Un estudio de ADN antiguo revela que varios grupos humanos sin relación entre sí iniciaron la vida agrícola al mismo tiempo en distintas zonas del Creciente Fértil.
Agricultores modernos en las montañas de Zagros, Irán - Nature
El estudio del ADN antiguo, la paleontología de las moléculas, ha permitido descubrir la complejidad en historias de nuestro pasado que creíamos sencillas o que dábamos por supuestas, revelando, por ejemplo, que la evolución humana es en realidad un intrincado puzle de relaciones entre especies que nos ha llevado hasta lo que somos ahora. Y este método no deja de dar sorpresas. La última tiene que ver con el nacimiento de la agricultura.
Hasta el momento, se creía que hace unos 10.000 años un único grupo de personas decidió asentarse para cultivar y domesticar animales en vez de llevar una vida nómada y limitarse a recoger frutos y cazar en el Creciente Fértil de Oriente Medio, que abarca los modernos Israel, Palestina y el Líbano hasta Siria y el este de Turquía, el norte de Irak y el noroeste de Irán. Pero la secuencia genética de cuatro esqueletos de pastores de cabras del Neolítico de la región de Zagros, en Irán, lugar de algunas de las más antiguas pruebas de agricultura hasta la fecha, ha revelado que los primeros individuos que vieron la utilidad de plantar semillas no eran un grupo homogéneo, sino muchos y genéticamente distintos, dispersos por toda la región.
«Había sido ampliamente asumido que los primeros agricultores pertenecían a una sola población, genéticamente homogénea. Sin embargo, hemos encontrado que había profundas diferencias genéticas entre ellos, lo que indica ascendencias muy distintas», explica Garrett Hellenthal, del University College de Londres y uno de los autores del artículo publicado este jueves en la revista Science. El ADN de los campesinos de Zagros resultó ser muy diferente de los genomas de los primeros agricultores del Egeo y Europa, pero el equipo sí identificó similitudes entre el «código de barras» del agricultor neolítico y el de individuos modernos del sur de Asia, incluyendo de Afganistán, Pakistán e Irán, especialmente los zoroastrianos iraníes, practicantes de una antigua religión.
Distinto aspecto e idiomas
«Encontrar que esta región estaba ocupada por poblaciones agrícolas altamente distintas genéticamente fue una sorpresa. Estimamos que se separaron hace de 46.000 a 77.000 años, por lo que es casi seguro que tenían un aspecto diferente y hablaban distintos idiomas. Podemos referirnos a un origen federal de la agricultura», dice Mark Thomas, coautor de la investigación.
El paso de la caza y la recolección a la agricultura sedentaria, una de las transiciones de comportamiento más importantes desde que los seres humanos evolucionaran por primera vez en África hace unos 200.000 años, llevó a cambios profundos en la sociedad, incluidas mayores densidades de población, nuevas enfermedades, desigualdad social, vida urbana, y en última instancia, el crecimiento de las antiguas civilizaciones. «Tal fue el impacto de la agricultura en nuestra especie que los arqueólogos han debatido durante más de 100 años cómo se originó y cómo se extendió a las regiones vecinas, como Europa, norte de África y sur de Asia», apunta el profesor Stephen Shennan, del Instituto de Arqueología del University College.
¿La agricultura fue inventada más de una vez o un grupo la creó y los demás lo imitaron? Este punto es objeto de debate, pero los investigadores creen que las diferentes poblaciones en diferentes partes del Creciente Fértil fueron llegando a soluciones similares en la búsqueda de una forma exitosa de vida en las nuevas condiciones creadas por el final de la última Edad de Hielo.
Observando cómo personas modernas y antiguas comparten largas secciones de ADN, el equipo demostró que las poblaciones agrícolas tempranas estaban genéticamente muy estructuradas, y algunas de esas estructuras se conservaron en la medida en que la agricultura y los agricultores se extendieron a las regiones vecinas, como Europa y el sur de Asia.
«Los primeros agricultores de toda Europa, y algunos europeos de hoy en día, pueden rastrear su ADN hasta los primeros agricultores del mar Egeo, mientras que las personas que viven en Afganistán, Pakistán, Irán y la India comparten considerablemente trozos más largos de ADN con los primeros agricultores en Irán. Esta herencia genética persiste, aunque, por supuesto, nuestra composición genética se ha ido reformado durante muchos milenios por otros movimientos de población y entremezclándose con varios grupos», concluye Hellenthal.
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