Raquel Villaécija
La industria de alimentación y bebidas acuerda un plan para reducir estos ingredientes en más de 3.500 alimentos de aquí a 2020.
De aquí a dos años las patatas fritas tendrán menos sal y grasas y los refrescos menos azúcar. Ídem para los bollos industriales y algunos alimentos que tienen más azúcar de lo que pensamos: cereales de desayuno, néctares de frutas, leche, platos preparados y panes envasados.
Mucho antes de que el Gobierno catalán aprobara su polémica tasa sobre las bebidas azucaradas la industria de la alimentación y las bebidas ya preparaba su particular batalla contra los ingredientes prohibidos.
Este plan, bautizado como Plan de Colaboración para la Mejora de la Composición de los Alimentos y Bebidas y que las asociaciones del sector firmaron este lunes con el Ministerio de Sanidad, tiene una importante repercusión en muchas empresas de la industria, pues afectará a un total de 3.500 productos, muchos de ellos básicos de la cesta de la compra.
Reformular estos miles de artículos conllevará una importante inversión (la industria de la alimentación y bebidas es el primer sector industrial del país, con una facturación de más de 96.000 millones de euros y más de 27.000 millones en exportaciones) y hará que en los pasillos de los supermercados encontremos productos más saludables, o al menos con una cantidad menor de los ingredientes citados.
Alicamentos
El sector sigue la estela así del boom de los alicamentos (alimentos saludables y funcionales que no curan pero sí ayudan a prevenir enfermedades), que refleja el interés de los consumidores por todos aquellos alimentos que tienen menos azúcares añadidos, grasas y sal.
"Ya antes de 2005 las empresas de distribución estaban trabajando en distintos programas de incorporación de hábitos de alimentación saludable", ha señalado Aurelio del Pino, presidente de la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados (Aces), en representación de las distintas asociaciones del sector de la distribución.
El plan cuenta con 180 medidas concretas. El objetivo es reducir en un 10% el contenido de azúcar, sal y grasas en 3.500 productos. Lo han firmado más de 500 empresas y 20 asociaciones, lo que significa que el cuento no sólo se lo aplicarán los fabricantes. También las cadenas de supermercados y de restaurantes, algunas empresas de catering, los comedores de hospitales y colegios. En las máquinas automáticas (vending) también encontraremos aperitivos más sanos.
En el supermercado
En las tiendas habrá menos azúcares añadidos en los siguientes productos: dentro de las bebidas, en los lácteos, los zumos y néctares y las bebidas refrescantes. En alimentación, en los derivados de la carne, las salsas (ketchup, mayonesa...), los cereales del desayuno y en parte de la bollería, los productos de pastelería, las galletas, los helados infantiles y el pan envasado.
La sal también reducirá su presencia en productos como los derivados de la carne, los aperitivos salados, los platos preparados, el tomate frito, las patatas fritas y las cremas de verdura. Además, habrá menos grasas saturadas (del 5% al 10%) menos en algunos de los productos citados.
"La iniciativa responde a la voluntad de una industria responsable, que trabaja y realiza esfuerzos desde hace años por mejorar la composición de sus productos desde la autorregulación del sector", según Tomás Pascual González-Cuétara, presidente de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB).
En los bares
En muchos bares, restaurantes y cadenas de restauración muchos de los productos citados mejorarán su composición. En concreto, el acuerdo firmado propone reducir el 50% del contenido de azúcar en los sobres monodosis y un 33% en los de sal. En las máquinas expendedoras habrá más productos saludables y en las de café se reducirá la cantidad de azúcar que se suministra ahora.
También en los comedores de los colegios y en las cocinas de los hospitales se cocinará con menos azúcar, sal y grasas. El sector se compromete a ofrecer menús más sanos, con carnes o pescados a la plancha, más frutas y verduras y menos fritos.
Según el Ministerio de Sanidad, este reformulación "consiste en mejorar el contenido de ciertos nutrientes seleccionados de los alimentos, modificando alguno de sus componentes, sin que esto conlleve un aumento del contenido energético ni de otros nutrientes, manteniendo el sabor y textura para que el producto siga siendo aceptado por los consumidores".
Fuentes del sector destacan el desafío que supone este proceso, pues "se tendrá que innovar mucho para poder hacer que los alimentos que van a tener menos azúcar o sal no pierdan el sabor". Por ejemplo: cómo lograr que un chocolate con menos azúcar y sin edulcorantes extra siga sabiendo igual.
Por eso, esta reformulación requiere de tiempo. Se trata de "un proceso complejo" que afecta al producto, al etiquetado y al control de calidad. Las partes implicadas se han fijado un plazo de tres años para lograr los objetivos.
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