Patricia Biosca
Un estudio desvela que al Homo antecessor, descubierto en Atapuerca, le resultaba «rentable» comer la carne de sus iguales porque le suponía un gran aporte nutricional con muy poco esfuerzo.
Recreación de una mujer y un hombre de la especie Homo antecessor - J. Rodríguez
Descubierto en la Gran Dolina de Atapuerca, el Homo antecessor es uno de los últimos parientes comunes entre nosotros, los neandertales y los denisovanos. Considerada la especie homínida más antigua de Europa -vivió hace un millón de años-, también ostenta otro récord: ser el primer caníbal prehistórico del que se tienen pruebas. Varios estudios basados en los restos hallados en el yacimiento burgalés han confirmado que la carne humana estaba en su dieta. Ahora una nueva investigación con un enfoque pionero asevera que consumir a sus congéneres les era muy rentable y, además, que lo hacían con más frecuencia de lo esperado.
Los científicos Jesús Rodríguez, Ana Mateos y Guillermo Zorrilla, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), acaban de publicar estas conclusiones en la revista « Journal of Human Evolution». Su trabajo utiliza el enfoque de la ecología del comportamiento humano, en la que se enmarca la teoría del forrajeo óptimo, que explica que si bien la obtención de alimentos proporciona energía al cazador-recolector, la búsqueda y la captura de los mismos requieren energía y tiempo que son tenidos en cuenta a la hora de actuar de un modo u otro. Y, en base a esta idea, practicar el canibalismo era una buena idea para el Homo antecessor.
«Consumir otros humanos desde el punto de vista energético no es tan bueno como comer un bisonte. Sin embargo, tal y como hemos dilucidado recopilando datos de otros estudios, el balance entre coste y el beneficio del canibalismo es altamente rentable», explica a ABC Rodríguez, quien es investigador gestor de colecciones del Cenieh.
Presas de «alto rango»
Este estudio solo considera la carne humana como alimento, a la misma altura que la de otros animales. Los modelos ideados por el equipo del Cenieh han tenido en cuenta tres variables: por un lado, el aporte calórico de cada presa en la dieta de los Homo antecessor -incluidos los humanos-; por otro, la tasa en la que esta especie podía encontrarse estos recursos en la naturaleza; y, en tercer lugar, el coste energético de obtener esa presa, ya fuera a través de la caza o del carroñeo.
«Encontramos que, a pesar de ser un recurso nutricionalmente pobre comparado con otras presas, el gasto de encontrarlo era menor, por lo que los humanos podrían considerarse botines de "alto rango": las calorías que el Homo antecessor gastaba en atrapar a un semejante le compensaba con las que obtenía con su consumo, aunque fueran menos que las de un oso o un ciervo», afirma Rodríguez. Es decir, que les compensaba más comer humanos que otros animales.
Niños y jóvenes como comida
El equipo ha llegado a esta conclusión tras revisar los datos de investigaciones previas sobre los hallazgos en el yacimiento TD6-2 de la Gran Dolina. Allí se han encontrado los restos de siete individuos, con edades comprendidas entre los 4 y los 17 años. Estos fósiles revelaban que habían sido canibalizados, ya que tenían marcas de cortes que indican que fueron descarnados y fracturas compatibles con huesos machacados.
De hecho, para afinar un poco más, se tuvo en cuenta que un niño de cuatro años aportaría menos calorías que el cuerpo de un adolescente y menos que el cuerpo de un adulto, debido a sus diferentes tamaños y composición corporal. Aún así, elaborado el ránking de presas de más a menos rentables, los humanos estarían en la cúspide (primero adultos, luego jóvenes y, en tercer puesto, niños) seguidos por bisontes, caballos y cérvidos (gamos o ciervos). Incluso los rinocerontes quedarían por detrás en la clasificación.
Más canibalismo del esperado
Entre las hipótesis iniciales, los investigadores plantearon que el consumo de animales se correspondería con la tasa de encuentro y la densidad de población de las especies en el ecosistema. Es decir, si los osos eran relativamente numerosos en la época, sería más probable que los humanos se los encontraran y los utilizaran de alimento; por el contrario, si las poblaciones de rinocerontes eran más pequeñas, sería difícil encontrarlos.
«En un estudio previo que elaboramos en 2013 estimamos las distintas densidades de población de las potenciales presas de la época. Ahora hemos visto que la frecuencia de una presa en la dieta de H. antecessor era proporcional a su densidad de población. Sin embargo, en el caso de los humanos, el consumo era mucho mayor, por lo que podría señalar que la tasa de encuentro era superior entre personas», señala Rodríguez. Es decir, el H. antecessor comía más humanos de lo esperado, porque se encontraba con este recurso alimenticio más a menudo. «Esto podría reforzar la idea de que consumían individuos de su propio grupo», señala Mateos, investigadora del grupo de Paleofísiología y Ecología del Cenieh, ya que la tasa de encuentro crecería exponencialmente en el caso de que el canibalismo se diera entre humanos que conviven juntos. «Pero se trata solo de una hipótesis, no de una certeza», recalca.
¿Cazadores o carroñeros?
Aún se desconoce si ciertamente las poblaciones se aprovechaban de la muerte natural o fortuita de sus semejantes o si realmente se cazaban unos a otros. «Varios estudios han descartado que se tratase de consumo por supervivencia -es decir, que el canibalismo fuera el último recurso empleado en el peor de los casos- y tampoco hay evidencias de comportamientos rituales. Por eso, la hipótesis más aceptada es que la carne humana era un recurso alimenticio como otro cualquiera», afirma Rodríguez.
La pregunta que surge a continuación es: ¿por qué las presas eran tan jóvenes? «La mortalidad infantil y juvenil de las poblaciones de cazadores recolectores que aún quedan en la Tierra es muy alta, de entre el 40 al 60%, lo mismo que estimamos para este tipo de comunidades prehistóricas», señala por su parte Mateos. «Sin embargo, es difícil saber si estos humanos murieron por causas naturales o fueron asesinados. Esa aún es una gran pregunta sin responder», apostilla. Además, el hecho de que solo se haya explorado una pequeña parte del yacimiento abre la veda a posibles nuevos y revolucionarios descubrimientos sobre cómo ocurrieron estas muertes.
El siguiente paso, no obstante, podría estar encaminado a responder, precisamente, las motivaciones detrás de nuestros antepasados caníbales: «¿Fueron cazadores realmente o unos oportunistas que aprovechaban el momento? O incluso puede que el comportamiento plástico de los humanos les permitiera ambas cosas. Además, hay que tener en cuenta que todos los días no cazas un bisonte o accedes a carne humana y que los vegetales también eran muy importantes en la dieta de estos homínidos», incide la investigadora. Muchas preguntas en torno a nuestros parientes remotos de Atapuerca.
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