Jacinto Antón
¿Jan Morris y el Yamato?, ¿la gran dama viajera autora de Venecia y Trieste y de esa maravillosa inmersión en el alma humana que es Conundrum (la narración de su proceso de cambio de hombre a mujer culminado en una reasignación de género) y el gigantesco, monstruoso acorazado japonés de la Segunda Guerra Mundial? ¡Qué singular pareja!
Puede parecer sorprendente que la escritora británica ya nonagenaria (Clevedon, Somerset, 1926) aborde el coloso nipón y consagre su último libro, Battleship Yamato. Of war, Beauty and Irony ("Acorazado Yamato, sobre guerra, belleza e ironía", Liveright Publishing Corporation, 2018) a la postrera singladura suicida y el hundimiento por la aviación estadounidense del navío insignia de la flota imperial japonesa al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero ya Morris, en cuya producción, como James y como Jan, se cuentan no solo obras maestras de la literatura de viajes sino espléndidos libros de historia (la serie Pax Británica) , escribió una biografía apasionada del almirante Lord Jacky Fisher (Fisher's Face,1995), el gran innovador de la marina británica antes de la Primera Guerra Mundial y creador de nuevos conceptos de buques en el límite de cuyo desarrollo puede verse el propio Yamato.
"Así es, hay una línea que lleva de Fisher al Yamato", dice la escritora por teléfono desde su casa de Trefan Morys, en Gales, donde vive con su esposa, Elizabeth,con la que han tenido cinco hijos; la pareja han mantenido la relación desde 1949, capeando todas las increíbles dificultades que pueden suponerse en una de las historias de amor más conmovedoras de nuestro tiempo. "Fisher (1841-1920) introdujo el concepto de esos poderosos barcos y del dominio naval por medio de ellos, una idea que llegó a su final con el hundimiento del Yamato el 7 de abril de 1945, a medio camino de Okinawa, por parte de la aviación de EE UU basada en portaviones, los barcos que sustituyeron a los grandes acorazados”.
Por supuesto, la aproximación de Jan Morris al desmesurado acorazado japonés (cada una de las torretas de sus cañones principales pesaba lo mismo ¡que un destructor entero!) va mucho más allá de un libro de historia militar. Lo que ha escrito, pleno de sugerencias, y que va acompañado de numerosas fotografías e ilustraciones (muchas de pinturas, de Meissonier y Velázquez a Picasso) en un alarde documental, es una suerte de poema en prosa acerca de un barco legendario y una reflexión humana, moral y estética sobre las batallas, la guerra y la derrota. "Desde luego no quise escribir un libro al uso sobre el acorazado y la Segunda Guerra Mundial, no es un libro de historia militar. Es más bien una reverie, una ensoñación o una meditación, con parte de elegía si quieres, sobre una leyenda y un símbolo, aunque también está la historia del drama del barco, con ecos de Shakespeare y de Tennysson". Y, añade, de “la terrible belleza” de Yeats.
Es sugerente pensar que Morris, que ha reflexionado mucho sobre su propia identidad y los aspectos prodigiosos de la misma, se identifique personalmente con el Yamato, tenido por un buque imposible, fuera de escala, hermoso y orgulloso, que algunos consideraron un barco monstruoso y un desafío a las leyes de la naturaleza.
Es Battleship Yamato asimismo un libro de viajes de la mejor autora del mundo viva del género. ¡Y qué viaje!: seguimos al acorazado en su último periplo, una operación suicida, un ataque Banzai, en el que el Yamato se comportó como un verdadero barco kamikaze, enviado a una misión sin retorno con la esperanza de que su sacrificio, amenazando a las fuerzas estadounidenses que atacaban Okinawa, pudiera servir para modificar de alguna manera el rumbo de la guerra. Fue inútil: 380 aviones con bombas y torpedos, Hellcats, Helldivers, Corsairs, Avengers y Wildcats, sometieron al Yamato a un via crucis de tres horas y media mientras el barco no dejaba de disparar (Morris describe de manera impresionante el combate), hasta que la gran bestia, mortificada de manera indecible (recibió diez torpedos y siete bombas), se fue a pique con 2.278 miembros de los casi tres mil de su tripulación.
"Me conmueve la suerte de esos marinos enviados a una última batalla sin retorno. Hay un gran drama en ese viaje". Eran el enemigo, sin embargo; la propia Jan Morris, entonces James, se graduó como oficial en Sandhurst y se incorporó al servicio activo poco antes de que acabara la contienda, así que el Yamato pudo haberle disparado, al menos teóricamente. Morris ríe al otro lado de la línea. "Ha pasado tanto tiempo... está todo olvidado. Hace mucho que dejé de ser un guerrero. Me gusta Japón, especialmente la gente".
Para los marinos japoneses, la tripulación del Yamato, Morris, que recuerda que la tradición naval nipona tenía mucho que ver con la británica, incluso nelsoniana, guarda solo respeto, admiración y compasión. Hay un pasaje maravilloso en el que el gran acorazado, con un crisantemo imperial de hierro en la proa, navega hacia su destino por los estrechos de Japón entre los cerezos en flor.
En su libro, la escritora compara al Yamato con otros barcos míticos de la Segunda Guerra Mundial. "El único con el que puede competir en altura legendaria es con el Bismarck. Yo cito también, aunque jugaba en una división distinta, el Prince of Wales, hundido precisamente por los japoneses en el Pacífico en 1941. De los tres tengo maquetas aquí en casa, la del Yamato comprada en un venta de caridad en Gales. El gran acorazado británico era el Hood, claro, pero el Bismarck lo hundió con una sola salva".
Morris menciona asimismo al Tirpitz, el gemelo del Bismarck, acechando media guerra en los fiordos noruegos como un tigre en su cubil pero mucho menos famoso que su hermano. ¿Y el Musashi? Era el gemelo del Yamato, lo hundieron en 1944 y precisamente se lo encontró hace poco, en 2015 (el Yamato fue localizado en los ochentas, a 240 metros de profundidad, y se acordó no reflotarlo). "No es lo mismo, el Musashi, no está a la altura mítica del Yamato, que es epónimo poético del mismísimo Japón". Los gigantes tenían un tercer hermano, el Shinano, convertido en portaviones y hundido por un submarino.
Morris no deja de señalar en el epílogo de su libro que, como los grandes héroes míticos, el Yamato, que tiene además un museo dedicado en Kure, ha adquirido una segunda vida celestial, a través de su sucesor en la imaginación: el navío de guerra espacial Yamato del anime japonés, un acorazado volador dotado de alas, cohetes y... armas nucleares.
EL MONSTRUOSO Y BELLO NAVÍO KAMIKAZE
Botado en 1940 (operacional en 1942), el Yamato, una mole de más de 70.000 toneladas y 263 metros de largo estaba armado hasta los dientes y contaba con la artillería más colosal jamás embarcada: sus tres gigantescas torretas apuntaban como dedos monstruosos nueve cañones de 460 mm, cada uno capaz de disparar proyectiles de 1.360 kilos a 42 kilómetros de distancia. En total, el Yamato disponía de 150 cañones y su blindaje lo hacía supuestamente invulnerable. Cargaba de serie 7 hidroaviones de reconociomiento (solo 1 el día de su hundimiento).
Desplegado en Midway y Leyte, disparó sus cañones por primera y última vez (antes del combate final) en esa segunda batalla.
Morris le descubre una belleza especial muy japonesa, “samurai style”. Explica que incluso había un santuario shintoista a bordo. Enviarlo a Okinawa, “a las fauces de la muerte”, al frente de la Segunda flota (Operación Cielo Número Uno) sin cobertura aérea, fue un suicidio, un acto de kamikaze marino, solo explicable en el ambiente de harakiri moral que reinaba en Japón en su ocaso.
Pinchando en el enlace se abre el reportaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario