EL PAÍS FÚTBOL
Manuel Jabois
De demostrarse, el fraude de Cristiano también lo sería a los que animamos al Madrid y lo vemos compatible con pagar impuestos.
Cristiano Ronaldo al terminar el partido contra México. ROMAN KRUCHININ AFP
Uno de los momentos más confusos del aficionado de fútbol se produce cuando cree que al terminar el partido hay que seguir animando a sus ídolos. Esto produce escenas incómodas en la calle, pues se les aclama haciendo sonar el claxon del coche o se les asalta para hacer una foto, y escenas terroríficas en escenarios en los que el jugador y el fan tienen los mismos deberes, o sea el Ministerio de Hacienda. De esta manera, hay aficionados futbolísticos de Cristiano Ronaldo que también son aficionados fiscales suyos; que han seguido con la misma regularidad sus goles que sus declaraciones de la renta, y son capaces de destripar sus movimientos y su eficacia sobre el campo que el registro de sus derechos de imagen y la legalidad de los mismos. Nada que objetar: puede que tengan razón. Pero deberían esperar a que la justicia la impartan tribunales populares madridistas.
Mientras tanto, Cristiano Ronaldo es un jugador investigado por la fiscalía. Una leyenda investigada por la fiscalía, más bien. Como muchas y casi todas por un fraude millonario a Hacienda. Que sería, de demostrarse, un fraude también a los que animamos al Madrid y lo vemos compatible con pagar impuestos. Por eso está bien poner las cosas en perspectiva: si Ronaldo cree que es inocente debería defenderlo en los tribunales, con los que le metieron en el follón, y no mediante amenazas de marcharse de España, como si en Inglaterra o en Francia le fuesen a prometer inmunidad fiscal. Ese papelón, el de extrapolar sus problemas a una causa —la del madridismo— y querer embarcarnos a todos en una defensa popular ya lo hizo el Barcelona con Messi y el resultado fue una campaña de “Yo soy Messi”, o sea utilizar su imagen idílica como futbolista para blanquear su maltrecha imagen como ciudadano. Qué necesidad.
El Madrid, que ya emitió un comunicado de apoyo supongo que para apaciguarlo, le reconoce a Cristiano Ronaldo casi todos los privilegios, y todos merecidos: uno de ellos es que su sueldo no tiene un tope definido. Normal: a su altura en el Madrid sólo está Di Stéfano. Pero ni James se libra de la Guardia Civil entrando perseguido por una patrulla en Valdebebas, ni Cristiano se va a librar de las obligaciones que tiene cualquiera por pedir que le proteja el escudo del Madrid. Ni estadios llenos, ni pancartas, ni “yo soy CR” ni comprometer la imagen del Real en algo que sólo tiene que comprometer a un entramado carísimo de abogados. Sentirse arropado es que se celebren tus goles y no se silben tus fallos; no que se celebren tus declaraciones de Hacienda y se silbe a los que las investigan.
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