Francisco Carrión
Un hombre saca una foto a dos mujeres saudíes al volante de un coche. AFP
Un príncipe saudí reclama el fin de la prohibición que mantiene a las saudíes alejadas del volante.
"Ya es hora de que las saudíes empiecen a conducir. Es hora de que pasemos página en este asunto como hicimos en decenas de otros temas en este país y en el mundo a lo largo del último siglo". Así comienza el alegato firmado por el príncipey multimillonario Al Waleed bin Talal en el que por primera vez un miembro de la realeza saudí aboga por eliminar una de las prohibiciones que condena a las súbditas del reino a vivir una eterna infancia.
En un texto de cuatro folios, publicado en su página web, Al Waleed desgrana las razones por las que se une a las reclamaciones que durante el último lustro, al abrigo de la maltratada primavera árabe, ha realizado un grupo de mujeres saudíes desafiando el veto y asumiendo los castigos. La propuesta -matiza el empresario- es resultado de consultas a "fuentes que representan un amplio espectro de la sociedad". "Impedir que una mujer conduzca un vehículo es hoy un asunto de derechos similar al que evitaba que recibieran educación o tuvieran una identidad independiente", escribe el magnate. "Son -agrega- actos injustos de una sociedad tradicional, mucho más restrictiva de lo que por ley permiten los preceptos de la religión".
A juicio de Al Waleed, la privación es una vulneración de los derechos de la mujer, "especialmente si sigue vigente después de que hayan conquistado su derecho a la educación y a un trabajo remunerado". El príncipe arguye que hay más de 1,5 millones de mujeres en el mercado laboral "necesitadas de un transporte seguro". "La solución más adecuada es permitir que conduzcan. En caso contrario, dependerán de conductores extranjeros, una alternativa costosa, o de taxistas", subraya antes de desgranar los factores financieros, sociales, políticos y religiosos que respaldan sus tesis.
El magnate es uno de los personajes más extravagantes de la vasta familia real saudí. Dirige un conglomerado con participaciones en cadenas hoteleras como Four Seasons, Fairmont, Mövenpick y Swissotel; firmas tecnológicas como Apple o Twitter; o entidades bancarias como Citigroup y Samba. La rebeldía le viene de familia: su padre Talal -apodado el "príncipe rojo"- fue ministro de Finanzas saudí a principios de la década de 1960 pero más tarde se exilió brevemente tras defender el establecimiento de una monarquía constitucional en un reino -guardián de la interpretación más rigorista del islam- que los Saud administran como su coto privado.
El ahorro en prescindir del chófer para las mujeres
Entre los motivos económicos que impulsarían la decisión histórica de permitir mujeres el volante, Al Waleed cita los recortes incluidos en "Visión saudí 2030", el ambicioso plan para acabar con la "adicción" al petróleo del reino. El príncipe proporciona incluso el gasto aproximado que se ahorrarían los hogares saudíes al prescindir de una chófer para las féminas, lo que permitiría contar con "un colchón en caso de adversidad financiera". Según sus números, la medida tendría como beneficios el ahorro de miles de millones de riales -destinados a impulsar la economía local-; "la deportación de un millón de conductores extranjeros"; y la creación de nuevos empleos para mujeres.
El empresario insiste en que la abolición de la prohibición es "una urgente medida social" y califica de anticuadas y contradictorias las fatuas (edictos religiosos) promulgadas para rechazar el avance. "¿No sería mejor desde el punto de vista de la seguridad o la moralidad religiosa permitir que las mujeres conduzcan sus propios coches en lugar de exponerlas al peligro que supone ir solas con hombres extranjeros?", se interroga antes de recordar la conquista de derechos políticos. "Creo que permitir que las mujeres conduzcan tendrá la misma aceptación", pronostica.
A pesar de los progresos, las saudíes siguen enfrentándose a una ubicua discriminación. No pueden trabajar, practicar deporte, estudiar, someterse a una intervención quirúrgica, casarse, alquilar un apartamento, matricular a sus hijos en un colegio, abrir una cuenta bancaria, deambular por la calle o viajar sin el permiso de un tutor varón (mahram), ya sea progenitor, cónyuge, hermano o incluso vástago.
Consciente tal vez del revuelo de sus palabras, Al Waleed sugiere como epílogo un puñado de restricciones: exigir que lleven un teléfono móvil inteligente; garantizar que están familiarizadas con los servicios de asistencia en carretera; prohibirles conducir fuera de los límites de la ciudad y limitar las licencias de conducción. Su razonada propuesta, sin embargo, desafía la negativa en la que parece instalada la corte saudí. El pasado abril el todopoderoso ministro de Defensa y segundo en la línea sucesoria, Mohamed bin Salman al Saud, mostró sus dudas al fin del veto. "De momento, la sociedad no está convencida. Depende de la sociedad saudí", argumentó.
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