Inspirador interseccional y director de la Escuela de Negocios La Salle.
El Hufintongpost
Quizá no te suene, pero tal vez nunca en la historia de la humanidad ha habido una modelo más hermosa que una joven del Renacimiento llamada Simonetta Vespucci. Era considerada la reina de la belleza y, además de en otras obras, fue inmortalizada por Botticelli en El Nacimiento de Venus, dejando más que patente su hermosura.
Como toda mujer atractiva, Simonetta levantaba pasiones por donde pasaba, entre ellas las de Americo Vespucci, quien seguramente bebía los vientos por ella. Sin embargo, la bella Simonetta estaba enamorada de Marco Vespucci, primo de Americo, con quien finalmente contraería matrimonio.
Parece ser que al pobre Americo, desdichado y despechado como probablemente estaba, no le quedó otro remedio que precipitar una huida hacia adelante embarcándose hacia el confín del mundo en aquellas expediciones que recorrían con asombro el nuevo territorio que Cristóbal Colón había descubierto. Lo que no es leyenda sino realidad es que América se llama así en su honor.
Asunto curioso este porque, si la bella Simonetta no le hubiera plantado, ni hubiera vivido formidables aventuras, ni mucho menos la historia le hubiera reconocido nada menos que bautizando con su nombre a un continente entero. Que se sepa, nadie le preguntó a Americo Vespucci cómo le sentaron las calabazas de la joven modelo, pero resulta sugerente especular cómo fue el asunto, para extraer algunas ideas sobre cómo enfrentar el fracaso. Estos principios pueden resultarte útiles la próxima vez que tengas que enfrentarte con una situación difícil:
1. Americo Vespucci asimiló con rapidez el impacto que, sobre su existencia, tendría aquel fracaso. Primer principio: aceptar que las crisis dejan sentir su efecto sobre nuestra vida. Pretender que todo siga igual cuando las circunstancias han cambiado de modo significativo es pedir un imposible.
2. No se entregó a un llanto desconsolado, ni posiblemente se entretuvo en muchos porqués, sino que pasó a la acción alterando las circunstancias para provocar un cambio. Segundo principio: no adoptar un rol de víctima ni darle demasiadas vueltas al asunto. Quienes dramatizan en exceso, se quejan recurrentemente y culpan al mundo de todas sus desgracias están, quizá sin darse cuenta, adoptando un rol que no les ayuda en nada.
3. Se focalizó en el futuro. Americo pasó a la acción. Se enroló en un barco apostando por un mejor porvenir, construyendo así una vía de salida para su situación. Tercer y último principio: ponerse en marcha y pensar que la vida que aguarda tras un fracaso no tiene por qué ser peor que la anterior.
Un desengaño amoroso provocado nada menos que por la mujer más bella del mundo seguramente tiene suficiente potencial para enajenar a cualquiera. Sin embargo, la lección más importante que nos dejó Américo Vespucci es tan simple como poderosa: con la actitud adecuada, incluso detrás del más grande de los fracasos puede estar esperándonos el emocionante descubrimiento de un continente entero.
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