. Cayeron 36 bombas en mayo de 1938. Los vecinos
culparon a la Guerra Civil. Pero no: era un ensayo de la Luftwaffe de Hitler
para la II Guerra Mundial.
. Visitamos la comarca para rescatar este episodio oculto junto a los
supervivientes.
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Rodrigo
Terrasa
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Aquella mañana Pepe fue al barbero, un forastero catalán que había llegado
aVilar de Canes con la navaja y las tacillas
buscando algo de paz en plena guerra. Pepe amarró las cabras, se cortó el pelo
y se afeitó, y por primera vez le empaparon las mejillas en colonia como si
fuera un galán de Hollywood.
Casi a la misma hora pero un día antes Ángel cogía el camino de Vilafranca
que le llevaba de su casa en Benassal al
campo donde faenaban sus padres. Tenía 15 años cuando oyó aquel ruido y miró
hacia el cielo con sus ojos azules como el océano.
Casi a la misma hora pero un día después Milagros se escapaba corriendo a
casa para comerse una loncha del jamón que su familia secaba en la buhardilla.
«Voy a casa y vuelvo», le dijo a su padre.
Cuando se oyó aquel ruido por primera vez el barbero le suplicó a Pepe que
le acompañara al refugio, pero los galanes de Hollywood no se afeitan y se
empapan las mejillas en colonia para esconderse en una cueva mugrienta. La primera bomba cayó justo cuando Milagros entraba en casa.
«Nos han matado a la chica», adivinó su padre. Milagros tenía 18 años. El
cadáver de Pepe lo encontraron acurrucado bajo el hueco de la escalera,
sepultado por los escombros. Ángel ya había echado a correr camino arriba.
Hoy tiene 93 años y presume de ser el más viejo de Benassal, un pueblo con
no mucho más de 1.000 habitantes en la comarca del Alto Maestrazgo de Castellón. Aún tiene los ojos azules como el océano
pero viste de negro de la boina a los pies desde que su consuegro mató de un
escopetazo a su hija hace la tira de años, cuando las cosas en los pueblos
pasaban porque sí y nadie se preguntaba demasiado los motivos. Como aquella
mañana de las bombas.
Ángel: "El polvo y un humo rojo
llegaban hasta los propios aviones. Eché a correr y cuando llegué al pueblo,
estaba todo desolado"
«Eran las siete o las siete y media. Escuché los aviones y me quedé
mirándolos. Venían por la derecha, como si vinieran de Barcelona. Los tres. Uno detrás de otro. No muy lejos.
Despacio. Cuando llegaron a donde yo estaba giraron a la izquierda, de cara
a Benassal, y se pusieron en fila de uno. El primero bajó
y soltó la primera bomba». Y Ángel acompaña el vuelo con sus manos flacas,
surcadas de venas, duras como una alpargata, recordando cada maniobra con una
memoria histórica. «Después vino el segundo y luego el otro. En 20 segundos
tiraron las tres. El polvo y un humo rojo llegaban hasta los propios aviones.
Dieron media vuelta y se marcharon por donde venían. Eché a correr y cuando
llegué al pueblo, estaba todo desolado. Me acuerdo como si fuera hoy».
36 BOMBAS
El 21 de mayo de 1938 cayeron tres bombas en Albocàsser, dos días después
otras nueve. El día 24 bombardearon Ares del Maestrat, el día 25 Benassal y el
26 Vilar de Canes. El día 28 de mayo cayeron otras seis bombas en Benassal y el
29 tres más en Ares y otras tres el día 31 en Vilar. Tiraron 36 bombas en 10 días en los cuatro pueblos, todas en un
radio de apenas 30 kilómetros, y murieron al menos 38 vecinos, sin
contar a los soldados que dormían en los pueblos aunque nadie supiera sus
nombres.
Murió Pepe y murió Milagros. Y tres hermanas que vivían al lado de la
iglesia de Benassal y la señora que no quiso marcharse de su tienda para que no
le robaran aprovechando el pánico. Y todos creyeron que aquellas bombas eran
cosa de la guerra. «Muchos murieron sin saber la
realidad. Los abuelos te decían que era la guerra y punto», cuenta
Pepita, abrazada a un retrato color sepia de la pequeña Milagros.
Rosa dormía hace 78 años. Tenía 12. «Yo estaba en la cama y oía a la gente:
'Es la guerra, es la guerra'. Se oyó un ruido muy regrande y vinieron los
aviones muy deprisa. A mi madre le extrañaron porque eran diferentes a los que
habíamos visto. 'No sufras que son los nuestros', le dijeron a mi abuelo. Y de
repente se oyeron las bombas. Bim, bam, bim, bom».
El avión era negro y grande y dicen que hacía un ruido metálico. «Era un
sonido oscuro, duro», recuerda María, 87 años. Los más viejos creían que
era La Pava, mote con el que se conocía en el Mediterráneo
a los aviones que bombardeaban la retaguardia republicana. «Que viene la Pava,
no os mováis que viene la Pava». Se equivocaban. Durante 73 años se
equivocaron.
Rosa: "A mi abuelo le dijeron 'No
sufras que son los nuestros'. Y de repente se oyeron las bombas. Bim, bam, bim,
bom"
EL DESCUBRIMIENTO
Óscar Vives es profesor de Física en la Universidad de Valencia. A finales
del año 2011, leyendo el libro del historiador Anthony Beevor La Guerra Civil españolaencontró una anotación a pie de
página que cualquiera que no hubiese nacido en Benassal habría ignorado. Decía:
«En la primavera del año 1938, durante el avance a través del frente de
Aragón, la Legión Cóndor bombardeó
pueblos y ciudades para verificar la precisión de los bombardeos de los Stuka
con bombas de 500 kilos». Y citaba cuatro pueblos del interior de
Castellón: Albocàsser, Ares, Vilar de Canes y Benassal.
El mismo libro hacía referencia a un informe guardado en los archivos
militares deFriburgo. Óscar Vives, que había crecido oyendo a sus
mayores hablar de aquellos bombardeos, tiró del hilo, viajó hasta Alemania y
logró una copia. Cincuenta páginas y 65 fotografías que probaban que los
bombardeos que sufrió el interior de Castellón en mayo del 38 fueron fruto
de un experimento ordenado por la Luftwaffe de Adolf Hitler (su
arma aérea), del que, seguramente, ni siquiera Franco tuvo conocimiento.
«En el informe se recogían las fotos aéreas que habían hecho el día
anterior de los bombardeos, a unos 3.000 o 4.000 metros de altura. Después de bombardear, el avión volvía a pasar y volvía a
fotografiar. Marcaban los impactos. Unos 20 días después, el
mayor Leopold Graf Fugger von Babenhausen, autor del informe, bajaba en coche a
cada pueblo desde el aeródromo de La Sénia, en Tarragona, y fotografiaba los
efectos del ataque», explica Óscar Vives.
Ni siquiera Franco estaba al tanto de la
'Operación Stuka'. "Muchos vecinos murieron sin saber la realidad"
Un soldado nazi revisa los destrozos provocados por el bombardeo alemán.
En el Archivo General Militar de Ávila no
constan aquellos bombardeos. «Apenas un año antes Franco había
bombardeado Guernica, una carnicería que le había
generado muy mala prensa en el resto del mundo. En el 38 ya tenía la Guerra
ganada, preparaba su victoria, y sólo un mes antes de los bombardeos en
Benassal, Franco había dado órdenes directas de no volver a atacar población
civil. Esa orden sí está en Ávila. Lo que ocurrió en Castellón no cuadraba con
la lógica de la Guerra Civil», asegura Rafa Molés.
Experimento
Stuka se llama el documental en
el que trabaja desde finales de 2014 junto a su socio Pepe Andreu y la
guionista Nuria Tirado para explicar lo que ocurrió realmente aquella mañana.
«Cuando nos contaron la historia, nos pareció algo sorprendente, muy bestia,
era impactante pero no nos interesaba como tema documental porque no nos
interesa el documental histórico», relata Molés. «Fue al investigar un poco más
cuando nos dimos cuenta de que había algo mucho más allá del descubrimiento».
Aquel experimento en Castellón fue clave para el desarrollo de la II Guerra Mundial años después. Los Stuka, abreviatura de Sturzkampfflugzeug, que
significa «bombardero en picado», eran
aviones Junkers 87, boceto de los que utilizó Hitler para invadir Polonia.
La Legión Cóndor ya los había probado en Bilbao y en
Teruel, pero nunca sobre núcleos urbanos. «En el 38 ya se plantea que la Legión
Cóndor vuelva a Alemania porque a Franco su presencia en España le costaba
mucho dinero, pagaba cada tornillo, cada litro de gasolina. Los alemanes
necesitaban volver a casa habiendo probado la fuerza real de estos aviones y
eligen Castellón», cuenta Molés. «Y nada podía poner en peligro la joya de su
aviación».
SIN DEFENSA
Los Stuka eran aviones biplaza (piloto y artillero),
reconocibles por sus alas de gaviota invertidas, el color negro y los aullidos
de su sirena, ese ruido oscuro que tienen grabado en la memoria Ángel, María y
Rosa. Su punto fuerte era el bombardeo de precisión. Los nazis eligieron probarlos en el entorno de Benassal para poder
volar con un solo piloto, no necesitaban artillero porque nadie se
defendería en esos pueblos, y para poder llegar rápido desde La Sénia, sin
agotar los últimos depósitos de gasolina. «Las prisas y la orden de Franco de
no atacar aceleran el experimento y lo convierten en algo secreto».
Las fotografías del informe de Friburgo muestran
a los soldados de Hitler posando junto a los enormes proyectiles negros que
descargaron días después, abrazados a las bombas como si fueran ligues en una
discoteca. Hay mapas y vistas aéreas de los objetivos marcados con rotuladores
de colores y unos retratos que serían los selfies de
entonces, pilotos asomando la cabeza desde los boquetes que habían abierto sus
aviones en la plaza de cada pueblo, fumándose un pitillo apoyados en las ruinas
de cada casa.
«Creemos que el campanario era su punto de referencia y a partir de ahí
bombardeaban alrededor, sin tumbar la iglesia», apunta Pilar Vidal, profesora
de Historia y miembro del Grupo de Recuperación de la Memoria Histórica de
Benassal. «En el Registro Civil las muertes de las
víctimas se anotaron años después y decía: causa de la muerte, asfixia por
accidente de aviación. Nada más».
«Lo que nos atrae de la historia -explica Rafa Moléses ver cómo un suceso
tan pequeño es una metáfora de cómo se produce la guerra también hoy en dia.
Siempre hay detrás decisiones de algunas personas que manejan como si fueran
fichas de un tablero a un grupo de gente, tanto víctimas como atacantes. Esta
es la historia de unos vecinos que no habían visto nunca un avión y que incluso
salen de sus casas a saludar y de unos ejecutores que ni siquiera saben a quién
matan. Ni unos ni otros llegaban a verse nunca. Los pilotos de los Stuka perdían el conocimiento durante unos
segundos cuando el avión caía en picado y después de soltar la bomba un sistema
automático retomaba el vuelo. Eran los drones de hoy en día.
La víctima no sabe qué ha pasado y el atacante no sabe a quién ha matado»,
explican los directores del documental. «Para los alemanes los españoles no
éramos nadie. Dice una historiadora en la película que venían aquí de safari, a
jugar y a pasarlo bien. Éramos como indígenas para ellos».
Experimento
Stuka, una producción de Suica Films que
acabará de rodarse antes de final de año si consiguen cerrar la financiación,
esconde una reflexión sobre la psicología de la guerra,
sobre «la estupidez humana», dicen sus autores. «No saber cómo han pasado
ciertas cosas nos permite seguir haciéndolas una y otra vez. No queríamos hacer
un documental histórico, sino contar una historia sobre nuestras miserias».
MIEDO AL AVIÓN
«¿Quieres decir que ahora el mundo no está igual o peor que entonces?», se
pregunta María. Y no se aguanta la risa cuando cuenta que desde aquella mañana
de 1938 tiene que correr al water cada vez
que oye un avión. «Yo ya no veo telediarios. Me pongo novelas y ya está. ¿Para
qué? ¿Para ver guerras? Eso yo ya lo he vivido».
Desde aquel día, cada vez que otro avión pasaba por encima de su pueblo,
Ángel corría a los campos de trigo y se escondía tumbado entre las plantas
hasta que dejaba de oír el dichoso ruido. «A mí me han pasado muchas cosas y
todas muy feas», asegura. El drama le dura un segundo.
-Ángel, una última pregunta: ¿Usted ha subido en avión alguna vez?
-¿Yo? Nunca. Ni ganas. Una vez me dijeron que si un avión se cae no hay
dónde agarrarse.
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