Sin duda, la elección de trineos tirados por perros en vez de caballos, como había preferido Scott, marcó la diferencia entre la victoria y el fracaso, así como entre la vida y la muerte.
Imagen del doodle de Google en homenaje a Roald Amundsen
Sus archiconocidas incursiones a los extremos del mundo convirtieron a Roald Amundsen en un «vikingo», el último del que se ha tenido fecha hasta hoy. Y como buen navegante nórdico, su aventura no se limitó a una única coordenada. Formó parte de la primera expedición que invernó en la Antártica, fue el primero en atravesar el mítico Pasaje del Noroeste, el primero en sobrevolar el Polo Norte en avión y, lo que es más notorio si cabe, el primero en alcanzar el Polo Sur, tal y como nos recuerda el Doodle de hoy. En 1903, Amundsen decidió lanzarse a explorar el polo sur al tener noticias de que Robert Peary se le había adelantado en ser el primer hombre en el Polo Norte.
Teniéndose que otro contrincante, el británico Robert Falcon Scott, se le adelantara; «el último vikingo» mantuvo en secreto sus planes hasta llegar a la isla de Madeira. De hecho ese secretismo y empeño por ocultar sus verdaderas intenciones incluso a su mentor, Nansen, quien le dejó su barco, y al Gobierno noruego, que sufragó sus expediciones, le ganaron numeroso enemigos. Nacido el 16 de julio de 1872 en el municipio de Borge, Amundsen no fue un científico ni tampoco un nacionalista. Su profesión y vocación eran la de explorador, simplemente quería llegar a sitios donde nadie hubiera llegado.
Ya en el sur, Amundsen ancló su navío en la Bahía de las Ballenas y levantó allí su campamento a principios de 1911, al que llamó Framheim. Sus planes pasaban por crear su propia ruta subiendo los montes Transantárticos. Scott, por su parte, se estableció en MacMurdo Sound, 96 km más lejos del polo que Amundsen, y decidió seguir una ruta ya conocida, la de su antecesor Ernest Shackleton (su expedición se quedó a 180 kilómetros del polo sur) por el glaciar Beardmore hasta la meseta Antártica. Habían comenzado la carrera mortal por conquistar el Polo Sur por primera vez.
El 8 de septiembre de 1911, la expedición de Amundsen realizó una salida en falso rumbo al polo, aprovechando un aumento en la temperatura que parecía un calentamiento primaveral. Sin embargo, las temperaturas bajaron drásticamente hasta menos de -51 °C y, solo cuatro días, regresaron rápidamente a Framheim. Aquella precipitación causó el desencuentro entre Amundsen y Johansen, quien fue expulsado del equipo del polo sur.
Los perros marcan la diferencia
El reducido equipo de Amundsen (Olav Bjaaland, Helmer Hanssen, Sverre Hassel y Oscar Wisting) partió el 19 de octubre de 1911 con 52 perros de raza groenlandesa. El 21 de noviembre llegaron tras muchas dificultades a la meseta Polar, que sería renombrada como meseta del Rey Haakon VII, mientras que los montes adyacentes fueron bautizados como montes de la Reina Maud.
En la siguiente escala levantaron un campamento que recibiría el nombre de La Carnicería, básicamente porque serían sacrificados 24 perros en este lugar. Sin duda, la elección de trineos tirados por perros en vez de caballos, como había elegido Scott, marcó la diferencia entre la victoria y el fracaso, así como entre la vida y la muerte. Una vez caían extenuados, o simplemente decidía ejecutarlos, Amundsen sacaba buen rédito de su carne y empleaba la mayor parte para alimentar a los perros sobrevivientes.
Finalmente, el polo sur fue alcanzado el 14 de diciembre de 1911, 35 días antes de que lo hiciera la expedición de Scott, de la que morirían todos sus componente antes de volver a casa. El equipo del noruego regresó a Framheim el 25 de enero de 1912, con once perros, después de 99 días de viaje. No obstante, la hazaña de Amundsen no pudo ser anunciado públicamente hasta el 7 de marzo de 1912, cuando el equipo llegó a Hobart, en Australia. Hoy se cumplen 105 años de aquella gesta, la primera expedición al Polo Sur.
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