César Cervera
La tierra de Filipo II y Alejandro Magno es una gran desconocida en España más allá de la campaña de conquistas que estas huestes llevaron a cabo a través del Imperio persa. El libro «Macedonia: la cuna de Alejandro Magno» pretende remediar este vacío.
Un reino de pastores de cabras y jinetes de frontera pasó en cuestión de un siglo a convertirse en el imperio más grande conocido hasta entonces en Occidente. La Macedonia de Filipo II y Alejandro Magno es una gran desconocida en España más allá de la campaña de conquistas que estas huestes llevaron a cabo a través del Imperio persa. Para remediar este vacío, el periodista especializado en historia, arqueología y patrimonio Mario Agudo Villanueva ha publicado recientemente «Macedonia: la cuna de Alejandro Magno» (Colección DSTORIA- Antigua) sobre la evolución económica, política y religiosa de «este pequeño pero decisivo reino de la Antigüedad».
–Los atenienses consideraban a los macedonios unos bárbaros, aunque hoy se estime su historia irrenunciablemente helena, ¿por qué de esta contradicción?
–Macedonia no era a nivel cultural y político igual que el resto de Grecia. Todas las polis griegas tenían su propia idiosincrasia, pero es que Macedonia además era un reino. El rey tenía el poder absoluto, tanto político, militar como religioso. Su clima y su paisaje eran distintos, rodeados de montañas y en una planicie aluvial. Lo que les concedía mucha vegetación y riqueza minera y ganadera... Los rituales también eran muy distintos. Sus tradiciones de enterramiento con piras funerarias eran más propias de tiempos heroicos. Además, los jóvenes macedonios tenían que pasar por un ritual de acceso a la edad adulta que consistía en matar un animal por sus propios medios. Tenían valores arcaicos a ojos del resto de Grecia. Desde Atenas no los consideraban griegos y se los cita frecuentemente como bárbaros. Lo más curioso es que hoy es al revés. La historia de Macedonia es algo irrenunciable para los griegos actuales como consecuencia del impacto de la figura de Alejandro.
–Tal vez la primera pregunta es, ¿qué se consideraba griego en aquel periodo?
–Sí usamos a Atenas como la propagadora del ideal griego, pues los macedonios estaban lejos de serlo. Pero es que ellos tenían una Democracia y su propia variante del idioma griego. Cada polis era distinta. Sabemos que el reino de Macedonia tenía la aspiración de ser considerados griegos, pero cabe preguntarse si eso fue real o fue una construcción propagandística posterior para justificar en tiempos de Filipo II su dominio sobre Atenas. La dinastía Argéada, que reinaría hasta la muerte del hijo de Alejandro Magno, presumía de tener un origen tebano (tres tebanos que emigraron hacia el norte), lo que demuestra cierto interés por vincularse con el mundo griego de alguna manera. También hay que tener en cuenta que varios reyes macedonios abrieron su corte a la llegada de intelectuales de polis griegas, como ocurrió con el rey Arquelao allá por el siglo cuarto antes de Cristo con la llegada del escultor Calímaco o el gran Eurípides. Eso sí demuestra claramente que mantenían interés por acercarse a la cultura griega.
–Tradicionalmente se presenta a Macedonia como una sociedad muy belicosa, poco interesada por la cultura.
–Los macedonios eran bastante aguerridos, entre otras cosas porque tenían vecinos terribles: los tracios en el norte y los ilirios por el oeste. Su posición estratégica, estando en la ruta terrestre entre Europa y Asia, y teniendo grandes cantidades de la madera fundamental para la flota ateniense; los situaba en un terreno bélico de primer orden y les involucró en muchos conflictos. De hecho, fue en las guerras del Peloponeso donde empezaron a despuntar un poquito. Pero eso no significa que no tuvieran también cierta vida cultural, con una orfebrería avanzada, exquisitos relieves, tallados de marfil… El problema es que cómo las fuentes son atenienses pues siempre se presentan deformados los macedonios y los tracios; porque en otro tiempo fueron sus enemigos.
–El filósofo Aristóteles era macedonio y rompe con esta idea de un pueblo de cabreros.
–Aristóteles es el caso más conocido. Nació en Estagira, un territorio que estaba cambiando de manos cada pocos años, pero que en tiempos de Aristóteles y su padre, el médico Nicómaco, quedó férreamente en manos macedonias. A Aristóteles le pesó ser macedonio a ojos de los atenienses y preceptor de Alejandro Magno. De hecho cuando Alejandro murió el filósofo se fue de Atenas.
–¿Cuándo y cómo se convirtió este reino de cabreros en una potencia militar?
–Hubo una serie de pasos previos. Alejandro I, un rey macedonio en tiempos de las Guerras Médicas, se movió con cierta astucia y apareció en los textos como un filoheleno (esto demuestra, de nuevo, que no eran considerados griegos). Macedonia entró con él en el primer plano de la historia de Grecia. Por su parte, el rey Arquelao reformó el Ejército y acogió a intelectuales griegos. Pero el salto definitivo es sin duda con Filipo II, el padre de Alejandro, cuando se gestó la hegemonía sobre Grecia. Alejandro no se puede entender sin la figura de su padre y es muy probable que no hubiera podido llegar tan lejos sin él.
–¿En qué consistieron los cambios encabezados por Filipo II?
–Filipo II heredó un reino en descomposición asediado por todos sus vecinos y lleno de peligros. Con astucia, habilidad diplomática y tácticas militares reunificó el reino, amplió sus fronteras y preparó la campaña asiática. Logró en la batalla de Queronea vencer a Tebas y Atenas, siendo el dominador del escenario político griego. Cuando Filipo fue asesinado por un tema de intrigas amorosas, había ya tropas macedonias en Asia. Filipo marcó el camino a Alejandro.
–¿Qué tenía diferente el ejército macedonio respecto al resto de griegos?
–En sus orígenes el ejército macedonio era en su mayoría caballería, con buenos jinetes y excelentes caballos. Su infantería no era poderosa y no tuvo un ejército en garantías hasta las reformas militares de Arquelao y de Filipo II. Filipo había sido rehén en Tebas y se había dado cuenta de que había otras formas de guerrear más allá de la caballería. Añadió a la buena caballería una poderosa infantería equipada con sarisas, que eran unas largas picas de 3 a 7 metros de longitud. El mayor peso de la pica se compensó con una reducción en el peso del escudo macedonio, que algunos autores apuntan que se inspiró en el tradicional escudo tracio. Asimismo, Filipo entrenó mucho a sus soldados y mejoró sus tácticas. Creó así la imbatible falange macedonia.
Otro de los éxitos macedonios es que fueron incorporando a otras fuerzas auxiliares a su ejército, como la caballería tesalia; y luego unidades procedentes del Imperio persa, ya en tiempos de Alejandro Magno.
–¿Da usted crédito a la idea de que Alejandro estuvo detrás del asesinato de su padre?
–A Filipo II le mató un amante llamado Pausanias por despecho, según las crónicas. No podemos saber lo que ocurrió realmente por la falta de materiales y testimonios. Alejandro salió beneficiado, pero eso era lógico. En el libro cuento que Filipo II nuncas dudó de que su hijo le sucedería y cuando salió a hacer sus campañas fuera de Macedonia le dejó de regente, lo cual fue alabado por los emisarios extranjeros, a los que el joven les dejó alumbrados. En su cabeza era la única posibilidad de sucesión, pues era el más preparado y capaz.
–Filipo II fue asesinado y a la muerte de Alejandro también sus herederos y su madre fueron perseguidos, ¿por qué tenía la monarquía macedonia esta tendencia a las intrigas violentas?
–Hay ciertas turbulentas en la historia de Macedonia, con varios reyes en poco tiempo. Estaban en una zona muy peligrosa y era fácil que murieran en combate. No obstante, a partir de Filipo II si hubo cierta continuidad. Y en general desde que reinó la dinastía Argéada hubo más estabilidad, incluso más que en la democracia ateniense. Los macedonios consideraban a esta dinastía los padres fundadores de la patria, sin los cuales no hubiera existido el reino como tal. La dinastía era sólida dentro de las turbulencias.
–¿Cree usted que con Filipo II la campaña asiática hubiera llegado a buen puerto o carecía del talento de su hijo?
–Aquí entramos en el terreno de la historia ficción. Filipo II era un gran estratega, un buen político, un hábil diplomático y el diseñador del inicio de la campaña. El día de su muerte había destacamentos a punto de cruzar a Asia. Nunca sabremos qué hubiera ocurrido. Alejandro tenía un carácter diferente en algunas cosas a su padre, con el que tenía una relación de hostilidad y admiración a partes iguales. Eran diferentes y a la vez iguales.
–¿Alejandro tenía alguna idea de cómo gestionar el imperio creado o solo era un conquistador?
–Es un debate siempre abierto. Yo creo que Alejandro sí tenía una idea para gestionar este imperio. Fue adoptando las estructuras administrativas del imperio persa, las satrapías, y fue asumiendo decisiones sobre los territorios. Él se preocupaba por la gestión de estos territorios más allá de la campaña de conquista, aunque fuera para su explotación o para dejar a sus heridos. No es que tuviera una preocupación cosmopolita de expandir el helenismo, sino desde una perspectiva macedonia tenía preocupaciones muy inminentes.
–Hay quien dice que Alejandro terminó obsesionado con Asia y alejándose de Macedonia.
–Sí, hay una tendencia a presentar a Alejandro como la víctima de un hechizo persa, fascinado por esta cultura, pero en verdad tenemos la certeza de que se comportó como un macedonio hasta su muerte. Cuando falleció su amigo Hefestión mandó construir una pira funeraria como ordenaba el rito habitual de los macedonios. Además, se hacía acompañar de adivinos y él dirigía los sacrificios en persona. Para su pueblo, el poder del rey se lo daban los territorios que hubiera conquistado y cómo se comportaba, no el título en sí. Y aunque hay una evolución en su personalidad durante la campaña, lo cierto es que reinó como un macedonio toda su vida.
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