lunes, 5 de febrero de 2018

¿Por qué se acusa de brujería a las mujeres? Un estudio en la China rural da la clave

EL PAÍS materia
Ruth Mace

- Las acusaciones de nigromancia funcionan como un castigo para aquellos que no se avienen a las normas locales.


PIXABAY


Desde la caza de brujas de la Europa medieval hasta los “doctores brujos” contemporáneos de Tanzania, la creencia en la brujería ha existido en todas las sociedades humanas a lo largo de la historia. A los antropólogos, el fenómeno nos fascina desde hace tiempo, pero como nos ha sido difícil estudiarlo con métodos cuantitativos, no entendemos muy bien cómo y por qué surge.
No obstante, un estudio que llevamos a cabo en una zona de China nos proporcionó la oportunidad de poner a prueba la hipótesis más frecuente, según la cual las acusaciones de brujería funcionan como un castigo para aquellos que no se avienen a las normas locales. De acuerdo con esta teoría, la etiqueta de bruja marca a las personas que supuestamente no son de fiar e insta a las demás a amoldarse por miedo a ser estigmatizadas. Sin embargo, varios estudios empíricos han mostrado que, por el contrario, las acusaciones de brujería minan la confianza y la cohesión social.
Nuestra investigación se basa en 800 unidades domésticas de cinco pueblos del sudoeste de China. Examinamos el comportamiento social de las que habían sido tachadas de “brujería” y lo comparamos con las que no. El trabajo, publicado en Nature Human Behaviour, ha servido de fundamento para una larga colaboración entre científicos del University College de Londres, la Academia China de Ciencias en Pekín y la Universidad de Lanzhou.
The ConversationLas acusaciones de brujería minan la confianza y la cohesión social
Con el fin de determinar las redes sociales y la cooperación entre unidades domésticas, realizamos encuestas casa por casa preguntando quién tenía hijos, estaba casado y tenía relaciones con quién. También recopilamos información sobre el intercambio de regalos y sobre los grupos que trabajaban en el campo durante las estaciones de la cosecha y la siembra para ver quién ayudaba a otras familias a cultivar. De todos estos datos surgieron cuatro redes sociales entre unidades familiares basadas en el parentesco, las parejas reproductivas, el intercambio de regalos o el trabajo agrícola.

Veneno mágico

Durante nuestra estancia en la zona, nos advirtieron alguna que otra vez de que no comiésemos en determinadas casas, ya que se creía que las mujeres que vivían en ellas eran “envenenadoras” sobrenaturales. El término que utilizaban –zhu o zhubo– a veces se traduce también como “bruja”. Todo el mundo sabía qué casas llevaban el sambenito, y nos sorprendió descubrir que representaban el 13% del total.
La etiqueta era uno de los predictores más fuertes de agrupamiento en las redes sociales. Los miembros de las unidades domésticas marcadas rara vez tenían hijos o relaciones de pareja con los de las unidades no marcadas, y tampoco solían intercambiar regalos o trabajo en las respectivas tierras. En cambio, la familias marcadas se ayudaban unas a otras y se reproducían entre sí, lo cual mitigaba los costes de la exclusión de las redes sociales convencionales.
No hallamos ninguna prueba de que las personas tachadas de “brujas” tuviesen una actitud menos cooperativa que cualquier otra
También jugamos a un “juego económico” en los pueblos. Entregamos una pequeña suma de dinero a cada persona y le pedimos que donase a la comunidad la parte que quisiese (que se repartiría entre todos los jugadores). No hallamos ninguna prueba de que las personas tachadas de “brujas” tuviesen una actitud menos cooperativa que cualquier otra.
De hecho, observamos que las unidades familiares marcadas eran muy parecidas a las demás, excepto que era más probable que a su frente hubiese una mujer y que fuesen ligeramente más ricas que la media.
También descubrimos que el proceso por el cual se adquiría el epíteto era opaco. A menudo, ni siquiera las víctimas sabían quién había empezado a difundir el rumor sobre ellas. Puede que solamente empezasen a notar que los demás las evitaban. Algunas fuentes nos informaron de que la acusación se transmitía dentro de la familia, y que las hijas heredaban la condición de sus madres. Por consiguiente, la murmuración podía haberse originado tiempo atrás.

Interpretar los resultados

Los antropólogos que creen que el temor a perder la reputación (debido a una acusación de brujería o por otros motivos) puede ser un potente motor que impulse a cooperar con la comunidad en su conjunto suelen apoyar sus argumentos con experimentos de laboratorio en los que emplean juegos económicos. Estos experimentos también muestran que los que castigan a los transgresores pueden obtener ventajas para su reputación.
Sin embargo, en la vida real es difícil encontrar ejemplos de ello. La mayoría de los estudios sobre brujería no son cuantitativos ni analizan las redes sociales como hemos hecho nosotros. Si bien nuestro trabajo indica que no hay nada que pruebe que las personas que cargaban con el sambenito no tuviesen una actitud cooperativa, ello no explica del todo por qué en algunos casos las acusaciones prosperaban y en otros, no.
La dimensión patriarcal de las acusaciones de brujería podría explicar la prevalencia de las mujeres entre las víctimas
Nuestra conclusión es que la acusación de brujería es resultado de la competencia entre unidades domésticas. La inculpación puede haberse convertido en una manera de tomar la delantera al rival y obtener una ventaja competitiva en cuanto a reproducción o recursos. Con todo, el origen de la competencia puede ser distinto en los diferentes casos.
También hay otras posibles explicaciones válidas. En todo el mundo, la idea de la brujería comparte numerosos elementos comunes. Por ejemplo, las víctimas más habituales son las mujeres de mediana edad, y a menudo intervienen las acusaciones de envenenamiento. Pero también hay muchas diferencias. Una tesis distinta sobre los orígenes de las denuncias es que son frecuentes cuando las instituciones patriarcales intentan imponer su dominio sobre las matriarcales. Posiblemente esto sería aplicable a nuestro caso, ya que el budismo, que es la religión más extendida en la zona, está dominado sobre todo por los hombres, mientras que la estructura tradicional de la región es “matrilineal”, y en ella la descendencia normalmente se determina por línea femenina.
La acusación de brujería es resultado de la competencia entre unidades domésticas
Asimismo, la dimensión patriarcal de las acusaciones de brujería podría explicar la prevalencia de las mujeres entre las víctimas en las sociedades tradicionales e incluso en contextos actuales que pueden presentar similitudes con la “caza de brujas”, como el acoso por internet dirigido específicamente contra mujeres.
Cuanto más investiguemos, más cerca estaremos de entender y poder hacer frente a los mecanismos que hay detrás de unas prácticas que pueden tener consecuencias devastadoras para las mujeres de todo el mundo.

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