquier caso, con los precios internos subiendo un 0,8% y la remuneración por asalariado un 1,1%, hay una leve ganancia de poder adquisitivo para los trabajadores de unas tres décimas.
El sector exterior, que impulsó el crecimiento en el inicio de la recuperación, drena ahora actividad. En parte lo hace por el encarecimiento del petróleo que sucedió en la primera mitad del año. Pero también por la ralentización sufrida en mercados como Alemania, Turquía, Reino Unido e Italia. Según la nota del INE, "la demanda nacional contribuye en 2,9 puntos al crecimiento del PIB de 2018, dato similar al del año anterior. Por su parte, la demanda externa presenta una aportación de -0,3 puntos, cuatro décimas inferior a la de 2017". En consecuencia, lo que produjo el año pasado la desaceleración fue el deterioro del sector exterior. Si en el ejercicio precedente las exportaciones de bienes y servicios crecieron un 5,2% anual, en 2018 solo avanzaron un 2,3%. En cuanto a las importaciones, estas también se ralentizan pero menos: sumaron un 3,5% anual frente al 5,6% anotado en 2017.
El hecho de que la construcción tome el relevo del sector exterior representa una cierta vuelta al modelo productivo anterior. Sin embargo, al registrarse un superávit con el extranjero por séptimo año consecutivo, eso significa que la economía española se está autofinanciando e, incluso, reduciendo su deuda neta externa, el talón de Aquiles que la deja más expuesta a las turbulencias de los mercados.
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