EL PAÍS ECONOMÍA
Luis Doncel
Una tasa de paro en mínimos de ocho años, 15 trimestres consecutivos de crecimiento, caída del déficit público al nivel previo a la crisis... Los 19 países de la unión monetaria encadenan datos positivos. Pero algunos riesgos siguen latentes.
Un operario lanza un cabo en el puerto de Amberes. SANDER DE WILDE/CORBIS GETTY IMAGES
La escena era habitual. Organismos como la Comisión Europea o el Fondo Monetario Internacional se veían obligados a desdecirse y revisaban a la baja sus proyecciones de crecimiento para la eurozona. Con frustrante insistencia, la realidad se empeñaba en ser peor de lo que parecía. Pero la tendencia se ha invertido. Una década después del estallido de una crisis que nunca ha terminado de irse, el optimismo parece haberse instalado en la eurozona.
“La actividad sorprendió al alza en países como Alemania y España gracias a la fuerte demanda interna. […][...] Y, después del referéndum en el que Reino Unido decidió abandonar la UE, la evolución allí también ha sido mejor de lo esperado”, aseguró la semana pasada el economista jefe del Fondo, Maurice Obstfeld. “La recuperación europea continuará este año y el próximo. Por primera vez en casi diez años, esperamos que todas las economías de la UE crezcan en el periodo 2016-2018”, decían los economistas de Bruselas en las previsiones publicadas en febrero.
Hay un rayo de optimismo, sí. Pero Europa sigue siendo un saco de problemas. Las tensiones políticas asociadas al auge de los populistas —lo que el economista alemán Guntram Wolff define como “el riesgo existencial de la UE”— se han atenuado, pero no evaporado. A falta de una sorpresa mayúscula, Francia desaparecerá del primer plano de atención el próximo domingo, cuando el europeísta Emmanuel Macron asegure su traslado al Palacio del Elíseo, sede de la Presidencia de la República. Preocupa sobre todo Italia, con unas fuerzas populistas al alza y un sistema financiero hecho unos zorros. Pese a estos riesgos, hace tiempo que las frías estadísticas se empeñan en dar buenas noticias.
El efecto del ‘Brexit’
El paro cayó el pasado al 9,5%, todavía un nivel alto en comparación con países como Estados Unidos. Pero es el mejor dato registrado en la eurozona en los últimos ocho años. En estos 12 meses, los 19 países que comparten el euro crearon 1,2 millones de empleos, casi la mitad de ellos en España. La UE encadena además 15 trimestres consecutivos de crecimiento y el agujero en las cuentas públicas va encogiendo poco a poco: el déficit en la unión monetaria cayó el año pasado al 1,5%, el porcentaje más bajo desde el inicio de la crisis en 2008. Los analistas prevén que la tendencia positiva continúe esta semana, cuando la agencia estadística europea publique sus datos de crecimiento y empleo del primer trimestre del año. Y la inflación, el termómetro que marca la temperatura de la economía, ha vuelto a hacer acto de presencia.
ITALIA Y GRECIA, LOS DOS FOCOS DE PREOCUPACIÓN
Un sistema político incapaz de reformarse y de ofrecer estabilidad, unos bancos comatosos y unos débiles datos macroeconómicos. Italia se presenta como el actual enfermo de Europa. “El riesgo mayor está en Italia y en su sector financiero. La situación ahora parece calmada, pero esto puede cambiar a medida que nos acerquemos a las elecciones”, asegura Bert Colijn, analista de ING.
Como si el tiempo se hubiera congelado, el problema griego sigue ahí. Su economía volvió a caer en el último trimestre de 2016. Y los socios europeos siguen sin abordar el pecado original heleno: la sostenibilidad de su deuda. “Grecia continuará siendo el gran lastre de la eurozona. Ocho años después, sus problemas no se han resuelto. Supone un fracaso coletivo de los líderes políticos”, resume Guntram Wolff, del think-tank Bruegel.
“Todos estos datos han supuesto una sorpresa para nosotros. Sobre todo porque el crecimiento ya no se basa principalmente en el sector exterior, sino en la demanda interna. Es un síntoma de que la mejoría se asienta en un mercado laboral más robusto”, opina desde Holanda Bert Colijn, economista jefe del banco ING.
El optimismo reinante contradice, por ahora, los anuncios catastrofistas ante sucesos que sacudieron momentáneamente los mercados como el Brexit o la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. En contra de lo que algunos predecían, la hecatombe no ha llegado. El Gobierno británico llegó a advertir antes del referéndum que, si los partidarios de abandonar la UE vencían, se vería obligado a poner en marcha una catarata de recortes sociales para hacer frente a un agujero presupuestario de 30.000 millones de libras (más de 35.000 millones de euros, al cambio actual). Es muy pronto para predecir los efectos finales de un divorcio complicadísimo que además se alargará durante años, pero por ahora las aguas discurren sosegadas. El consejero delegado del Santander, José Antonio Álvarez, dibujó esta semana un panorama tranquilizador al vaticinar un efecto menor del Brexit y descartar una recesión que meses antes se daba como segura.
Uno de los protagonistas indiscutibles de la recuperación es Mario Draghi. El presidente del Banco Central Europeo evitó lo peor en 2012 con su famoso anuncio de que haría “lo necesario” para evitar la ruptura del euro. Y sus medidas extraordinarias —los tipos ultrabajos y las compras masivas de deuda que tantos sarpullidos generan en Alemania y países satélites— volvieron a ser decisivas para sostener el crecimiento. El pasado jueves, tras la reunión del Consejo de Gobierno del BCE, el italiano estiró una vez más las palabras. Reconoció que la recuperación, “antes frágil y desigual”, es ahora “sólida y amplia”. Pero también alertó de los riesgos a la baja, una forma de ganar tiempo ante los halcones que le reclaman una retirada rápida de los estímulos a la economía.
La eurozona creó 1,2 millones de empleos en un año, casi la mitad en España
¿Quiere decir esto que la crisis interminable que comenzó siendo financiera, luego mutó hasta contagiar a la deuda soberana y acabó convirtiéndose en un virus que atacó el corazón de los sistemas políticos europeos ha terminado de una vez por todas? Es muy pronto para dar una respuesta definitiva. Los nubarrones asoman sobre todo en Italia y Grecia. “Pero, por primera vez desde 2008, en la UE no hay ninguna economía en recesión. No hay duda de que lo peor ha quedado atrás”, responde Daniel Fuentes, analista de Analistas Financieros Internacionales.
Más cauto fue Draghi en su conferencia del jueves. El italiano no quiere apresurarse y poner en riesgo la coyuntura con una vuelta temprana a una política monetaria más convencional. Es esta una muestra de que los tiempos de normalidad todavía no han llegado a la eurozona.
Un sistema político incapaz de reformarse y de ofrecer estabilidad, unos bancos comatosos y unos débiles datos macroeconómicos. Italia se presenta como el actual enfermo de Europa. “El riesgo mayor está en Italia y en su sector financiero. La situación ahora parece calmada, pero esto puede cambiar a medida que nos acerquemos a las elecciones”, asegura Bert Colijn, analista de ING.
Como si el tiempo se hubiera congelado, el problema griego sigue ahí. Su economía volvió a caer en el último trimestre de 2016. Y los socios europeos siguen sin abordar el pecado original heleno: la sostenibilidad de su deuda. “Grecia continuará siendo el gran lastre de la eurozona. Ocho años después, sus problemas no se han resuelto. Supone un fracaso coletivo de los líderes políticos”, resume Guntram Wolff, del think-tank Bruegel.
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