Álvaro Sánchez
Portugal crece al mayor ritmo desde 2013 e Italia sorprende favorablemente a dos semanas del referéndum constitucional.
Un empleado de Volkswagen en una cadena de montaje en Salzgitter (Alemania). EFE
En medio de un incómodo rumor de fondo para el comercio mundial, con los vientos proteccionistas que vienen del otro lado del Atlántico aún resonando tras la victoria de Donald Trump, las exportaciones alemanas, ese sector de solidez aparentemente granítica, pierden dinamismo. Así lo ha reconocido este martes el instituto de estadística germano, que ha publicado unas decepcionantes cifras de crecimiento del tercer trimestre, con un tímido avance de la economía del 0,2%, el peor dato del último año. "El crecimiento ha perdido inercia positiva", admite el organismo.
Los analistas esperaban más de Berlín después de la mejora del 0,7% en el primer trimestre y del 0,4% en el segundo, pero el enrarecido ambiente político internacional, con el Brexit y el repliegue nacional promovido por los populismos en marcha, puede tener como víctima propiciatoria a una economía tan dependiente del exterior como la alemana. "A diferencia de la mayoría de la eurozona, Alemania experimentó una significativa pérdida de confianza tras el golpe que supuso la decisión de Reino Unido de abandonar la UE", afirman los analistas de Citigroup. Con el parón de las exportaciones, el consumo de las familias, el gasto público y la construcción impulsaron el crecimiento.
El mal dato alemán es por ahora un tropiezo en el camino para una economía con una tasa de desempleo de apenas el 5,8%, su nivel más bajo de los últimos 25 años, que además encadena cuatro meses de aumento del índice de confianza inversora, lo que anticipa un posible rebote en el próximo trimestre. "Todo apunta a que se trata de un bache, no de un vuelco general", señala Andreas Rees, economista de Unicredit. Aun así, los avisos se multiplican: el descenso de las exportaciones alemanas en agosto fue el mayor desde el inicio de la crisis financiera; la ralentización de los emergentes es una realidad; no está claro que China, su tercer mayor socio comercial, logre evitar un frenazo brusco de su economía, y Estados Unidos acaba de votar por la incertidumbre dibujando un futuro escaso de certezas. "Si EE UU, el socio comercial más importante de Alemania, gira finalmente hacia el proteccionismo, el crecimiento alemán se vería afectado", advierte Carsten Brzeski, economista jefe de ING.
Si el gigante alemán da muestras de flaqueza, la segunda economía de la eurozona, Francia, avanzó también un 0,2% y ya reconoce abiertamente por boca de su ministro de Finanzas que será difícil cumplir con su objetivo de crecer el 1,5% este año. El parón puede tener efectos políticos. Angela Merkel y François Hollande tienen en el horizonte procesos electorales en los que esta vez no solo se enfrentan a la oposición tradicional: también al ascenso de la ultraderechista Marine Le Pen, a la que a día de hoy nadie discute su paso a la segunda vuelta de las presidenciales, y del movimiento antiinmigración Alternativa por Alemania. Cualquier grieta puede ser aprovechada por ambas formaciones para ahondar en la herida.
Más allá de las dos grandes potencias europeas, Eurostat ha constatado este martes una vez más la debilidad de la recuperación comunitaria, con un crecimiento trimestral del 0,3% para la eurozona, el ritmo previsto. Europa no sigue la estela de los grandes bloques, con las economías de Estados Unidos, China o Japón avanzando con más fuerza. Dentro de la atonía general, ha habido sin embargo dos sorpresas positivas: Italia ha abandonado el estancamiento del pasado trimestre para crecer tres décimas en un momento en que el primer ministro Matteo Renzi necesita granjearse todos los apoyos posibles a poco más de dos semanas del referéndum constitucional al que ha fiado su crédito como líder. La otra ha sido Portugal, que creció un 0,8% entre julio y septiembre, su mejor cifra en tres años y la tasa más alta de toda la eurozona junto a la de Bulgaria. La aceleración se ha cimentado en la mejora de las exportaciones, y puede permitir al país luso disminuir la cuantía de los recortes que, como a España, le exige Bruselas para cumplir con los objetivos de déficit.
España, que ya publicó su dato de PIB a finales de octubre, avanzó un 0,7% y espera crecer este año un 3,2%, el ritmo más alto de entre las grandes economías de la eurozona. Sin embargo, Bruselas ha enfriado sus previsiones para el año próximo al 2,3% entre las discrepancias del Gobierno, que confía en crecer al menos dos décimas más gracias a la inercia positiva de este ejercicio.
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