Diego Fonseca
Víctimas y expertos piden reconocer la responsabilidad del franquismo en el envío a los campos de concentración de los exiliados, de los que solo quedan seis supervivientes.
Neus Català, en 2005, ante una reproducción del 'Guernica' en Barcelona. JOAN SÁNCHEZ
Neus Català ha sido la última: el pasado 20 de abril, en Els Guiamets (Tarragona), su pueblo natal, se apagó a los 103 años su voz antifascista. Fue el adiós definitivo de la mujer detenida en 1943 en Francia por colaborar con la Resistencia y enviada después al campo de concentración nazi de Ravensbrück (Alemania). Como ella, otros cinco deportados españoles murieron en los últimos 13 meses. Fueron Francisco Aura, José Marfil, Francisco Griéguez, Ramiro Santiesteban y Cristóbal Soriano. Estos exiliados republicanos que sobrevivieron a Mauthausen, un infierno humano en el que perdieron la vida cientos de miles de personas, fallecieron sin ver a su país reconocer su responsabilidad en la deportación de casi 10.000 españoles.
Cuando queda poco más de un año para que se cumpla el 80º aniversario del llamado Convoy de los 927, uno de los primeros envíos de republicanos españoles de Europa occidental a los campos alemanes, historiadores y expertos piden que se reconozca el papel del franquismo en la deportación. Ha querido el destino, además, que esta vieja demanda regrese con solo seis españoles con vida de los miles que pasaron por los campos de concentración nazis.
Los datos de las asociaciones y de varios historiadores coinciden en que, al menos, aún hay seis supervivientes: Vicente García (Buchenwald), José Manuel García Peruyera (Buchenwald), Lázaro Nates (Mauthausen), Siegfried Meir (Mauthausen), Juan Romero (Mauthausen) y Conchita Grangé (Ravensbrück). “Pero es posible que haya gente que nunca haya querido contar su historia”, apunta el historiador Benito Bermejo, uno de los mayores expertos en la deportación española y descubridor de la gran farsa de Enric Marco, un personaje que se hizo pasar durante años por superviviente de un campo nazi, que llegó a presidir la Amical de Mauthausen y cuya historia recoge el escritor Javier Cercas en su formidable novela El impostor.
El paso del tiempo hizo mella en los casi 3.800 españoles que sobrevivieron a la barbarie nazi, un 40% de los deportados. La luz de este colectivo que tras tres años de lucha en la Guerra Civil huyó al exilio, en donde se encontraron con la muerte o años de torturas, está a punto de apagarse. Los pocos que aún viven hace un lustro que no están en condiciones de hacer una entrevista, de asistir a homenajes o de participar en coloquios para difundir su historia.
El testigo ha pasado a segundas y terceras generaciones, que se siguen ocupando de honrar la memoria de sus familiares y de pedir un reconocomiento jurídico propio que aún no han conseguido y que hace año y medio vieron rechazado: el Congreso tumbó entonces una petición de ERC para reconocer por ley a los republicanos que sufrieron la barbarie nazi. La opinión de Enric Garriga, presidente de la Amical de Mauthausen e hijo del deportado español a Buchenwald Marcelino Garriga, sintetiza la de varias víctimas consultadas para este reportaje. Él cree que España lleva un “considerable retraso histórico” en relación al resto de Europa: “No se han cumplido las exigencias mínimas de restitución y dignificación, una diferencia enorme con países europeos que en su día apoyaron el fascismo, pero que luego, con la democracia, pidieron perdón”.
La responsabilidad de Franco en la deportación española, sin embargo, es palmaria para los seis historiadores consultados. “Se han encontrado evidencias clave. Aunque se desconoce cuál fue la toma de decisión para deportar a Mauthausen a los españoles, sí hay constancia de varios documentos que son esenciales y señalan al régimen de Franco”, explica el historiador José Antonio Lisbona, autor del libro Más allá del deber, en el que desgrana la respuesta del servicio exterior español frente al Holocausto.
Uno de los archivos a los que se refiere Lisbona es una circular de la Gestapo del 25 de septiembre de 1940 enviada a todas las autoridades del Tercer Reich y a los territorios ocupados, incluida la Francia de Vichy. En ella se indica cómo hay que proceder con respecto a los rotspanienkámpser (combatienes de la España roja, en su traducción del alemán) detenidos. Para quienes están en esta categoría, la circular, dictada por orden de Hitler, dice que pierden la condición de prisioneros de guerra y que deben ser enviados a los campos. "Ese documento tiene mucho que ver con lo que hace Ramón Serrano Suñer [entonces Ministro de la Gobernación] dos días antes en Alemania, donde se ve con Heinrich Himmler [líder de las SS]. El sentido común y la práctica histórica evidencian que en esa reunión está gran parte de la orden. Y en declaraciones posteriores, Franco y Serrano Suñer insisten en que no hay españoles fuera de España, es decir, no los consideran españoles", explica Lisbona.
Otro de los informes que señala la connivencia de la dictadura está en el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares. Es una consulta de la Embajada alemana en Madrid sobre el convoy de los 927, el envío el 20 de agosto de 1940 de un millar de españoles, entre los que había hombres, mujeres, ancianos y niños, de Angulema a Mauthausen. "Berlín pregunta qué hacer con los menores que tienen más de 14 años y que se han quedado en el campo, y no hay respuesta oficial. No se han encontrado documentos ni en los archivos españoles ni en los alemanes. Y no se respondió porque había una falta de interés", apunta Lisbona. Como él, el historiador alemán Bernd Rother, autor de Franco y el Holocausto, señala a la dictadura: "Lo de desinteresarse fue bastante simple para el Gobierno franquista. No se planteó cómo proteger a sus ciudadanos porque no los consideraba españoles".
La supervivencia del franquismo hasta finales de los 70 hizo el resto para contribuir al olvido de los deportados: quedaron durante décadas en la sombra, con una vida en el exilio y soslayados por una dictadura que fabricó mitos falsos como el de Franco salvador de judíos. La literatura y los trabajos documentales tardaron en aparecer: tras un desierto de casi 20 años, en 1963 llegó el primer libro, del escritor superviviente de Mauthausen Joaquím Amat-Piniella, que logró esquivar la censura y publicar K. L. Reich, en el que documenta el horror nazi en forma de novela. En 1970 apareció el segundo trabajo cuando la revista Cuadernos para el diálogo apostó por un suplemento de los españoles en los campos de concentración. Y en los siguientes 15 años solo hubo dos grandes obras: en 1977 la escritora Montserrat Roig escribió Los catalanes en los campos nazis y en 1984 se imprimeron las memorias de Neus Català, De la resistencia y la deportación.
“Ha costado muchísimo que este tema salga a la luz y se divulgue por el escaso interés que hubo durante el franquismo, por la dificultad de acceso a los archivos y por la propaganda del régimen”, opina el historiador Josep Calvet. A pesar de que en estos últimos 15 años se han multiplicado los trabajos documentales, la mayoría de los expertos consultados considera que la deportación es una historia desconocida para los jóvenes. Rosa Torán, historiadora y expresidenta de la Amical de Mauthausen, cree que el principal motivo es político: “El problema es cómo se integra la deportación en la historia de España. Es un tema político, porque la deportación de los republicanos no fue por azar: son los combatientes derrotados, exiliados y deportados con la connivencia de la dictadura. Es no haber asumido y reconocido el pasado del fascismo en España”.
60 AÑOS DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN DE MAUTHAUSEN
Los republicanos españoles que sufrieron la barbarie nazi no solo esperaron décadas para que su historia comenzase a ser conocida en España. También lo hicieron para que un presidente del Gobierno visitase un campo de concentración. Fue en 2005, cuando el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero pisó Mauthausen –seis décadas después de su liberación– y homenajeó oficialmente desde los propios campos a las víctimas republicanas. Para Nathalie Serra, hija del deportado a Mauthausen Miquel Serra, se ha dado otro pequeño paso este año con el homenaje al exilio el pasado febrero del presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en Argéles sur Mer, donde está el campo de concentración francés por el que pasaron 450.000 españoles. El líder del PSOE se convirtió entonces en el primer presidente que visitó durante su mandato las tumbas de Manuel Azaña y Antonio Machado.
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