Imagen de combatientes kurdo-iraquíes en un tanque en la zona fronteriza de la guerra entre el grupo yihadista Estado Islámico y del Kurdistán iraquí EFE
Durante los últimos
días del pasado agosto y la primera semana de septiembre los prebostes del
autodenominado Estado Islámico sufrieron una sucesión de
desgracias cuyas proporciones están tardando en digerir. El primer alto cargo en caer fue el portavoz de la organización, Abu Mohamed al Adnani. Su fallecimiento fue
anunciado por medios afines al IS el 30 de agosto.
Una semana más tarde, el 6 de
septiembre, perdió la vida Abu al Hariz al Lami,
un dirigente a cargo de los medios de comunicación del grupo en Siria e Irak.
Apenas 24 horas después, murió en un ataque aéreo de la coalición internacional
que lidera Estados Unidos el ministro de Información
del Califato, el veterano Abu Mohamed al Furqan.
El óbito de Al Furqan, el principal
adalid del complejo entramado mediático del IS (Estado Islámico) solo fue
confirmado a última hora del lunes en un escueto comunicado que ensalzaba su contribución a una yihad asediada por la caza de sus líderes y
las derrotas en el campo de batalla.
En los últimos meses la muerte ha ido
alcanzado a notables caudillos del grupo,
miembros de su núcleo duro. Desde principios de 2016 han conocido el martirio Amr al Absi, gobernador del IS en la provincia siria de Alepo y principal urdidor de los
secuestros de occidentales; el número dos de la organización y ministro de
Finanzas, Abu Ala al Afri; el comandante en la provincia
iraquí de Al Anbar, Abu Wahib y Abu Omar al Shishani (El checheno, en
árabe), uno de los principales lugartenientes de la organización yihadista.
La mayoría de los caídos se sentaban en
el consejo de la Shura -el órgano del IS donde se dirimen los asuntos militares
y religiosos reportando directamente a Abu Bakr al Bagdadi- y algunos procedían
incluso de la extinta Al Qaeda en Irak, el germen del
movimiento que en junio de 2014 proclamó un califato a caballo de Siria e Irak.
"Las muertes son muy significativas. El IS tiene un
problema con los servicios de Inteligencia de la coalición y su penetración.
Están siendo capaces de eliminar a mucho personal de alto rango de la
organización", reconoce a EL MUNDO Ayman al Tamimi, experto en yihadismo.
En la mayoría de los casos, los
gerifaltes del IS han perdido la vida bajo el plomo de la alianza
internacional. A principios de año una unidad especial de soldados estadounidenses encargada de
identificar, capturar y liquidar a dirigentes del IS se asentó en Irak. Un
batallón similar actúa también en suelo sirio. "Es
peligroso ser líder del IS en Irak y Siria en estos
momentos", advirtió el portavoz del Pentágono Peter Cook el pasado mayo.
Hasta ahora, sin embargo, los adláteres de Al Bagdadi han demostrado su
capacidad y flexibilidad para reemplazar a los
desaparecidos con dirigentes de segundo nivel.
Así, han ascendido en el organigrama
personajes como Abu Mohamed al Shimali, un militante curtido
en Al Qaeda en Irak que actualmente controla el comité de
inmigración y logística del grupo, el organismo responsable de
-entre otros asuntos- el flujo de combatientes extranjeros. Sin embargo, no
todos los puestos han logrado recobrarse de la pérdida. "Abu Mohamed al
Furqan tendrá un relevo pero, por ejemplo, en el caso de Al Adnani no creo que
haya suplente. Directamente no habrá portavoz oficial", replica Al Tamami.
La estrategia de comunicación del IS, tocada
El hostigamiento de los bombardeos y los
objetivos liquidados han comenzado a hacerse sentir en el esqueleto del IS y en
pilares como la estrategia comunicativa. Una investigación publicada esta
semana -elaborada por el Centro para el Combate del Terrorismo, dependiente del
Departamento de Defensa estadounidense- constata la drástica reducción de mensajes que despacha el grupo terrorista.
Mientras en agosto de 2015 su producción
alcanzó las 700 comunicaciones -entre vídeos, artículos y comunicados de prensa-, un
año después la cifra se hundió por debajo de los 200 mensajes. "Esta
disminución sugiere que el grupo está luchando para mantener la
apariencia exterior de que su Estado funciona", subraya el
informe. La mengua también se ha trasladado al número de combatientes que han
emigrado a los confines del Califato. Según datos divulgados por el Pentágono
el pasado abril, el tráfico ha caído desde las 2.000 hasta las
200 personas al mes. Una severa carestía ha adelgazado, además, los
sueldos de quienes se han enrolado en sus filas.
La desaparición de cotizados
lugartenientes, duchos en el arte de la guerra, se suma a la pérdida de territorio malhiriendo el proyecto que
encandiló a miles de extremistas. "El control de territorio y la
aplicación de la ley islámica es parte integrante de la noción de Califato. Es
un gran golpe para su argumento de que se trata de un Estado islámico",
explica a este diario Amarnath Amarasingam, investigador de la Universidad
George Washington. "Aunque es cierto que este tipo de movimientos son
bastantes buenos racionalizando sus mermas. Si Al Bagdadi muere o se
pierden territorios, las provincias internacionales se convertirán
en un argumento de peso o pueden alegar que el control de un espacio físico
ya no resulta necesario".
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