miércoles, 28 de septiembre de 2016

Sobornos ingleses vs. Franco. 4º ESO

EL MUNDO.es
Franco, con 'salacot', durante la campaña de Cataluña (1938). EFE

"Soy un historiador español y me molestan los mitos que se han creado en torno a Franco", dice Ángel Viñas, que se confiesa antifranquista; por lo tanto, no imparcial, pero sí objetivo, cuando se enfrenta a quien él llama "SEJE" (Su Excelencia el Jefe del Estado). Así, con objetividad, pero no imparcialidad, con "voluntad desmitificadora", viene ocupándose de diversos aspectos del dictador. El más reciente son las ganas que tenía SEJE de entrar en la Segunda Guerra Mundial para recoger las migajas imperiales que Hitler le dejara en el Norte de África, y cómo algunos de sus generales más próximos le fueron quitando la idea, bien untados por los británicos, cuyo abundantísimo dinero canalizó Juan March, que también sacó tajada. El libro, con toda lógica, se llama Sobornos (de cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco) y lo ha sacado Crítica.
Los sobornos eran conocidos, pero no todos sus entresijos ni circunstancias, aclarados ahora por la reciente desclasificación de unos legajos británicos. Lo que, además, hace Viñas es "encajar esa operación clandestina, subterránea, en su contexto táctico y estratégico". Ese contexto fue, por supuesto, la política británica de impedir a toda costa la entrada de Franco en la mundial al lado de Hitler. Y dentro de esa política, los sobornos fueron la tercera pata de un banco que tenía también la político-diplomática y la económico-comercial, esta última dosificada con la clásica receta del palo y la zanahoria.
Por el papel que jugó Juan March, dice Viñas con alguna ironía que había que levantarle un monumento. Lo cierto es que el millonario conspirador (un bribón de la peor especie, según el agregado naval de la embajada británica, Hillgarth, alguien -March, no Hillgarth- que decía que a un hombre no hay que preguntarle cómo ha hecho su primer millón) tuvo la perspicacia de ver desde el primer momento que la guerra la iban a perder los alemanes, y apostó a caballo ganador.
Para Viñas, incluso, y aunque esto no pueda asegurarse, March está en el origen de la idea de los sobornos, ayudado en su concepción por el citado Hillgarth, y en su desarrollo por el embajador Samuel Hoare, un tipo "con más conchas que un galápago, que ha estado en el MI6 y está acostumbrado a trabajar con el dinero que mueve voluntades".
Las voluntades que movió en España fueron las de los principales generales de Franco (alguno, ministro), como Varela, Galarza, Kindelán, Orgaz, Aranda... -de nuevo de actualidad, por el callejero de la discordia- y el propio hermano de SEJE, Nicolás. Todos ellos le hicieron ver los inconvenientes -empezando por la debilidad del ejército español- de meterse en el avispero de la guerra. Y Franco, pese a las ganas que tenía, las reprimió. En cuanto a los ingleses, la importancia que le dieron a los sobornos se ve en que estos estaban previstos para seis meses y se alargaron tres años. "Churchill, el embajador Hoare, los ministros de Exteriores Halifax y Eden, lo apostaron todo a los sobornos".
Esa historia la cuenta Ángel Viñas con total minuciosidad y un evidente tono beligerante contra ciertos colegas profranquistas, más amigos de destacar la "hábil prudencia" del gallego que de entrar en estas zonas oscuras. La palma (¿del martirio?) se la lleva Luis Suárez Fernández.



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