El historiador Luis Togores ha publicado la historia de este cuerpo militar en La Esfera de los Libros, un exhaustivo ensayo donde cuenta con detalle sus orígenes, desde su fundación por parte de Millán Astray hasta su reciclaje y cómo hoy es un ejército democrático que cumple con las misiones humanitarias que se le encomiendan.
Antiguos soldados profesionales que estaban integrados en la Legión
En los casi cien años de vida la Legión española, ésta ha cambiado mucho, pero sigue siendo igual en sus valores, perviviendo los motivos que llevaron a su Fundación en el año 1920. En el siglo XXI, La Legión es la unidad destinada a acometer las misiones militares más arriesgadas y la primera en acudir a los nuevos campos de batalla.
Sus Banderas fueron las primeras unidades del Ejército español, bajo el confuso nombre de Misión Humanitaria, en salir de la Península para ir a los escenarios bélicos que estaban surgiendo al final de la Guerra Fría. En Bosnia, Kosovo, Macedonia, Albania, Congo, Malí, Afganistán, Líbano e Irak, por orden de gobiernos conservadores y socialistas, los legionarios han cumplido al pie la letra el mandato que les señalan «sus» llamados espíritus:
–El espíritu de acudir a fuego. la Legión, desde un hombre solo de este cuerpo hasta la Legión entera, acudirá siempre donde oiga fuego, de día o de noche, o donde sea. Siempre, irá, aunque no tenga orden para ello.
–El espíritu de disciplina. Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir.
Los nuevos conflictos que salpican el planeta no han alterado la imagen romántica, aguerrida y algo canalla que de los legionarios tienen los españoles. Una imagen que viene desde los terribles días de Annual, cuando la 1ª Bandera del comandante Franco llegó a Melilla y sus atemorizados habitantes comentaban al verles desfilar al ritmo de La Madelón: «Ahí va Millán Astray, miradlo qué joven. Éstos son soldados, qué negros y qué peludos vienen. Mirad a los oficiales, qué descuidados, con sus trajes descoloridos; huelen a guerra. ¡Éstos nos vengarán!».
Las cosas hoy son aparentemente muy distintas, pero cuando en 2004 los legionarios mandados por el general Muñoz Muñoz tuvieron que salir de Irak, en medio de un torrente de disparos y explosiones, el mismo espíritu de los tiempos de Annual flotaba entre sus filas. A los legionarios no les gustó irse de la manera en que se les ordenó abandonar Irak, pero cumplirán. Su obediencia al mando les obliga a dejar la línea de fuego. La disciplina consiste en obedecer las órdenes, incluso las que no gustan. Cuando te pones a investigar, a conocer la Legión que vive, la de ayer y la de hoy, te llevas enormes sorpresas. No se puede conocer su historia, entender el motor interno que lleva a sus hombres a cumplir, sin intentar penetrar en el alma de los legionarios.
Un código de dureza
Como todas las grandes unidades de soldados de la historia los legionarios viven para su Bandera. Forman una gran manada ligada por lazos intangibles y eternos, en la que la suma de sus individualidades los convierten en una eficiente y poderosa máquina de guerra.
Cuando se trata con legionarios, uno se encuentra junto a hechos de armas impresionantes –la liberación de Tizzi Azza, el asalto a pecho descubierto de la Puerta de Trinidad en Badajoz, los combates de Edchera en el Sahara–, el día a día de sus vidas «cotidianas» de soldado que hacen comprender que son algo especial. El legionario Morales cuenta que, llevando un pesado bulto entre cuatro hombres, el mítico y condecorado general Pallás les preguntó con sorna si pesaba mucho. Y al contestar uno de los legionarios: «¡Sí, mi general!», Pallás ladró: «Que se quite uno». Esto forma parte de su espíritu de sufrimiento y dureza y que reza que nunca se quejarán de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño, que harán todos los trabajos: cavará, arrastrará cañones, carros; que estará destacado, organizará convoyes y trabajará en lo que le manden.
En la Guerra de Ifni de 1957 un joven y aún poco fogueado teniente de la Legión vio a un veterano del Tercio pasear tranquilamente por fuera de la trinchera disfrutando del fresco de la noche. Cuando le ordenó que se bajase a la protección de los sacos terreros, le respondió el veterano con edad de ser su padre: «No se preocupe, mi teniente, yo estuve en la División Azul y aquí no pasa nada».
Durante los sucesos de la Isla de Perejil, muy de mañana, a las 07:50 reciben los legionarios la orden de poner rumbo hacia el peñasco. Recuerda el entonces comandante Santacreu cuando volaban en helicóptero hacia el islote con sus legionarios: «El momento es de los más emocionantes de nuestras vidas, los legionarios se dan la mano, se santiguan y de forma espontánea empiezan a recitar espíritus del Credo Legionario; el de la Muerte, el de Compañerismo; el de Disciplina y el de la Bandera de la Legión. También se cantan nuestras canciones e himnos; todos somos conscientes de que hemos sido elegidos para cumplir una misión importante para España, muchos quedaron sin poder participar...».
La Legión, como cuerpo especial, posee unas características diferenciales respecto al resto de unidades de nuestro Ejército. Una de ellas es precisamente su mística, su espíritu legionario que a diario recuerda a todos los que forman en sus filas cuál es el papel del Ejército y concretamente cuál es la misión de La Legión dentro de ese Ejército: estar preparados no sólo para combatir, sino para ser los primeros en hacerlo. La Legión marchará siempre en la vanguardia del Ejército.
En España, en la actualidad, todos sus soldados son profesionales, pero los legionarios siguen teniendo, a los ojos de los españoles, algo que les hace especiales: su gorrillo, su forma de desfilar, sus himnos y cantos... pero lo que les hace verdaderamente únicos es la cantidad enorme de legionarios muertos en combate, la lista enorme de laureadas y medallas militares prendidas en sus pechos. Lo que más les distingue es su decidida y constante voluntad de honrar a sus muertos, a sus caídos, y de seguir su ejemplo. Un ejemplo que les lleva a dar el incomprendido grito de «¡Viva la Muerte!», que es equivalente a pronunciar el de «¡Viva la vida!», «aunque no me importa entregarla al servicio de patria».
Entre los tercios de Flandes y los samuráis japoneses
Millán Astray crea la Legión en 1920 para combatir en la guerra colonial de Marruecos, evitar la sangría de reclutas españoles que se veían obligados a luchar y morir para defender los intereses de España en el norte de África y esquivar los problemas que estas incesantes pérdidas originaban en la sociedad española. Desde un punto de vista técnico, se ideó para sustituir a los soldados de quinta por profesionales que batallaban de forma voluntaria. Y es que si bien hoy todo el Ejército se ha profesionalizado, hubo una época en la que los soldados eran reclutas y la única unidad profesional era la de los legionarios. Fundada bajo el nombre de Tercio de Extranjeros se ha convertido en la punta de lanza de las tropas españolas. En 1920, el vizconde de Eza autorizó el alistamiento de los primeros legionarios. El entonces teniente coronel Millán Astray consideraba que había que dotarlos de una mística que les hiciera afrontar la muerte sin dudar. Se inspiró en el espíritu de los viejos Tercios de Flandes y en la manera de afrontar la vida de los samuráis japoneses. Millán Astray quería, más que soldados obedientes, hombres que lucharan sin temer a la muerte. R. Salgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario