domingo, 20 de noviembre de 2016

El fiasco del presidente Ulysses S. Grant 'avisa' del riesgo del 'trumpismo'. 4º ESO

The Huffingtonpost
Ángel Tristán

Si el pueblo norteamericano, y los ciudadanos de todo el mundo - a todos afectan las elecciones presidenciales en EEUU- quieren tener más pistas sobre cuál puede ser el futuro con Donald Trump en la Casa Blanca deben releer los libros de historia y detenerse en el mandato del presidente Ulysses S. Grant, valeroso general que derrotó a las fuerzas confederadas, pero un absoluto desastre como presidente. Además, como se sabe, Dios suele ayudar más al que tiene más cañones.
El Partido Republicano vivía una seria crisis interna, y nada mejor, en 1868, que ofrecer un candidato libre de toda sospecha, un hombre providencial, valiente, determinado, honrado, con dotes de mando. Y eligieron al ya legendario militar que, enfundado en su uniforme lleno de entorchados y sacando pecho, tenía sin duda una imagen atrayente, como puede verse en su álbum en Google. Pero ser un buen general no implica que se sea un buen presidente, como sin duda lo fue - y es una excepción mundial- el también laureado general y presidente Dwigt D. Eisenhower. Una de las muchas diferencias entre el segundo y el primero es que el gran planificador de las operaciones en la II Guerra Mundial, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas Occidentales, fue mucho más prudente, más inteligente y más responsable en el 1.600 de la Avenida Pensilvania.
Si Grant dejó que se multiplicaran los corruptos y los empresarios salteadores, en cambio el segundo advirtió muy seriamente a la nación en su discurso televisado de despedida de su cargo, el 17 de enero de 1961, contra la influencia indeseada sobre el gobierno federal del "complejo militar industrial". "En los consejos de gobierno debemos evitar la compra de influencias injustificadas, ya sea buscadas o no, por el complejo militar industrial. Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y se mantendrá. No podemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos".
Volvamos a 1868. El partido republicano, con un vistoso general y buen jinete como candidato, "puso pesadamente el acento en el patriotismo e hizo todo lo posible por agitar las pasiones anti-confederadas que aún subyacían cerca de la superficie de la nación. Se llamó a esto "agitar la camisa ensangrentada" (Isaac Asimov, EEUU de la Guerra Civil a la Primera Guerra Mundial). Como se esperaba, semejante candidatura ganó por una aplastante mayoría: 214 frente a 80 votos electorales de su oponente, venciendo en 26 de los 34 estados.
Todo triunfalismo y toda esperanza se fue desvaneciendo con rapidez. Pronto se vio que Grant no estaba dotado para el gobierno y que a su alrededor proliferaban los sinvergüenzas, los especuladores, los ladrones, los traficantes de influencias. André Maurois (seudónimo de Emil Salomón Wilhelm Herzog 1885-1967), en su Historia de los Estados Unidos, agrega a los elementos comunes en muchos libros sobre ese periodo un cruel sarcasmo. Decía Maurois que "un gran soldado puede ser un bebé en política" y que Grant poseía "un sencillo encanto, mucha bondad y una confianza ilimitada en sus amigos (...) Ignoraba todo lo referente a la Constitución y a los deberes del Presidente y no hacía ningún esfuerzo por saberlo (...) tenía aún, de vez en cuando, ciertos destellos de voluntad, durante los cuales aparecía su honradez congénita, pero recaía rápidamente en una pasividad que hacía tan desconcertantes sus decisiones...", y el historiador francés cita a continuación a Henry Adams: "como si se debiesen a la complejidad de un Talleyrand... Era imposible seguir el proceso del pensamiento del general. No se podía estar seguro de si pensaba siquiera...". "Que la evolución hubiera producido a Grant después de Washington - añadía Adams con sorna- era suficiente para desmentir las teorías de Darwin".
Las 'malas compañías' de George W. Bush se aprovecharon de su ineptitud e ignorancia para fomentar guerras y conflictos que beneficiaban a su interés particular u organizar una gran rapiña con la reconstrucción de Irak.
Tras los dos mandatos, pues frente a las evidencias volvió a ganar por una amplia mayoría, la corrupción había dejado al país como una masa de termitas deja las mejores vigas de un edificio. A su vez, como señala William L. Langer en su Enciclopedia de Historia Universal: "La creciente insatisfacción de muchos republicanos con la administración Grant había sido causa de la organización del Partido Republicano Liberal', apoyado por el Partido Demócrata, que se abstuvo de presentar candidato...."
Donald Trump, uno de esos millonarios que encantaban a Ulysses S. Grant, también parece que quiere rodearse de grandes empresarios y líderes de la extrema derecha capitalista como si eso fuera garantía de éxito honesto. Dice un viejo refrán canario que "quien nace lechón muere cochino", y es absolutamente improbable que, como ocurrió en los mandatos del militar que puso punto y final a las batallas de la guerra de Secesión, la 'corte de Donald' se mueva por el interés general y no por las cuentas de resultados de sus empresas o de sus bonus blindados, si son altos ejecutivos.
Hay un antecedente contemporáneo, que ya puede analizarse con cierta perspectiva: cómo las 'malas compañías' de George W. Bush se aprovecharon de su ineptitud e ignorancia para fomentar no solo guerras y conflictos que beneficiaban a su interés particular sino para organizar una gran rapiña con la reconstrucción, la privatización de parte de la actividad militar en el frente iraquí, y de paso para negar el cambio climático y mantener el negocio petrolero sin que las dudas sobre su futuro empañaran su cotización en bolsa. Como diría Henri Adams, la diferencia de comportamiento de Bush hijo con Bush padre también plantea dudas sobre la teoría de la evolución. O que a Obama le suceda un showman incendiario, matón y frívolo, que ha dividido a la nación con un mensaje de odio racial.
A Grant, un desastre en los negocios privados, le encandilaba el lujo de los acaudalados magnates. Así que sus legislaturas fueron de escándalo en escándalo. El del 'Caso Mobilier', por ejemplo. Una investigación del Congreso revela que Schuyler Colfax, vicepresidente en el primer mandato, y varios miembros del Congreso, como James A. Gardfield, poseían acciones que no habían pagado en el 'Credit Mobilier, la compañía que construyó el ferrocarril ´'Unión Pacific' y que veían a ser la misma cosa. "En resumen- añade Maurois- la operación consistía en despojar primero al Estado y después a la Unión Pacific". En 1874 William Richardson, secretario del Tesoro se vio forzado a dimitir para evitar una moción de censura. El secretario particular de Grant - relata Langer- estaba implicado en el escándalo del whisky, mientras que William Belknap, ministro de la Guerra, también tuvo que dimitir en 1876 para evitar la acusación de soborno. Etcétera.
Grant ganó muchas batallas como general, pero fue derrotado su falta de preparación política, su falta de respuesta ante la corrupción, su excesiva confianza en su círculo de amistades financieras y una crisis final que empañó sus medallas de guerra.

Para colmo, en 1873 comienza una crisis económica que adquiere enormes proporciones. "Una tempestad financiera", según Maurois. Todo había ido bien, pero estalló la burbuja. Los créditos se inflaban y "llegó un momento en que rebasaron los valores reales y que el mercado estaba a la merced del menor choque". Cuando Europa deja de comprar valores norteamericanos empieza a caer el castillo de naipes. Hubo 6.000 quiebras en 1874, 8.000 en 1875; 9.000 en 1876. "La desconfianza degeneró en neurosis colectiva. El número de suicidios fue en aumento..."
Ulysses S. Grant ganó muchas batallas como general, pero fue derrotado por una mortal cuádruple alianza: su falta de preparación política, base de su incompetencia; la falta de respuesta ante la corrupción; su excesiva confianza en su círculo de amistades financieras, y como colofón de tanto despropósito, la crisis final que empañó todas las medallas del héroe de la guerra.
Donald Trump ha dicho que va a llenar su gobierno de exitosos y relucientes empresarios y ejecutivos. Poner a los zorros a cuidar las gallinas no parece una idea sensata. Claro, a los zorros les parece una genialidad. Para los zorros las gallinas son mero alimento. Cuando son pillados con las plumas en el hocico, el daño está hecho.

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