Pablo Muñoz/Cruz Morcillo
El etarra Juan (Ibon) Fernández de Iradi, Susper, cuando fue trasladado temporalmente a España en 2010 - EFE
Los documentos de Fernández de Iradi, Susper, provocaron la mayor cascada de detenciones de la historia de ETA, 103 en distintas fases. ABC los publica por primera vez y desvela cómo en 2002 los expertos contra el terrorismo de la Policía los desencriptaron. Esta y otras operaciones de las Fuerzas de Seguridad fueron el punto de inflexión en la derrota de la banda.
Los etarras solían elegir su alias, y Juan (Ibon) Fernández de Iradi quiso ser conocido como Susper. Inteligente, en euskera. En efecto, este etarra así se consideraba. Siempre pensó que nadie sería capaz de desencriptar sus papeles que fueron intervenidos por la Policía tras su detención en 2002 –así se lo comunicó a la dirección de la banda. Entre otras cosas recogían el enorme listado manuscrito de «legales» (individuos que hacían su vida normal pero que también trabajaban para la banda), miembros de taldes, colaboradores, captables y captadores que operaban a sus órdenes en el País Vasco, Navarra y el sur de Francia.
Se equivocó, y nunca lo lamentará lo suficiente. El reto que tenía por delante la Policía era de tal complejidad que a los especialistas en este campo de la Comisaría General de Información se les conoció como los «susperólogos», entre los que se encontraban también sus compañeros de las brigadas provinciales. Juntos, consiguieron lo que parecía imposible, y el resultado fue devastador para ETA: 103 detenciones. Esta es su historia.
Subaparato de captación
En 2002, Ibon Fernández de Iradi era responsable del subaparato de captación, llamado Arrantza (en vasco, pesca), una de las principales estructuras del aparato militar, al frente del cual estaba el sanguinarioJosé Antonio Olarra Guridi. Este pistolero fue detenido el 19 de junio de 2002 en Talance (sur de Francia) durante una importante operación de la Comisaría General de Información en colaboración con la Policía francesa. Hasta él se llegó por la vigilancia a la que era sometido un piso utilizado por etarras. Ese día, uno de ellos salió de la casa para asistir a una cita, precisamente con el máximo responsable de los pistoleros. También fue arrestada, entre otros individuos de menor calado, Ainhoa Múgica Goñi y se descubrieron dos inmuebles que, sin embargo, no eran los utilizados por esta pareja.
No fue hasta noviembre cuando se llegó a otro piso en Bergerac que era el refugio de los jefes etarras arrestados. En su interior se encontró alguna documentación, aunque también indicios de que había sido vaciado antes de ser descubierto... La Policía sospecha que el material que faltaba pasó a manos de Susper, al que algunos sitúan como sucesor de Olarra Guridi como jefe del aparato militar, convirtiéndose así en el principal objetivo de las Fuerzas de Seguridad.
El cerco sobre Fernández de Iradi comenzó a estrecharse el 5 de noviembre de ese mismo año, con la caída en Agen de Antonio Agustín Figal y Fernando Bert en manos de agentes de la Gendarmería francesa. Ese Cuerpo policial había montado un dispositivo de prevención de tráfico de drogas en puntos calientes de la ciudad. En la estación de autobuses los agentes vieron cómo dos individuos salían del vestíbulo y que al verles se ponían muy nerviosos, hasta el punto de intentar subirse a un autocar para escapar.
Los policías franceses los interceptaron y los etarras se identificaron con documentos falsos; Figal como José Antonio Romero, y Bert como José Miguel Santamaría. Iban armados y llevaban numerosos documentos de ETA. De inmediato fueron detenidos como responsables del subaparato de captación. El estudio del material intervenido llevó a la Policía a la conclusión de que antes de que cayeran estos dos individuos esa estructura etarra estaba doblada, de tal manera que tendría dos cabezas al mismo nivel: la que formaban Figal y Bert y, como se supo después, la integrada por Susper y Lorena Chamizo, alias Pinpi...
El 19 de diciembre, apenas cuatro meses después de la detención de Olarra Guridi y Múgica Goñi, caía en Saint Martin de Seignaux su posible sucesor, Ibon Fernández de Iradi. El arresto fue posible por el despliegue en Francia de policías españoles que controlaban puntos neurálgicos de carretera por los que era probable que pudieran pasar jefes etarras. Los lugares exactos de vigilancia se decidían tras el análisis de las detenciones que se realizaban y de la documentación que se intervenía, en la que en ocasiones aparecían lugares de citas.
Los agentes se fijaban sobre todo en las marcas, colores y modelos de los vehículos que se habían robado en el sur de Francia, una información clave para poder orientar la búsqueda hacia una línea concreta. Así sucedió con Susper, que fue detectado cuando viajaba a bordo de un Renault Megane de color blanco. De inmediato fue reconocido por los policías españoles que hacían la vigilancia apostados junto a un puente por el que necesariamente los coches tenían que reducir la velocidad. Salieron tras él con sus compañeros franceses y poco después ya tenía los grilletes puestos.
Junto a Susper, al volante del vehículo, viajaba Beltzane Obanos, una terrorista que poco antes había huido de España. Esa circunstancia hizo que desde el primer momento se descartase que tuviera un papel relevante en la estructura de captación, y que su actividad criminal en ese momento estuviera ligada al alquiler de inmuebles en territorio francés o a hacer de conductor del jefe del aparato militar, lo que demostraba que en todo caso era de su confianza. Los investigadores sospecharon además que en breve podía volver al «interior» para integrar un talde operativo.
Susper y y Obanos iban armados, portaban documentación falsa y, lo más importante, se les localizó unos números de teléfono que se correspondían con los propietarios de los pisos de alquiler en los que dormían ellos y otros etarras... El error fue aprovechado a fondo por los agentes y poco después se localizaban cuatro casas.
En la primera de ellas, en el número 62 de la avenida Bertrand Ferrer de Tarbes, fue detenida Lorena Somoza, Pinpi, sucesora de Susper al frente del subaparato de captación una vez que éste alcanzó la cúpula del aparato militar. Ese inmueble era la residencia de los dos primeros arrestados y de esta mujer, aunque en el caso de ella de forma temporal. Es allí donde se encontraron los llamados «papeles de Susper», muchos procedentes del vaciado del piso de Bergerac descubierto tras las caídas de Figal y Bert en noviembre.
En el resto de viviendas localizadas, en Pau, Arcachon y Lourdes se capturó a otros seis etarras que también estaban a las órdenes de Fernández de Iradi. Varios eran «pianistas», encargados de la recopilación y clasificación de la información que obtenían los «legales» (no fichados) en España. Otros tres, Balbino Saenz Olarra, Joana Núñez Benito e Iker Zurriarain, iban a formar el nuevo comando Madrid, al que pensaban llamar Fermín.
La operación de la Comisaría General de Información, que suponía un duro revés para la banda, se vio empañada por la fuga de Susper de la comisaría de Bayona, solo 48 horas después de su detención. Francia admitió que en el episodio hubo dos negligencias graves en la custodia: la primera, encerrarlo en una celda en la que no estaba sometido a vigilancia con cámara de vídeo, sino en otra especial para detenidos en estado ebrio. Lo hicieron así porque tenía servicio propio, con lo que se evitaba pasearlo por unas dependencias en las que también estaban el resto de detenidos, con los que podía coincidir. El problema es que tenía un conducto de ventilación, de unos 30 centímetros de diámetro, por el que escapó aprovechando su complexión delgada y que en la comisaría solo hacían guardia un oficial y un agente.
Grabado
La segunda negligencia es que el cambio de guardia se produjo sin que el oficial saliente ni el entrante comprobaran que Fernández de Iradi seguía en la celda... Eso ocurría a las ocho de la tarde, y cuatro minutos antes una cámara grababa al jefe del aparato militar de ETA cuando salía del recinto de la comisaría. Los policías de Bayona sólo se dieron cuenta de la fuga pasadas varias horas, cuando Susper ya estaba muy lejos de allí.
Fernández de Iradi debió pensar que había superado con éxito la crisis, aunque su captura también se convirtió en prioritaria para el gobierno francés, abochornado por lo sucedido. Nicolas Sarkozy, entonces ministro del Interior, pidió perdón a España.
La Comisaría General de Información también comenzó a trabajar de inmediato en la detención de Susper, pero muy pronto también puso a un buen número de investigadores a desentrañar los papeles de este jefe del aparato militar, una vez que Francia envió la documentación intervenida. Se le sumó también la confiscada antes a Olarra Guridi y a Múgica Goñi, así como a Figal y Bert poco más tarde. En la sede de Canillas se crearon cuatro grupos de trabajo, uno por cada provincia vasca y el último dedicado a Navarra, de los que formaban parte analistas de Madrid y sus compañeros de cada territorio, muy necesarios porque manejaban mucha información recogida sobre el terreno.
Los papeles de Susper se clasificaron en las listas de nombres encriptados de captables, captadores, colaboradores y gente ya integrada en comandos; documentos que recogían las «kantadas» (autocrítica) que hacían los etarras tras ser detenidos; citas con las identidades, también cifradas, de captadores y captados; informaciones muy detalladas sobre objetivos y «Moskeos», que son las anotaciones de los terroristas de matrículas de coches y cualquier detalle que para ellos era indiciario de presencia policial.
Contenido
Esos papeles daban acceso al diseño y la estructura del subaparato de captación, identificándose a los responsables de cada provincia, o a la mayor parte de ellos; la distribución de funciones de dichos responsables; el desarrollo y etapas del proceso de captación; la clasificación de los futuros militantes en función de las labores asignadas a cada uno y la situación en el proceso de captación de los que aparecían en la lista... Es decir, no solo se podía conocer a la ETA de ese momento, sino también a la del futuro. Pero antes, hay que insistir una vez más, había que descifrar la documentación.
Para complicar aún más las cosas, cada uno de los responsables del subaparato de captación –además de Susper, Lorena Somoza, Agustín Figal y Fernando Bert– tenían sus propios métodos de encriptación. El primero acostumbraba a codificar por separado nombre, apellidos y dirección de cada captable haciendo referencia a cuestiones del pasado, tales como su «militancia legal» en el interior, su integración como «liberado» en el Comando Buruntza, del que formó parte, sus compañeros de talde o acciones en las que participaron. En ocasiones, recurría también a datos de familiares y amigos del País Vasco, así como a datos de terroristas a los que conoció en su etapa de «liberado» en Francia.
Lorena Somoza, Pinpi, utilizaba de forma sistemática las letras de su nombre y apellidos, las de su compañero sentimental, Jorge González Endemaño, así como de otros de conocidos y colaboradores «legales». Agustín Figal, por su parte, basaba sus claves en su nombre y apellidos, haciendo referencia también a «legales» relacionados con él por su labor de captador. Finalmente, Fernando Bert usaba como recurso constantes alusiones a «legales» a los que conoció antes de huir (sus motes, amistades, todos ellos de su ciudad de origen, San Sebastián).
El resto de la documentación era igualmente muy valiosa, porque daba una imagen exacta de la situación en ese momento de la banda, algunos de sus proyectos como la reestructuración del aparato militar... El destrozo para la banda de este ingente trabajo policial fue de enormes proporciones, hasta el punto de que se vio obligada a hacer un parón en sus actividades terroristas porque era incapaz de conocer hasta dónde iban a llegar los daños.
Las operaciones derivadas de los papeles de Susper comenzaron cuando aún el terrorista estaba fugado. Esa era todavía una espina para las policías españolas y francesa, que paralelamente a las detenciones de etarras –60 hasta la segunda detención del pistolero– continuaba de forma incesante tras su rastro.
En Las Landas
El 4 de diciembre de 2003, prácticamente un año después de la evasión, la Policía francesa, con información una vez más de la Comisaría General de Información, detuvo a Fernández de Iradi cuando circulaba en un Peugeot 206 de color gris por Mont de Marsan, en Las Landas, junto a Patxi Abad. Se había reintegrado en la dirección de ETA como jefe de los comandos operativos de un aparato militar dirigido entonces por Gorka Palacios Alday, que también sería detenido gracias a la Policía española poco después.
En esa operación se encontró un garaje utilizado por ETA y el piso en el que vivía con su acompañante y con Garazi Aldana, que fue asimismo arrestada. Se les intervinieron armas y de nuevo abundante documentación, tanto en soporte informático como manuscrita.
Ibon Fernández de Iradi permanece en la prisión de Lannemezan. Está enfermo de esclerosis múltiple pero los tribunales franceses desecharon su petición de libertad y decidieron que debe seguir entre rejas. En 2016, en una entrevista en Berria aseguró que no había sido puesto en libertad por «causas políticas». En noviembre pasado se le suavizó el régimen penitenciario. Cuando salga de la cárcel francesa será entregado a España, donde tiene pendientes dos condenas que suman 147 años y varios juicios.
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