Peio H. Riaño
El historiador Ángel Viñas desvela en su nuevo libro los planes violentos de los partidarios de la restauración monárquica contra la República.
El historiador Ángel Viñas, este lunes en Madrid. ÁLVARO GARCÍA
Fue “el secreto mejor guardado” de la fase final de los preparativos del golpe contra la República del 18 de julio de 1936. Los partidarios del regreso de la monarquía llevaban años recaudando fondos entre los monárquicos para publicitar su causa y para "lo otro”. “Lo otro” era la preparación del golpe por su cuenta, en paralelo a los militares, con la ayuda de Benito Mussolini. Pocos conocían la intención final, pero desde marzo de 1934 habían firmado un pacto con los italianos, que sería confirmado el 1 de julio de 1936, con sendos contratos de compra de cerca de 50 aviones de guerra.
“La conspiración no fue soviética, sino monárquica. Los que querían la guerra eran los monárquicos. Emilio Mola no tenía previsto en su plan la actuación de las fuerzas aéreas, solo de la infantería. En su mente solo había un golpe, que fraguaría sin problemas. Pero no en la de los monárquicos, que compraron aviones de guerra, ¿por qué?”, se pregunta el historiador Ángel Viñas (Madrid, 1941). “Los monárquicos sabían que el golpe podría fracasar y España iría a la guerra”, responde.
El investigador ha encontrado nuevos documentos —en el archivo del marqués de Los Andes, depositados en la Universidad de Navarra— sobre “la prehistoria” de los contratos del refuerzo aéreo, es decir, los papeles de la sedición, que la trama civil monárquica había estado fraguando, junto con los militares, medio año antes de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. En sendas cartas ambas formaciones (civil y militar) afirman (y firman) ante el Duce su negativa a tolerar cualquier posibilidad de que la izquierda española llegue al poder y se mantenga en él. Viñas las publica en un exhaustivo libro: ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración (Crítica).
Objetivo reaccionario
Viñas ha descubierto el detalle de la trama militar y civil (unida desde 1934), que fraguó la traición a la República. En una carta de 1940, los monárquicos escriben a los ingleses contándoles la organización de la conspiración de 1936. A la cabeza estaba Sanjurjo, debajo un comité civil con fuerzas políticas y el enlace con las fuerzas militares. “Su objetivo era estrictamente reaccionario: volver a una estructura similar a la impuesta por la dictadura de Primo de Rivera, con toque fascista. La intención era instaurar la monarquía a medio plazo: mientras tanto, Sanjurjo sería el regente con un directorio civil y un partido fascista. Estaba previsto que el dictador fuera Calvo Sotelo”, cuenta el historiador, que señala que el dinero del banquero Juan March fue decisivo.
La consigna de los monárquicos y militares, tal y como dejan por escrito, fue “intervenir violentamente" en el momento en que la política oscilara hacia la izquierda, "facilitando la participación en el poder de algunos de los partidos coligados en la Revolución de Octubre”, puede leerse en una de las cartas. La Constitución de la República llevaba en marcha cinco años y señalan a Mussolini los puntos principales contra los que levantarse: “Tendencia socializante, tendencia separatista o desintegración de la unión nacional y laicismo en la educación”.
La nota es de la Unión Militar Española (UME), firmada por Antonio Goicoechea, jefe del partido de la derecha monárquica alfonsina Renovación Española y muñidor del golpe, en la que avisa de que aprovecharía “cualquier ocasión propicia para intervenir, impidiendo el auge de ese movimiento de opinión”. En conclusión, “se necesita que con la mayor urgencia [subrayado] estén en poder del comité directivo los elementos que se solicitan para que, unidos a los proporcionados por España, sean garantía de una acción rápida, eficaz y definitiva”. Los “elementos que se solicitan” son armas y dinero.
“Ni un paso atrás en lo conquistado es la conquista y esa idea está hoy imbuida en todos, desde los más altos a los más humildes”, recuerdan los monárquicos y los militares en su segunda carta al Duce. Están convencidos de que los adeptos han crecido en las filas del Ejército. “La posición de partida se ha fortalecido cada vez más y hoy ya puede considerarse lo suficientemente firme para poder actuar si fuera necesario”, escriben. Y, más allá de la retórica bélica (en la que también hay desprecio contra Gil Robles como ministro de la Guerra), se comprometen a una fecha: finales del verano de 1936. La firma de Goicoechea lleva fecha de agosto de 1935. El político ya se había reunido con Mussolini en enero y otoño de ese año.
Los contratos de la sublevación estaban firmados y todo estaba listo para que España entrara en guerra. Viñas señala que una parte de la población era muy consciente del futuro sangriento del país, entre ellos el marqués Torcuato de Luca de Tena (director y dueño de Abc). El asesinato, primero d
e José Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, y la muerte de Sanjurjo, el 20 de julio, en accidente de avión, no frenaron los planes de los conspiradores monárquicos. Mola y Franco ascenderían para inaugurar la España más negra.
Las armas de los monárquicos
“Su país era la España que conocían y dominaban y nunca estuvieron dispuestos a compartirla”, asegura Ángel Viñas sobre la facción monárquica que conspiró con violencia contra el resultado de las elecciones de febrero de 1936. "Los historiadores no caminan para atrás, sino hacia adelante, en busca de las pruebas perdidas del pasado". "Por eso", dice Ángel Viñas, a sus casi 80 años, que "toda reconstrucción del pasado es provisional y que la historia es infinita. No se acaba nunca: La historia nunca es definitiva”. Para el historiador, “está claro que la extrema derecha monárquica, que declaró la guerra a la República el mismo día de su instauración, no cejó jamás en su empeño y logró lo que no consiguieron los carlistas: un apoyo exterior sólido y consistente”. Los monárquicos lograron las condiciones necesarias para la sublevación.
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