Margot Molina
El Museo Ruso de Málaga renueva todo su contenido con obras del realismo socialista junto a otras prohibidas por el régimen.
Una persona observa la obra 'Miembro del Osoaviajim' de Víktor Sinaiski en la la sede en Málaga del Museo Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo. DANIEL PÉREZ EFE
El Museo Ruso de San Petersburgo en Málaga renueva íntegramente su contenido con 250 obras seleccionadas por la directora artística de la institución, Evgenia Petrova, de entre las cerca de 500.000 piezas que atesora la casa madre en sus cinco sedes. Se trata de ilustrar dos escenarios creativos diametralmente opuestos. De una parte se muestra el férreo control que ejerció sobre los artistas el régimen soviético entre 1930 y 1950, una etapa que ilustra la exposición anual Radiante porvenir. El arte del realismo socialista. Y, de otra, en La mirada viajera, ofrece –hasta septiembre de este año- un paseo por el mundo a través de los ojos de los pintores rusos que, a finales del siglo XVIII y hasta el XX, optaron por dejar atrás una encorsetada sociedad, que limitaba su universo creativo a los temas religiosos, históricos, bíblicos o mitológicos, para nutrirse de la escena artística de países como Italia, Francia, Estados Unidos, Egipto o España.
“Con exposiciones como esta desmontamos el mito de Rusia como un país del tercer mundo en el arte. Y demostramos que no deberían mirar a Rusia como nos suelen mirar”, sentenció ayer Evgenia Petrova, comisaria de las tres exposiciones que se inauguraron ayer en Málaga, en un ala del edificio de Tabacalera que desde marzo del 2015 ocupa la única filial del Museo Estatal Ruso. La tercera es una individual con 13 lienzos de Mikhaíl Shvartsman.
La institución, que el 19 de marzo cumplirá 120 años, se ha propuesto mostrar que no todo fue propaganda durante el periodo de la URSS y que, paralelamente al realismo socialista, subsistían otras corrientes. “La mentalidad de aquella época no era tan totalitaria ni tan homogénea como se cree. En Radiante porvenir casi la mitad de las 132 obras que mostramos no fueron aceptadas en las exposiciones oficiales. Los artistas las mantenían en el ámbito privado, la gente las conocía si iba a sus estudios; pero no podían mostrarse públicamente”, comenta la directora artística de un museo que organiza cada año una treintena de muestras temporales en sus cinco sedes, otras 15 en centros del país y entre 7 y 15 en museos internacionales. El Museo Estatal Ruso, que nació como una escisión del Hermitage, tiene previsto abrir otra filial en Shanghái (China) en “un par de años, cuando acaben el edificio que están construyendo para albergarla”, adelantó Petrova.
Dos imponentes esculturas de bronce, una dedicada a un miembro del Politburó (Ordzhonikidze) y otra a la Revolución de Octubre, dan la bienvenida al visitante a los 2.300 metros cuadrados de superficie expositiva del museo –el más grande de Málaga- en el que, con algo de capacidad de abstracción, se puede realizar un viaje en el tiempo y aterrizar directamente en las entrañas de la URSS. Radiante porvenir. El arte del realismo socialista, que podrá verse hasta febrero de 2019, está dividida en bloques dedicados a los líderes del país de los sóviets, el trabajo, el deporte, las fiestas nacionales, la guerra… Y cada uno de ellos está anunciado, en español, ruso e inglés, con unos carteles mal pegados emulando la publicidad callejera de la época.
Paisajes románticos y apocalípticos como el que pinta Arkadi Rílov en Lenin en Razliv en 1917, obras vetadas por el régimen como las escenas domésticas de Borís Yermoláiev o las reuniones de trabajadores de Samuil Adlivankin, con ecos expresionistas, o la nueva diosa proletaria creada por Aleksandr Samojválov en Constructora del metro con taladro (1937) conviven con banderolas, mobiliario, esculturas y hasta la trabajada tribuna de madera de una fábrica de tractores. Un ambiente que transporta al espectador a los días en los que los artistas dejaban las caras de los protagonistas de sus obras para el final, por si en el camino, alguno caía en desgracia y lo tenían que borrar del mapa; es decir del lienzo. “Algo que ocurría con frecuencia”, aclaró Petrova ante el lienzo Para la felicidad del pueblo. (Sesión del Politburó del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética), realizado por Dmitri Nalbandián en 1949 y del que tuvo que eliminar a Lavrenti Beria, jefe del servicio secreto fusilado tras la muerte de Stalin en 1953.
UN TESORO SUPREMATISTA
Uno de los tesoros del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo es, sin duda, su colección de obras de Kazimir Malévich, el creador del suprematismo y uno de los grandes de las vanguardias rusas. Aunque con sus 101 pinturas, una treintena de obras gráficas y algunas cerámicas, la institución poseía la mayor colección de obra del genio del Cuadrado negro, su tesoro aumentó hace un año con una generosa donación de un centenar de obras gráficas. Evgenia Petrova, la directora artística del museo, adelantó ayer que en septiembre Málaga albergará una gran muestra de Malévich con unas 60 obras y que incluirá sus inicios figurativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario