Vista aérea de la falla de San Andrés, una cicatriz de 1.000 kilómetros de largo que atraviesa San Francisco, Los Angeles y San Diego.
La inusual actividad sísmica cerca de la falla de San Andrés
propició el descubrimiento
"California rocks, but it rocks with earthquakes too". La frase es un eslogan que se escucha estos días en la
radio para reflejar el sentimiento generalizado del privilegio que supone vivir
en esta parte del mundo -ya saben, clima extraordinario y multitud de
oportunidades laborales-, aunque con el inconveniente de los terremotos, un
factor especialmente preocupante tras el movimiento sísmico de las
últimas semanas.
Los sensores instalados en 1932 no
habían registrado semejante actividad en años, con más de 200 temblores casi de
forma consecutiva en la zona de Bombay Beach, en pleno desierto californiano y
junto al lago Saltón. Tres de ellos superaron la magnitud 4 en la escala de
Richter en menos de 24 horas, lo que llevó a la comunidad científica a
profundizar y dar con una nueva falla.
La han bautizado como la falla de
Salton, sin que sepan si representa una amenaza mayor para el oeste de Estados
Unidos. Sí preocupa por estar situada al sur de la temible falla de San Andrés,
que no ha sufrido una gran ruptura desde 1680, hace 336 años.
De acuerdo a los cálculos de los
expertos en sismología, de media se produce un gran terremoto cada 150 años,
por lo que ese gran temblor que todos esperan en el sur de California podría
darse en cualquier momento. El movimiento sísmico de hace unos días en Bombay
Beach disparó todas las alarmas a nivel estatal, con un aviso a la población
para que estuviera preparada.
Crece el riesgo de un gran terremoto
Según el Instituto Sismológico de EEUU,
las probabilidades de un gran terremoto de magnitud 7 en la escala de Richter o
superior aumentaron de forma dramática la semana pasada hasta un 1%, cuando
normalmente la probabilidad es de 1 entre 6.000.
"Cada vez que hay actividad
significativa cerca de la falla de San Andrés, los sismólogos se ponen
nerviosos", según explicó al Los Angeles Times Thomas Jordan, el director
del Centro de Terremotos del sur de California.
El último seísmo de consideración sucedió
en enero de 1994 de magnitud 6,7. Sacudió
el condado de Los Ángeles, causando 57 muertos y más de 8.700 heridos. El más
reciente se registró en 2008, un temblor de 5,5 grados que dejó ocho heridos en
la principal ciudad de California.
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