Aunque la propaganda yihadista que habla de recuperar Al-Andalus
nos pueda parecer excéntrica y delirante, lo cierto es que tanto Al Qaeda como
el Estado Islámico (IS) consideran a Europa como uno de sus principales campos
de batalla. Nunca lo han ocultado y el recuerdo del histórico califato omeya
que se extendió desde Persia hasta los Pirineos atravesando todo el norte de
África opera en la mitología de la guerra santa islámica como uno de sus
principales referentes. Desde la autoproclamación del IS como califato por Al
Bagdadi en 2014, el control del Magreb se convirtió en uno de
los objetivos principales para la extensión del terrorismo
yihadista.
Pocos años antes, el despropósito de la intervención en Libia de
una coalición internacional liderada por Francia para derrocar a Gadafi
convirtió el país en un Estado fallido en manos de múltiples facciones que se
reparten el territorio y los pozos de petróleo sin más control que el de la
fuerza militar. Y en ese enclave sin Gobierno tanto el IS como Al Qaeda han
encontrado la plataforma ambicionada para dar el salto a Europa. Entre las dos
internacionales del yihadismo, además, existe una declarada competencia para
ver quién comete los atentados más impactantes y se hace con el dominio del
terrorismo internacional. Así al menos lo consideran los informes de las
Fuerzas de Seguridad del Estado que publicamos hoy. Según la Policía y la Guardia Civil la
situación de descontrol en Libia lo convierte en el país del Magreb más
propicio para convertirse en refugio de muchos combatientes que regresan de
Siria y
participan en la organización de atentados como los ocurridos en Túnez en los
últimos años.
Porque otra de las amenazas que señalan los informes hacen
referencia al peligro potencial que representan los yihadistas que vuelven a
sus países de origen procedentes de Oriente Próximo. Desde que el IS comenzó a
perder terreno en Siria e Irak, debido a la presión de las potencias
occidentales, al menos el 30% de esos terroristas, algunos de ellos con
nacionalidades española y francesa, están retornando a Europa, en muchos casos para convertirse en lobos
solitarios o para engrosar las filas de comandos asesinos. En
el caso español, según los datos que obran en posesión de las Fuerzas de
Seguridad, hay 200 personas procedentes de nuestro país participando en la
guerra siria. De los 30 que regresaron, 15 se encuentran en prisión acusados de
terrorismo.
Estos datos son lo suficientemente alarmantes como para que
España no descuide la lucha contra el terrorismo islámico en coordinación con
los servicios de inteligencia de nuestros socios comunitarios y de la OTAN. El
próximo Gobierno no debe eludir la implicación de nuestro país en focos tan
importantes como el Sahel, donde hay desplegado un importante contingente, ni
colocar en un plano secundario la lucha contra el terror. Una lucha que debe tener como
prioridad inmediata el combate al IS y Al Qaeda en los territorios donde están
asentados. La comunidad internacional no puede seguir evitando por más tiempo
la realidad libia y tiene que intervenir para poner fin a la actual situación
de caos que se ha convertido en una amenaza real para Europa.
También, como hemos defendido desde estas páginas, España debe
colaborar en la medida de sus posibilidades en la lucha en Siria e Irak contra
el IS, donde tanto los bombardeos estadounidenses como los rusos e iraníes
están haciendo retroceder a los terroristas. Por eso es una mala noticia el
aumento de la desconfianza entre Rusia y EEUU, principales potencias de la
coalición anti IS, justo un día antes de que se cumpliese el plazo de una
semana de tregua previa al comienzo de las intervenciones de forma conjunta. El
ataque de aviones norteamericanos a posiciones del ejército sirio, que se han
apresurado a calificar como "no intencionado", pone en peligro el
reciente pacto que sellaron Kerry y Lavrov. La ONU ha denunciado también que el Gobierno de Asad no está
permitiendo, como se comprometió, que la ayuda humanitaria
llegue a Alepo, donde viven asediadas más de 250.000 personas. Es cierto que el
tablero de guerra sirio es complejo, pero no han de escatimarse esfuerzos para
luchar contra el principal peligro que existe hoy para la seguridad
internacional.
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