J. CARLOS CARABIAS
La asociación de exinternacionales da la voz de alerta: dos futbolistas de cada plantilla de Primera y Segunda se arruinarán en diez años.
Un juez ha ordenado el embargo de nueve millones de euros de una de las sociedades patrimoniales de Raúl, Europa Scar Sport, y el delantero que marcó una época en el Real Madrid y la selección española se ha declarado tranquilo: «Es un tema al que solo pueden contestar los abogados». Tal vez escape a ello, pero Raúl puede haber iniciado un proceso más común de lo que se imagina entre sus congéneres del balón, un intangible que Fernando Giner denomina el «síndrome del futbolista en quiebra». Giner es aquel defensa del Valencia que llegó a la selección española y que hoy se dedica a una labor casi humanitaria: rescatar a jugadores en riesgo de ruina. Lo hace a través de la Asociación Española de Futbolistas Internacionales (Aedfi), algo así como una ONG que ayuda a los astros en dificultad económica que pasaron por la selección. «No debe de tener usted trabajo. Si son todos millonarios...», vuela la reflexión hacia Giner. «Al revés. En este momento tenemos doce jugadores a los que auxiliamos», contesta a ABC.
Los programas de atención e integración a exdeportistas han proliferado en la última década. El Consejo Superior de Deportes, el Comité Olímpico Español, la Fundación Miguel Induráin o la Fundación Adecco han desarrollado proyectos para ayudar a deportistas en la transición de su actividad profesional al mercado laboral. La Caixa destina, en colaboración con el COE, 500 millones a integrar a 1.900 deportistas a la sociedad del trabajo y la competencia. «Nuestra labor es ayudarles más allá de la competición», dice Alejandro Blanco, el presidente del COE. Pero los futbolistas de élite, los primeros espadas, no son cualquier deportista. No, al menos, en lo relativo a su cuenta corriente. Los niños sueñan con el torrente de millones que flota alrededor de los futbolistas, pero el flujo no es eterno, sino efímero en muchos casos, según relata por propia experiencia Fernando Giner.
«Está comprobado. Dos jugadores de cada plantilla de Primera o Segunda terminan arruinados, aunque hayan ganado muchos millones. Es un proceso común. Los primeros años después de retirarte los dedicas a vivir lo que no has vivido. Viajes de placer, hijos, casas, caprichos. Y eso tiene un precio. Durante años nadie se inquieta. Al cabo de ocho años, vas al banco y ya no hay tanto dinero. A los diez empiezas a pensar que necesitas trabajar. Pero trabajar ya no es fácil para una persona de 40 o 45 años. Te quieres enganchar otra vez, pero estás fuera del circuito y del mercado laboral. Y sin estudios. A los quince años ya no te queda nada en el banco».
Según los cálculos y las estadísticas que manejan en Aedfi, 1.200 profesionales que están compitiendo en las ligas de Primera y Segunda entrarán en quiebra dentro de quince años. Un futbolista profesional de Primera cobra un salario mínimo de 130.000 euros y un máximo ilimitado: lo que ofrezcan los jeques árabes. Parece difícil o, al menos torpe, dilapidar esas fortunas. «Ya sé que los aficionados se sorprenderán por lo que digo, pero es cierto. Es así. Te acostumbras a un ritmo de vida muy alto, en el que muchas veces no pagas nada. Cuando te retiras, sigues con el mismo ritmo, pero ya no te llaman, no te citan para una cena... Y pagas mucho. En cuanto haces una mala inversión o llega un divorcio, los millones se esfuman».
La burbuja del ladrillo se llevó por delante a miles de familias y a muchos futbolistas. La construcción y la vivienda suelen ser el refugio más habitual del dinero del fútbol. «Sí -contesta Giner-. El futbolista invierte en lo que está de moda. Y las modas pasan. Como la mayoría no tienen formación, dejan sus negocios en manos de abogados. No se preocupan por los balances o el día a día de sus empresas. Una mañana llega el abogado y dice “este negocio ha salido mal y hay que cerrar”. Y te quedas con una mano delante y otra detrás. El futbolista se vuelve desconfiado y deja las inversiones en manos de padres, familiares o amigos. Pero tampoco ellos suelen tener formación para manejar tanto dinero».
Algo de esto le sucedió a Xavi, el cerebro del Barcelona, inmerso en un desplome de sus empresas de construcción. Piqué o Iniesta son la antítesis. El defensa es el dueño de una compañía de videojuegos, Kerad Games, que da empleo a una treintena de personas. Iniesta exporta vino de su tierra manchega con bastante éxito.
«Un futbolista no se acostumbra a un horario. No ha recibido educación académica para especializarse en alguna materia y le cuesta reciclarse -explica Giner-. Se ha pasado toda la vida entrenando para luego jugar al fútbol. Por la intensidad de la vivencia, una década en el fútbol profesional puede parecer veinte años».
La Asociación Española de Futbolistas Internacionales tiene una doble labor pedagógica y auxiliar. «Prestamos ayuda con psicólogos y también económica. El dinero sale de la cuota de los abonados. Sobre todo, les echamos una mano para encontrar un trabajo. Cuestión que no es fácil cuando hay algún caso de 60 años sin ingresos de ningún tipo. También sabemos que hay muchos futbolistas arruinados que no lo dicen por orgullo».
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