Juan José Mateo
La Cámara votará homenajear al republicano que fotografió el campo de Mauthausen.
Francisco Boix, tras la liberación del campo de Mauthausen.
Sus ojos no solo vieron las atrocidades de los nazis: sirvieron para que luego los verdugos respondieran de sus crímenes en los juicios de Nüremberg. Durante meses infernales, rodeado de muerte, Francisco Boix preservó las pruebas que atestiguaban el horror del campo de concentración de Mauthausen-Gusen (Austria). Prisionero enrolado en el laboratorio fotográfico, este español escondió los negativos que luego permitieron demostrar el terror cotidiano de la vida tras las alambradas. Ahora, el Congreso quiere instar al Gobierno a que homenajee su figura y la del resto de republicanos esclavizados bajo el yugo nazi. Francia lo hará el 16 de junio: Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, presidirá la sepultura de los restos mortales de Boix en el cementerio de Pêre Lachaise, donde yacen algunas de las más grandes celebridades de Francia.
“Boix representa los valores sobre los que se cimenta la convivencia entre personas que piensan distinto y que sufren de igual manera ante el terror y la barbarie de un campo de concentración: generosidad, sacrificio, entrega, dar al otro”, resume Miguel Gutiérrez, secretario general en la Cámara Baja de Ciudadanos, que es el grupo que ha registrado una iniciativa reivindicando la obra de este reportero de guerra. “Es de justicia poner en valor que un compatriota en los campos de concentración hizo ese trabajo y puso material gráfico para que se viera qué es lo que pasaba allí”.
Unos 9.000 españoles acabaron en los campos de concentración nazis tras huir de España después de la victoria de Franco en la Guerra Civil. La mayoría fueron deportados al campo de Mauthausen, en Austria, donde los prisioneros trabajaban para vivir en una cantera que era su sentencia de muerte. Boix fue uno de ellos. Un tipo “vital, valiente, golpeado pero optimista, divertido, interesante y dinámico”, según descripción de Jorge Semprún en el documental Francisco Boix, un fotógrafo en el infierno. Era el preso 5.185. Intérprete. Hasta que consiguió que le trasladaran al laboratorio fotográfico: la puerta a su salvación y a la memoria, porque logró sustraer miles de negativos de fotografías sobre la vida y la muerte en el campo, cuya destrucción había ordenado Adolf Hitler tras la derrota de Stalingrado.
“Estamos hablando de 7.200 españoles y de que solo un tercio sobrevivieron”, recuerda María José García Pelayo, portavoz de cultura del PP. “Esto no es una cuestión política ni ideológica, es una cuestión de humanidad, de corazón, de sentimientos y de reconocimiento a unas personas que fueron víctimas de una masacre”, sigue en referencia a la propuesta de Ciudadanos, que el PP no bloqueará. “Me gustaría que este debate saliera de la política, se eliminara lo ideológico y que pensáramos que fueron seres humanos exterminados”, pide. Y rememora: “Fue una persona muy valiente. En Nüremberg se utiliza el material que captó con su cámara [tras la liberación]. Fue valiente por conservarlo. La iniciativa es compleja, requerirá del consenso de todos los grupos políticos y con ella precisamente hay que dar ejemplo de que hay cuestiones que están por encima de las ideologías. Da igual que fuera republicano, monárquico o lo que fuera: era un ser humano que vivió una situación que no debe vivir nadie más”.
"Los socialistas hemos valorado muy positivamente la figura de Francisco Boix, y la de los republicanos españoles en el campo de Mauthausen cuya labor fue determinante para la condena de los responsables del genocidio del pueblo judío en los juicios de Nuremberg y Dachau", coincide José Andrés Torres Mora, portavoz de cultura del PSOE.Hace un año, dice García Pelayo, el centro documental de memoria histórica dedicó un ciclo de conferencias a la figura de Boix. En ella se mostró la fotografía que probablemente resuma mejor la vitalidad de aquel chico que se había alistado como voluntario republicano en el frente con solo 17 años. El campo de concentración acaba de ser liberado. Las tropas aliadas ya han visto la inmensa pancarta con la que les reciben los presos republicanos (“Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras”). Y Boix posa sonriente, con su cámara y un brazalete que le identifica como reportero: a un lado y al otro de la verja, preso y libre, siempre es periodista.
“Boix es una de las muchas figuras de la cultura española que no ha gozado (en España) del reconocimiento que merece”, lamenta Eduardo Maura, portavoz de cultura de Podemos. “Me alegraría sinceramente un homenaje”, subraya. “Me pregunto, eso sí, si el tipo de homenaje que cabe hacer a alguien como Boix no requiere de una profunda comprensión de la memoria histórica, nada habitual en la política española y tampoco en Ciudadanos, de la Europa de los treinta y cuarenta, de la Guerra Civil española y del primer franquismo”, prosigue. “Un homenaje sincero a Boix quizá debiera ser tan crudo como sus testimonios en Nüremberg o como algunas de las historias que fotografió. Ojalá homenajear no signifique descafeinar, como ocurre tantas veces”. Y recalca: “En todo caso, los homenajes son importantes, pero no son la única manera de celebrar o rememorar a alguien. A veces se homenajea a personas que luego quedan fuera del currículum escolar, y eso es simplemente inaceptable”.
Boix recibió sepultura en Francia, donde murió en 1951, solo seis años después de su liberación. Sobre su tumba no es raro ver una bandera republicana. El trabajo de la asociación Amicale de Mauthausen de París permitirá que sus restos sean trasladados el 16 de junio al cementerio de Pêre Lachaise. Allí yacen Honoré de Balzac, Fredéric Chopin, Georges Bizet o Maria Callas. Su compañía es parte del homenaje que presidirá Anne Hidalgo, la alcaldesa de la capital de Francia: un cementerio histórico para un testigo único de la Historia.
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