Octavio Toledo
- Un libro del historiador Ramiro Rivas detalla los intensos 120 días que el caudillo pasó en Tenerife previos al estallido de la Guerra Civil.
El alcalde republicano José Carlos Schwartz y el gobernador civil Manuel Vázquez Moro flanqueando a Francisco Franco. CEDIDA POR ISABEL PÉREZ SCHWARTZ
La historia del golpe de Estado que desencadenó la Guerra Civil de 1936 podría haber sido otra si dos hechos sucedidos la semana previa al alzamiento militar hubiesen resultado exitosos para sus organizadores: dos intentos de asesinato contra Franco. El investigador y doctor en Historia Ramiro Rivas asegura ser el primero en confirmar el detalle de ambos sucesos tras descartar “mitos y bulos” y después de un largo proceso de investigación y consulta de documentos civiles y militares. En su libro …Y Franco salió de Tenerife, que acaba de publicar, relata cómo fueron los 120 días del caudillo en la isla antes del estallido del conflicto, y en especial, la frenética última semana antes de abandonarla para encabezar el levantamiento.
El autor relata cómo Francisco Franco Bahamonde pisa Tenerife el 13 de marzo de aquel año como comandante militar de Canarias. Mientras la derecha y el estamento militar lo reciben enfervorizados y con honores, la izquierda organiza una huelga general y llena la ciudad de Santa Cruz de pintadas: “Fuera Franco”, “Muera Franco”. El futuro golpista piensa que José Carlos Schwartz, alcalde de Santa Cruz de Tenerife, es el impulsor de ese rechazo, y no mucho después le hará pagar por ello.
“Franco salió de Madrid de una reunión de la conspiración y venía a organizar el golpe”, apunta Rivas. Añade que era el general más prestigioso del Ejército después de haber servido a la represión de la revolución asturiana del 34: “La República le tenía más miedo a la revolución obrera, que ponía en peligro el orden social, que a un levantamiento militar”. Por esa razón se explica que las quejas de una treintena de Ayuntamientos de la isla contra Franco por haber sacado las tropas a las calles el 1 de mayo con el objetivo de probar el funcionamiento y la disciplina de los militares no sean atendidas por el Gobierno de la República. “Ellos no sabían que iba a ser un golpe duro y que al final iba a acabar con ellos, que la ideología los iba a matar. Que iban a ser inexorables y de una crueldad infinita”, afirma.
Atentados fallidos
El 13 de julio por la tarde noche, tres integrantes de la Federación Anarquista Ibérica —grupo ideológico anarquista dominante en el sindicato CNT— asaltan la residencia de Franco. El sindicato de domésticas, integrado en esta misma organización, contaba con información directa de la mujer que le lavaba la ropa interior, por lo que conocían que se iba a dormir temprano y que lo hacía con la puerta y las ventanas de la habitación abiertas. Los asaltantes, después de entrar en la sede de Capitanía de la capital tinerfeña a través de un tragaluz de la cantina de soldados, acceden a la residencia privada de Franco. Pero a diferencia de otros días, esta vez la puerta está cerrada por dentro. Al oír ruidos, Franco pide auxilio y los tres escapan por el jardín tiroteados. No descubrieron quiénes habían sido. “Torturaron a un montón de gente, pero sin dar con ellos”, señala el historiador.
Al cabo de tres días, el 16 de madrugada, se produce el segundo intento. En la causa 370, que lleva por nombre Disparos sobre Capitanía, se conserva la documentación militar del suceso. Los tres asaltantes se cuelan por detrás del edificio a través de árboles y enredaderas. En la residencia de Franco ya se tenían noticias de que el atentado se podía producir, lo que hizo que hubiera unos 30 guardias advertidos y armados. Tras ver un soldado una sombra bajar por el jardín, comienza la ráfaga de disparos contra los tres individuos, quienes aunque logran huir, son detenidos a los pocos días. Pasan un periodo encarcelados hasta que las fuerzas franquistas los hacen desaparecer para siempre en octubre del 36.
“Aquí se pasa de una situación de paz el 17 de julio, al día siguiente, donde rigen las leyes de la guerra, con una represión militar y ejecuciones en masa”, explica Rivas. La fotografía de portada del libro lo plasma muy gráficamente. El alcalde republicano José Carlos Schwartz y el gobernador civil Manuel Vázquez Moro aparecen en ella flanqueando a Francisco Franco, junto al que desfilan el 14 de abril de 1936 por las calles de Santa Cruz en conmemoración del quinto aniversario de la II República. Pocos meses después del levantamiento, en octubre, el primero acabaría asesinado y desaparecido; el segundo, fusilado después de ser acusado de rebelión en un Consejo de Guerra Sumarísimo.
Mercedes Schwartz, nieta del infortunado alcalde y presidenta de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, experimenta una sensación de rabia y tristeza al contemplar la instantánea. “Los pobres, ¡quién les iba a decir que este tipo los iba a asesinar!”. Más de 80 años después sigue buscando los restos de su abuelo. La sobrina nieta del exgobernador civil Vázquez Moro es Laura Puga. Profesora de Geografía de la Universidad de Buenos Aires, responde por correo electrónico que aún le sigue dando vueltas en la memoria aquel episodio, y recuerda una frase que su tío escribió a su abuela antes de que lo mataran: “No os aflijáis por mí, que muero en paz con mi conciencia”.
Aparte de los intentos de asesinato contra Franco, Rivas también narra en su obra cómo este desarrolla una intensa vida social en Tenerife (visitas al casino, al campo de golf, a la celebración del Corpus Christi), a la vez que mantiene “magnificas” relaciones con la prensa: “Conocía la importancia de los medios, daba sus ruedas de prensa, departía con los periodistas… Cuidaba mucho su imagen”. Y recalca que no era el “tonto o garrulo que presuntos historiadores han pretendido vendernos. Era frío, despiadado y uno de los mayores asesinos de la historia, aunque como militar, muy competente. Un auténtico triunfador que se hizo con una finca de 500.000 kilómetros cuadrados y 30 millones de súbditos”.
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