GERMÁN R. PÁEZ
Esta actividad sobrepasó el año pasado “cualquier otro negocio de tráfico y contrabando en la región”, según informes de inteligencia.
Migrantes rescatados al noreste de Trípoli (Libia), el pasado 21 de octubre. EFE
La crisis de los migrantes que buscan una vida mejor y de los refugiados que huyen de la barbarie y la inseguridad de sus países hacia Europa se ha convertido en una fuente de negocio para quienes, en parte, la están provocando: el autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y otros grupos yihadistas. En la Libia post-Gadafi, un país descompuesto del que partieron hacia Italia 102.130 migrantes hasta septiembre de este año, según ACNUR, el ISIS impuso peajes por valor de hasta un 30% de los casi 300 millones de euros que el tráfico de migrantes generó en ese país en 2015, según informes de inteligencia occidentales a los que ha tenido acceso EL PAÍS. Un beneficio máximo de 88 millones de euros que el califato obtuvo del cobro de comisiones a los traficantes que atravesaron sus puntos de control o que quisieron zarpar desde la franja de costa de hasta 150 kilómetros que los terroristas controlaban alrededor de la ciudad de Sirte, en cuyo centro aún resisten —a pesar de la ofensiva lanzada este año por fuerzas libias apoyadas por Estados Unidos— desde principios de 2015.
“Los migrantes prefieren salir de la costa que controla el ISIS porque tienen más posibilidades de llegar”, afirma Loretta Napoleoni, una economista que se presenta como “cronista del lado oscuro de la economía de la globalización” y acaba de publicar Traficantes de personas(Paidós, 2016), un ensayo en el que ofrece detalles y una insospechada visión de la implicación de los yihadistas en este negocio. Navegar bajo la supervisión del califato se ha convertido, según la experta, en una especie de “garantía de calidad” para los migrantes.El tráfico de migrantes, según los citados informes, sobrepasó el año pasado “cualquier otro negocio de tráfico y contrabando en la región”, con un volumen mayor al de otras actividades criminales típicas de la Libia post-Gadafi como el tráfico de drogas —entre 13-18 millones repartidos entre Libia, Túnez y Argelia—, de armas —entre 13 y 27 millones— y de cigarrillos y medicamentos —9 millones—.
El tráfico de migrantes, según los citados informes, sobrepasó el año pasado “cualquier otro negocio de tráfico y contrabando en la región”, con un volumen mayor al de otras actividades criminales típicas de la Libia post-Gadafi como el tráfico de drogas —entre 13-18 millones repartidos entre Libia, Túnez y Argelia—, de armas —entre 13 y 27 millones— y de cigarrillos y medicamentos —9 millones—.
“Los migrantes prefieren salir de la costa que controla el ISIS porque tienen más posibilidades de llegar”, afirma Loretta Napoleoni, una economista que se presenta como “cronista del lado oscuro de la economía de la globalización” y acaba de publicar Traficantes de personas(Paidós, 2016), un ensayo en el que ofrece detalles y una insospechada visión de la implicación de los yihadistas en este negocio. Navegar bajo la supervisión del califato se ha convertido, según la experta, en una especie de “garantía de calidad” para los migrantes.
Napoleoni asegura, por ejemplo, que el grupo terrorista ha establecido un máximo de 120 personas a bordo de los barcos que zarpan desde zonas bajo su control, lo que reduce el riesgo de un naufragio. En la primera quincena de agosto de 2016, hubo 35 operaciones de rescate de barcos de migrantes frente a la costa noroccidental libia, según uno de los informes de inteligencia consultados; todas lejos de la franja costera central alrededor de Sirte, la principal zona de influencia del ISIS. Lo mismo ocurrió con los demás “incidentes” registrados anteriormente este año en Libia, que siempre tuvieron lugar frente al tramo occidental. “Puede ser que donde está el ISIS no haya incidentes porque no suben al barco a demasiada gente”, asegura Napoleoni, que se muestra crítica con la agencia europea de control fronterizo: “Frontex no va a decir esto, no puede hacerlo porque tiene la responsabilidad de controlar las fronteras”.
Según la autora, que asegura contar con fuentes sobre el terreno, el ISIS establece una tarifa de 1.600 euros por persona e impone, a cambio del derecho a navegar desde sus costas, un impuesto del 50% del beneficio a los traficantes, a los que castiga si no obedecen sus reglas e intentan cobrar más a los migrantes por el trayecto. Cruzar el Mediterráneo desde el territorio de grupo islamista radical puede ser, según Napoleoni, más caro que hacerlo desde zonas controladas por otros grupos, pero también más seguro.
“La mayor parte de los ingresos del negocio van a otros grupos, no al ISIS”, afirma en conversación telefónica Christian Nelleman, el director del Centro Noruego de Análisis Global (RHIPTO). La anarquía que reina en el país, en el que pugnan varios centros de poder, es habitada por más de 1.700 grupos armados que han visto una oportunidad de lucrarse con la crisis de refugiados. “Incluso los traficantes de drogas comenzaron a pasarse a negocio de los migrantes”, dice Nelleman, que asegura que la mayor parte de los barcos no zarpan de los tramos de costa controlados por el ISIS, sino de la franja occidental, principalmente cerca de Sabrata (60 kilómetros al oeste de Trípoli).
“Muchos de ellos dicen ser yihadistas, pero en realidad no lo son; son criminales”, dice Loretta Napoleoni, que cuenta en su libro cómo Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) se creó en 2007, en parte, con el tráfico de cocaína y cigarrillos y el secuestro de occidentales, para después sumarse también al tráfico de migrantes en las rutas trans-saharianas. La autora habla de grupos “yihadista-delictivos” para los que la yihad no es sino una “pátina ideológica”. “Su única religión es el dinero”.
Para Nelleman, el tráfico de migrantes “ha caído drásticamente” en 2016 como una posible fuente de ingresos para el ISIS por la ofensiva lanzada por las tropas libias y secundada por los bombardeos de Estados Unidos, que les ha arrebatado el dominio de parte de su zona de influencia. “Han perdido algunos de sus puntos de control, incluyendo Nawfaliah [127 kilómetros al este de Sirte]”. Una opinión que no comparte Napoleoni, para quien la explotación de las rutas migratorias no depende de la dimensión de los territorios controlados por el grupo terrorista, sino de su presencia en puntos estratégicos, como ciertos tramos de costa desde los que puedan zarpar las embarcaciones.
La autora italiana cree además que el cierre de la ruta oriental hacia Europa, tras el acuerdo UE-Turquía y la operación Escudo del Eúfrates lanzada por Erdogan, puede redoblar la rentabilidad de la ruta del Mediterráneo central, la “única abierta ahora”. “La gente que huye ahora de Mosul no puede ir al norte cruzando por Turquía, así que van a intentar llegar a Libia, y para ello tienen que cruzar parte del califato. Igual que los afganos”, dice Napoleoni, que sí admite en su libro que el cierre de la frontera sirio-turca ha supuesto un duro golpe para el ISIS: en verano de 2015, el grupo terrorista llegó a recaudar allí medio millón de dólares diarios por un impuesto sobre el tráfico de migrantes, “más que lo recaudado por el tributo sobre el petróleo de contrabando”.
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