Anatxu Zabalbeascoa
Vanessa Montero
Eterna candidata al Nobel de Literatura, pionera en la lucha por la igualdad y activista contra la violencia amparada en la tradición o la religión, la egipcia Nawal el Saadawi ha utilizado su vida como material para sus 60 libros. El más conocido, ‘Mujer en punto cero’, acaba de reeditarse.
LA
IGUALDAD por la que la escritora, psiquiatra y activista egipcia Nawal el
Saadawi (Kafr Tahl, 1931) lleva seis décadas luchando está lejos de ser real.
“Tanto en Egipto como en Estados Unidos”, precisa. Eterna aspirante al Premio
Nobel de Literatura, la polémica autora de Mujer en punto cero (Capitán Swing,
en castellano, y Angle, en catalán) ha conocido los dos lados del poder. Fue
directora de salud pública en su país y consejera de la ONU para el programa
Mujeres en África. Pero tuvo que publicar sus libros en Líbano cuando fueron
censurados en Egipto y exiliarse tras ser encarcelada y acusada de
revolucionaria. En el Palau Macaya de la Fundación La Caixa de Barcelona
explica por qué incluso la prostitución puede ser liberadora en ciertos países
y por qué es una feminista en contra del
velo, aunque algunas mujeres aseguren llevarlo voluntariamente. Sus
60 libros, traducidos a 40 idiomas, están basados en sus vivencias. Tras años
de destierro, regresó a El Cairo porque cree que allí puede ser más útil. En
2011 muchos ciudadanos coreaban sus ideas en la plaza Tahrir de su ciudad. Ella
también estuvo allí. Nada en sus movimientos y energía delata los 85 años que
tiene.
Lleva décadas defendiendo los
derechos de la mujer en la zona del mundo en la que parecen más vulnerables.
¿Qué ha mejorado? La esperanza es poder. En prisión, bailaba
para animarme. Nunca me he rendido. Pero lo que más me preocupa de Egipto es lo
mismo que me inquieta del resto del mundo. No es posible separar lo local de lo
global. Vivimos en un único mundo, no en tres, y está dominado por el mismo
poder capitalista, patriarcal y religioso.
¿Todas las religiones son
represivas? Todas: el cristianismo, el islamismo y el judaísmo, las
tres religiones monoteístas que dominan al mundo, son un sistema machista,
racista, militar y fanático que oprime particularmente a las mujeres y a los
pobres. En Egipto fuimos colonizados por los británicos y ahora estamos colonizados
por los estadounidenses y los europeos. Las mujeres nunca podrán ser liberadas
en un país que no esté liberado. En el ámbito solo de los derechos de las
mujeres ha habido regresión. Hace medio siglo, en la Facultad de Medicina nadie
llevaba velo. Ahora el 90% de las mujeres se cubre la cabeza.
Bajo un mismo nombre, el
feminismo lucha por cosas diversas. Algunas feministas aprueban el velo. Lo
consideran parte de la libertad individual. ¿No es posible estar a favor del
velo si defiendes la igualdad? El velo empezó en el judaísmo
y el cristianismo. Era el castigo a Eva por haber accedido al conocimiento,
comiendo del árbol de la ciencia. El velo simbolizaba el corte de la cabeza.
Ese es el problema: convierte a las mujeres en cuerpos sin cabeza. En el cristianismo,
cuanto más devota era una mujer, más se cubría. Piense en las monjas. El islam
lo heredó. De modo que no se puede ser feminista y aprobar el uso del velo. Ahí
no hay libertad de elección, admitirlo es aceptar la esclavitud.
¿Qué ha visto mejorar? En
Egipto luchamos conjuntamente contra los islamistas radicales y el colonialismo
estadounidense y europeo. Las mujeres también estamos luchando. Y estamos
ganando.
¿Qué están ganando? Según
Unicef, en el mundo todavía hay 200 millones de mujeres con los genitales
mutilados. La ONU quiere erradicar la ablación para 2030. ¿Por qué tan tarde? La ONU
es muy conservadora. Tampoco han condenado la mutilación genital masculina.
Como médico, estoy en contra de ambas. Millones de hombres sufren biológica,
psicológica y socialmente cuando se les practica la circuncisión. He luchado
toda mi vida contra esto y creo que avanzamos porque el Gobierno egipcio aprobó
en 2008 una ley que prohíbe la circuncisión y la ablación.
Cuando Nawal
el Saadawi tenía seis años, su daya, la mujer que cuidaba de ella y sus
hermanos, entró en su habitación y buscó su cuerpo bajo las sábanas con una
cuchilla de afeitar. La niña no supo qué ocurrió aunque sintió un dolor que la
atravesaba y empezó a sangrar. Lo ha contado en su novela La hija de Isis (Del
Bronce).
Que a usted le cortaran el
clítoris marcó su vida. Y su literatura. El enfado te despierta.
He utilizado mi rabia para proteger a las mujeres, a los niños y a los hombres.
¿Qué recuerda? ¿Estaba su madre
delante? Por supuesto. Ella también había sido mutilada.
¿Y ni siquiera así pudo
evitarlo? No se daba cuenta. No conocía otra cosa. Ni yo me
planteaba que hubiera posibilidad de no pasar por eso. Solo fui consciente del
daño que implicaba cuando estudiando Medicina vi cómo mutilaban a otras niñas.
Entonces regresó el dolor. En psiquiatría existe una amnesia llamada de
infancia, uno olvida lo doloroso, pero ese daño vuelve cuando lo ves en otros.
Su escritura habla de ese
dolor. Es mi memoria.
En su infancia, ¿no habló de la
ablación con sus hermanas o amigas? Imposible. Lo considerábamos
algo natural, no se nos pasaba por la cabeza que pudiera no practicarse.
¿Cómo la afectó físicamente? Al
principio no me di cuenta.
¿Pudo sentir placer sexual? No. En
realidad, yo no he tenido vida sexual.
Tiene dos hijos. Los
hijos no tienen nada que ver con los orgasmos. Las mujeres mutiladas sabemos
que el primer órgano sexual del cuerpo es el cerebro. He alcanzado orgasmos con
mi mente; en mis matrimonios, jamás.
"LA DIGNIDAD TIENE MUCHO QUE VER CON
PODER PAGAR TUS GASTOS"
¿Por la ablación? En
parte, pero la inhibición por educación es tan negativa como la mutilación.
Usted, que lo ha discutido
todo, ¿no cuestionaba esa inhibición? La primera educación
puede lavarte el cerebro. Me costó aprender que el sexo no era algo sucio. El
islamismo, el judaísmo y el cristianismo están de acuerdo en ese punto. La
Virgen María no tuvo sexo. Pensé que yo sería igual, que pariría sin practicar
sexo.
¿Su hija padeció ablación? No.
Jamás lo hubiera permitido.
Se convirtió en psiquiatra para
lidiar con este tema. Muchos problemas físicos se resuelven en
la mente. Fui una niña inhibida sexual, política y socialmente. Pero mi mente
rompió todos esos tabús y me hizo libre. Aunque la mente tiene límites: cuando
te cortan el clítoris, no te lo puede implantar de nuevo.
De 1966 a 1972 fue directora
general del Ministerio de Sanidad egipcio. Protestar le costó el puesto. El
ministro era un dictador y me acusó de revolucionar a la gente por decir cosas
como las que le estoy contando. El poder no quiere afrontar cómo ejerce el
mando. Incluso cuando viví exiliada en Misuri (Estados Unidos) tuve que
enfrentarme al presidente de mi universidad. Era pro Bush. Yo lo critiqué
durante una conferencia y me echó. Siempre he tenido problemas por opinar por
lo que me parecía injusto.
¿Cómo ha lidiado con tanto
conflicto? Escribiendo: la escritura es poder.
Vivió casi dos décadas en EE UU
y dio clase en Nueva York, Florida, California… Sí. Y
en todas partes vi mujeres oprimidas. Viven bajo el mismo sistema capitalista,
patriarcal y de control religioso.
¿No hay algún lugar en el mundo
donde los derechos humanos sean más respetados? Claro
que hay grados de desigualdad: no es lo mismo Suecia que Arabia Saudí, pero hoy
todos vivimos bajo la misma sociedad de consumo que pone el dinero por encima
de las personas.
Una carta de protesta a Dios
fue su primer escrito. El poder del Estado y el divino oprimen.
Por eso los Gobiernos necesitan a la religión. Precisan de Dios para justificar
la injusticia. Escribí la carta con siete años. Sacaba muy buenas notas y le
dije que si era justo debía tratarme como a mi hermano, o incluso mejor, porque
las suyas eran malas. Le escribí que si no respondía no creería en él.
¿Por eso nunca creyó? ¿Qué
entendemos por Dios? Para mí Dios es la justicia. Eso lo
aprendí de mi abuela paterna, que era campesina y no había leído nunca el
Corán. La justicia, la libertad, el amor es mi Dios. Es mi diosa [carcajada],
corríjalo.
Ha escrito que deshacerse del
deseo nos hace libres. ¿Eso no es budismo? El
budismo también tiene cosas malas. Y Buda era machista. Desprenderse de
cualquier atadura nos libera. Incluso de la de la maternidad, que esclaviza a
las mujeres. Fui una esclava de mis hijos. Toleré tres maridos por ellos.
Cuando me divorcié me libré de la prisión del matrimonio y de la atadura de la
maternidad. Hay montones de prisiones: salimos de una y caemos en otra.
¿Qué relación tiene con sus
hijos? Muy buena. Son independientes. Mi hija escribe. Mi hijo
hace películas. Los veo poco. Pero me alegro cuando ellos se alegran. Eso es
todo lo que necesito.
En 2011, mucha gente congregada
en la plaza Tahrir de El Cairo gritaba sus ideas. ¿Cómo transformar el enfado
en política? Despertando a la gente. Nadie puede liberar a nadie,
excepto uno mismo.
¿Las mujeres poderosas ayudan a
alcanzar la igualdad? Algunas no entienden el
feminismo. Creen que ser feminista es odiar a los hombres. Y nada de
eso: yo amo a los hombres progresistas. Y a las mujeres progresistas. No me
gustan las que para mandar se vuelven patriarcales, y la mayoría de las que
llegan a ministras o consiguen presidir algo lo hacen. Ese tipo de persona no
ayuda a las mujeres. Las perjudica. Por eso las mujeres poderosas para mí son
las que luchan contra la desigualdad en su propia familia, en sus trabajos y en
su vida cotidiana. Eso es lo que cambia las cosas.
Ha escrito que todas las
mujeres son prostitutas. El matrimonio es prostitución.
“NO ME GUSTAN LAS MUJERES QUE, CUANDO
MANDAN, SE VUELVEN PATRIARCALES. Y LA MAYORÍA LO HACE”
Usted se ha casado tres veces.
¿Así se sintió en sus matrimonios? No, por una razón muy
sencilla: siempre he sido el sustento económico. Nunca me trasladé a una casa
de mi marido. Nunca acepté un regalo, ni de él ni de ningún otro. En una
relación sentimental no puede haber relación económica, y no es fácil porque
entendemos los regalos como demostraciones de afecto, pero conducen al
sometimiento. Y en mi país, con mucha frecuencia, un matrimonio oculta lo que
entiendo como prostitución encubierta. La dignidad tiene mucho que ver con
poder pagar tus gastos.
¿Amó a sus maridos? Bueno,
amor es una palabra muy grande. No he encontrado el hombre que me hiciera
amarlo. Amé a mi abuela, a mis hijos, a mis padres. Pero el amor pleno no puede
existir en una sociedad capitalista y patriarcal en la que una parte de la
población domina a la otra. Lo que entendemos por amor también es producto del
sistema bajo el que vivimos. Los hombres tienen tantos prejuicios como las
mujeres. Viví con mi tercer marido, un activista marxista, durante 43 años. Estuvo
encarcelado por defender los derechos humanos y sin embargo en casa oprimía a
nuestra criada. Estaba lleno de contradicciones. Ninguna de mis parejas –ni mi
marido médico, ni el segundo que era juez ni el tercero activista– me ha
tratado como a un igual.
¿Usted no tiene
contradicciones? Claro. Tratar de ser justo es un trabajo vitalicio porque
las capas psicológicas que heredamos nos hacen ver como natural el
sometimiento.
¿La prostitución no es otro
tipo de esclavitud? Depende. La protagonista de Mujer en punto cero se libera de la esclavitud a la que
la somete su marido gracias a la prostitución.
¿Existió? Estuve
con ella tres horas. Fue ejecutada. Pero me contó su demoledora historia. Por
eso escribí el libro.
Ella asesinó a su chulo.
¿Defiende llegar al asesinato para ser libre? Estoy
contra el asesinato, pero puedo matar. Cuando me encarcelaron, mi mejor amiga
era una asesina. Cuando uno es creativo, mata con su lápiz. Si no hubiera sido
escritora, hubiera podido llegar a matar.
¿Se convirtió en novelista para
llegar a un mayor número de lectores? No. Escribí mi primer
libro con 13 años: Memorias de una niña llamada Squad. Quería ser bailarina
porque soy muy atlética. Todavía nado. Mi sueño era unir la fuerza de mi
cuerpo, mente y espíritu. El esplendor se da cuando esos tres van juntos. Lo que los separa es la
religión.
¿Cómo educó
a sus hijos? No los eduqué. Se educaron ellos. Mi hija es escritora. Y hace
poco publicó un texto explicando que los había educado sin ser autoritaria pero
siendo valiente. Observándolos, dejando que tomaran decisiones. ¿Usted ha hecho
lo mismo?
Me temo que no. ¿Los
oprimió?
Bueno, espero que ellos no lo
sientan así. ¿Cómo se educa sin intervenir? Cuando
me preguntaban, respondía. Nunca los obligué a nada. No quise utilizar la
autoridad. Uno educa más con lo que hace que con lo que dice. No puedes enseñar
algo que tú no practicas. Mis hijos viven en Egipto porque no serían capaces de
irse. Creemos que tenemos que ayudar.
¿Sus maridos trataban de educar
a sus hijos? No quise que les mandaran. Estoy en contra de toda
autoridad que no sea moral. Los niños necesitan madres poderosas que los
protejan de sus padres.
Está asumiendo que los padres
son negativos. Ser poderoso sin razón para serlo genera agresividad. Mis
hijos fueron libres y ahora son personas creativas.
Cuando en 1981 la encarcelaron,
¿la juzgaron? Qué va. [El entonces presidente egipcio] Anuar el Sadat
dio la orden por unas conferencias que di oponiéndome al acuerdo entre Israel y
Egipto.
Pero años antes, cuando Israel
invadió Egipto en 1968, sí la dejaron trabajar como médico voluntaria en el
frente. Estoy contra la injusticia, la colonización, la invasión
militar. No diferencio entre política, economía o sexualidad. En todos los
ámbitos la injusticia es inadmisible.
Pasó tres meses en la cárcel. Hasta
que asesinaron a El Sadat. Si no lo hubieran matado podría seguir allí.
¿Qué aprendió? Mucho.
Siempre aconsejo una temporada en prisión. El dolor es el mejor educador: mi
vida está llena de él, por eso he podido crecer. En la cárcel, los presos están
clasificados por grupos: ladrones, asesinos, traficantes y políticos. Me hice
amiga de una asesina que se había convertido en la asistenta de la carcelera
porque esta se dio cuenta de que era una asesina honesta: había matado a su
marido harta de que violara a su hija.
¿Volvió a verla? La
mataron en la cárcel. Allí escribí Memorias
de la cárcel de mujeres. A los presos políticos no nos daban papel,
pero las prostitutas tenían papel higiénico y lo escribí en uno de sus rollos.
Es uno de mis mejores libros.
Mubarak, sucesor en la
presidencia de El Sadat, la sacó de la cárcel en 1981 y luego, en 2005, usted
se presentó a las elecciones a la presidencia de su país compitiendo con él. Fue
para enviar un mensaje sobre lo que se podía hacer, pero la policía empezó a
perseguirnos. Al final nos lo prohibieron. Todos los Gobiernos que he
conocido están contra los pobres y del lado del 1% de la
humanidad que controla el capital. Eso hoy es aplicable a todo el planeta.
¿Preferiría el Nobel de
Literatura o el de la Paz? El premio que me interesa es
que uno de mis libros le cambie la vida a alguien.
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