EL PAÍS.ES
María R. Sauquillo
El diplomático español habla sobre la zona geoestratégicamente clave y sus desafíos por la crisis migratoria y de terrorismo y los retos de desarrollo.
Ángel Losada, representante de la UE para el Sahel. DAVID FOLGUEIRAS EL PAÍS
Ángel Losada (Berna, 1953) bromea diciendo que vive entre Bruselas, Madrid y Air France, por las horas que se pasa viajando a África. Desde 2015, este diplomático español, que antes fue embajador en Nigeria o Kuwait, es el Alto representante de la Unión Europea para el Sahel. Conoce bien la zona en la que estuvo destinado como embajador de España en misión especial. Y desde que comenzó a centrar su carrera diplomática en este área de África, se ha consolidado como una zona geoestratégica importantísima para la UE. “La seguridad de Europa depende de la seguridad en el Sahel”, dice rotundamente. “Tanto por su propia seguridad como por la importancia de esa región en temas migratorios o de desarrollo; también porque es un área de tránsito de redes de terroristas, de traficantes de personas, bienes o armas”, apunta.
Y con la crisis libia, el Sahel, que tradicionalmente se conoce como la segunda frontera para Europa, se ha convertido casi en la primera, dice en Madrid, donde ha acudido a una serie de reuniones con el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis. Una zona con “enormes tensiones y desafíos”, como el conflicto de Malí —que todavía no completa su proceso de paz, en el que también trabaja la UE— o el de la migración, ya que los que la forman no solo son países de salida de migrantes sino también de tránsito hacia Europa o hacia Libia —otra forma de llegar al Mediterráneo—. También afronta el grave problema yihadismo radical, ahora con otro frente abierto con la fusión —desde finales del febrero pasado— de las tres organizaciones yihadistas más activas en en el Sahel con el sello de Al Qaeda bajo un nuevo paraguas llamado Jamaat Nasr al Islam wa al Mouslimin.
El vacío del Estado es el oxígeno del terrorismo
La UE destina a la zona hasta 8.000 millones de euros (incluyendo las aportaciones de los países de la UE) para proyectos de lucha contra la radicalizacion, juventud e impacto demográfico, lucha contra los tráficos ilícitos y migración y control de fronteras. Una fórmula que beneficia a aquellos países que frenan las llegadas. Y si estas ayudas se acabaran y los Estados del Sahel decidieran dejar de controlar sus fronteras, al estilo de las insinuaciones que ha hecho Turquía con la crisis siria, la situación sería “muy grave”, reconoce Losada. Fundamentalmente porque esa ayuda es para estos países “absolutamente necesaria”.
Cinco de los países del Sahel —Mauritania, Malí, Níger, Chad y Burkina Faso—trabajan ahora en la creación de una fuerza conjunta, que esta semana semana recibió el apoyo expreso del Consejo de Seguridad de la ONU. La alianza G5, explica Losada, tiene como objetivo “mutualizar" los pocos recursos que tienen y hacer frente común. “Estamos hablando de Estados muy frágiles, con grandes dificultades económicas, que se han visto abocados a una crisis triangular: la crisis libia, la crisis maliense, y la crisis de Boko Haram, en el lago Chad”, dice.
Hace tres semanas, la jefa de la diplomacia eurpea, Federica Mogherini, anunció que UE apoyará con 50 millones de euros (se estima que costará un total de 400) esta fuerza del G5, que estará formada por soldados de los cinco ejércitos, que tendrá una escuela saheliana de Seguridad, con sede en Bamako, y una escuela de Defensa, en Nuakchot; así como cuarteles en distintos puntos estratégicos. “Los Gobiernos tienen una determinación política muy fuerte. El reto es enorme, hablamos de una zona de 5 millones de kilómetros cuadrados, de una población de más de 70 millones de personas entre los cinco países, que tienen en conjunto un PIB de unos 50.000 millones”, recalca el diplomático. La fuerza conjunta del G5 se centrará en la lucha contra el terrorismo, el combate del tráfico ilícito de personas y bienes; también el restablecimiento de la presencia del Estado. “Porque se está retirando del centro de la región, que es un punto neurálgico clave desde el punto de vista económico, y el vacío del Estado es el oxígeno del terrorismo”, señala Losada.
El alto representante recalca que ante el problema del terrorismo en la zona, hay que luchar también con información y participación de la sociedad; que la ciudadanía reciba “los dividendos de la paz”. “La pobreza engendra un problema de inseguridad, terrorismo y radicalización”. Y en el Sahel, este proceso de extremismo hacia el yihadismo en lo jóvenes es muy distinto a de Europa. “Es gente que no tiene nada que perder. Estamos hablando de una zona con enorme pobreza en la que la población se multiplica de forma exponencial y la riqueza de forma aritmética. Por eso hay que trabajar con esa juventud para que tenga salidas, porque si no las tiene buscará la migración o incluso la radicalización”, abunda.
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