lunes, 12 de septiembre de 2016

El misterio Stuka: cuando los nazis bombardearon Castellón

EL MUNDO.es


. Cayeron 36 bombas en mayo de 1938. Los vecinos culparon a la Guerra Civil. Pero no: era un ensayo de la Luftwaffe de Hitler para la II Guerra Mundial.
. Visitamos la comarca para rescatar este episodio oculto junto a los supervivientes.

·         Rodrigo Terrasa
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·         Aquella mañana Pepe fue al barbero, un forastero catalán que había llegado aVilar de Canes con la navaja y las tacillas buscando algo de paz en plena guerra. Pepe amarró las cabras, se cortó el pelo y se afeitó, y por primera vez le empaparon las mejillas en colonia como si fuera un galán de Hollywood.
Casi a la misma hora pero un día antes Ángel cogía el camino de Vilafranca que le llevaba de su casa en Benassal al campo donde faenaban sus padres. Tenía 15 años cuando oyó aquel ruido y miró hacia el cielo con sus ojos azules como el océano.
Casi a la misma hora pero un día después Milagros se escapaba corriendo a casa para comerse una loncha del jamón que su familia secaba en la buhardilla. «Voy a casa y vuelvo», le dijo a su padre.
Cuando se oyó aquel ruido por primera vez el barbero le suplicó a Pepe que le acompañara al refugio, pero los galanes de Hollywood no se afeitan y se empapan las mejillas en colonia para esconderse en una cueva mugrienta. La primera bomba cayó justo cuando Milagros entraba en casa. «Nos han matado a la chica», adivinó su padre. Milagros tenía 18 años. El cadáver de Pepe lo encontraron acurrucado bajo el hueco de la escalera, sepultado por los escombros. Ángel ya había echado a correr camino arriba.
Hoy tiene 93 años y presume de ser el más viejo de Benassal, un pueblo con no mucho más de 1.000 habitantes en la comarca del Alto Maestrazgo de Castellón. Aún tiene los ojos azules como el océano pero viste de negro de la boina a los pies desde que su consuegro mató de un escopetazo a su hija hace la tira de años, cuando las cosas en los pueblos pasaban porque sí y nadie se preguntaba demasiado los motivos. Como aquella mañana de las bombas.
Ángel: "El polvo y un humo rojo llegaban hasta los propios aviones. Eché a correr y cuando llegué al pueblo, estaba todo desolado"

«Eran las siete o las siete y media. Escuché los aviones y me quedé mirándolos. Venían por la derecha, como si vinieran de Barcelona. Los tres. Uno detrás de otro. No muy lejos. Despacio. Cuando llegaron a donde yo estaba giraron a la izquierda, de cara a Benassal, y se pusieron en fila de uno. El primero bajó y soltó la primera bomba». Y Ángel acompaña el vuelo con sus manos flacas, surcadas de venas, duras como una alpargata, recordando cada maniobra con una memoria histórica. «Después vino el segundo y luego el otro. En 20 segundos tiraron las tres. El polvo y un humo rojo llegaban hasta los propios aviones. Dieron media vuelta y se marcharon por donde venían. Eché a correr y cuando llegué al pueblo, estaba todo desolado. Me acuerdo como si fuera hoy».
36 BOMBAS
El 21 de mayo de 1938 cayeron tres bombas en Albocàsser, dos días después otras nueve. El día 24 bombardearon Ares del Maestrat, el día 25 Benassal y el 26 Vilar de Canes. El día 28 de mayo cayeron otras seis bombas en Benassal y el 29 tres más en Ares y otras tres el día 31 en Vilar. Tiraron 36 bombas en 10 días en los cuatro pueblos, todas en un radio de apenas 30 kilómetros, y murieron al menos 38 vecinos, sin contar a los soldados que dormían en los pueblos aunque nadie supiera sus nombres.
Murió Pepe y murió Milagros. Y tres hermanas que vivían al lado de la iglesia de Benassal y la señora que no quiso marcharse de su tienda para que no le robaran aprovechando el pánico. Y todos creyeron que aquellas bombas eran cosa de la guerra. «Muchos murieron sin saber la realidad. Los abuelos te decían que era la guerra y punto», cuenta Pepita, abrazada a un retrato color sepia de la pequeña Milagros.
Rosa dormía hace 78 años. Tenía 12. «Yo estaba en la cama y oía a la gente: 'Es la guerra, es la guerra'. Se oyó un ruido muy regrande y vinieron los aviones muy deprisa. A mi madre le extrañaron porque eran diferentes a los que habíamos visto. 'No sufras que son los nuestros', le dijeron a mi abuelo. Y de repente se oyeron las bombas. Bim, bam, bim, bom».
El avión era negro y grande y dicen que hacía un ruido metálico. «Era un sonido oscuro, duro», recuerda María, 87 años. Los más viejos creían que era La Pava, mote con el que se conocía en el Mediterráneo a los aviones que bombardeaban la retaguardia republicana. «Que viene la Pava, no os mováis que viene la Pava». Se equivocaban. Durante 73 años se equivocaron.
Rosa: "A mi abuelo le dijeron 'No sufras que son los nuestros'. Y de repente se oyeron las bombas. Bim, bam, bim, bom"


EL DESCUBRIMIENTO
Óscar Vives es profesor de Física en la Universidad de Valencia. A finales del año 2011, leyendo el libro del historiador Anthony Beevor La Guerra Civil españolaencontró una anotación a pie de página que cualquiera que no hubiese nacido en Benassal habría ignorado. Decía: «En la primavera del año 1938, durante el avance a través del frente de Aragón, la Legión Cóndor bombardeó pueblos y ciudades para verificar la precisión de los bombardeos de los Stuka con bombas de 500 kilos». Y citaba cuatro pueblos del interior de Castellón: Albocàsser, Ares, Vilar de Canes y Benassal.
El mismo libro hacía referencia a un informe guardado en los archivos militares deFriburgo. Óscar Vives, que había crecido oyendo a sus mayores hablar de aquellos bombardeos, tiró del hilo, viajó hasta Alemania y logró una copia. Cincuenta páginas y 65 fotografías que probaban que los bombardeos que sufrió el interior de Castellón en mayo del 38 fueron fruto de un experimento ordenado por la Luftwaffe de Adolf Hitler (su arma aérea), del que, seguramente, ni siquiera Franco tuvo conocimiento.
«En el informe se recogían las fotos aéreas que habían hecho el día anterior de los bombardeos, a unos 3.000 o 4.000 metros de altura. Después de bombardear, el avión volvía a pasar y volvía a fotografiar. Marcaban los impactos. Unos 20 días después, el mayor Leopold Graf Fugger von Babenhausen, autor del informe, bajaba en coche a cada pueblo desde el aeródromo de La Sénia, en Tarragona, y fotografiaba los efectos del ataque», explica Óscar Vives.
Ni siquiera Franco estaba al tanto de la 'Operación Stuka'. "Muchos vecinos murieron sin saber la realidad"
Un soldado nazi revisa los destrozos provocados por el bombardeo alemán.

 «Los abuelos contaban que habían visto a unos soldados en el pueblo con una cámaras muy majas, de esas no se veían por aquí, pero nadie sabía para qué venían», había contado Pepita. «Ya sabes, entonces nadie preguntaba nada».
En el Archivo General Militar de Ávila no constan aquellos bombardeos. «Apenas un año antes Franco había bombardeado Guernica, una carnicería que le había generado muy mala prensa en el resto del mundo. En el 38 ya tenía la Guerra ganada, preparaba su victoria, y sólo un mes antes de los bombardeos en Benassal, Franco había dado órdenes directas de no volver a atacar población civil. Esa orden sí está en Ávila. Lo que ocurrió en Castellón no cuadraba con la lógica de la Guerra Civil», asegura Rafa Molés.
Experimento Stuka se llama el documental en el que trabaja desde finales de 2014 junto a su socio Pepe Andreu y la guionista Nuria Tirado para explicar lo que ocurrió realmente aquella mañana. «Cuando nos contaron la historia, nos pareció algo sorprendente, muy bestia, era impactante pero no nos interesaba como tema documental porque no nos interesa el documental histórico», relata Molés. «Fue al investigar un poco más cuando nos dimos cuenta de que había algo mucho más allá del descubrimiento».
Aquel experimento en Castellón fue clave para el desarrollo de la II Guerra Mundial años después. Los Stuka, abreviatura de Sturzkampfflugzeug, que significa «bombardero en picado», eran aviones Junkers 87, boceto de los que utilizó Hitler para invadir Polonia. La Legión Cóndor ya los había probado en Bilbao y en Teruel, pero nunca sobre núcleos urbanos. «En el 38 ya se plantea que la Legión Cóndor vuelva a Alemania porque a Franco su presencia en España le costaba mucho dinero, pagaba cada tornillo, cada litro de gasolina. Los alemanes necesitaban volver a casa habiendo probado la fuerza real de estos aviones y eligen Castellón», cuenta Molés. «Y nada podía poner en peligro la joya de su aviación».
SIN DEFENSA
Los Stuka eran aviones biplaza (piloto y artillero), reconocibles por sus alas de gaviota invertidas, el color negro y los aullidos de su sirena, ese ruido oscuro que tienen grabado en la memoria Ángel, María y Rosa. Su punto fuerte era el bombardeo de precisión. Los nazis eligieron probarlos en el entorno de Benassal para poder volar con un solo piloto, no necesitaban artillero porque nadie se defendería en esos pueblos, y para poder llegar rápido desde La Sénia, sin agotar los últimos depósitos de gasolina. «Las prisas y la orden de Franco de no atacar aceleran el experimento y lo convierten en algo secreto».


Las fotografías del informe de Friburgo muestran a los soldados de Hitler posando junto a los enormes proyectiles negros que descargaron días después, abrazados a las bombas como si fueran ligues en una discoteca. Hay mapas y vistas aéreas de los objetivos marcados con rotuladores de colores y unos retratos que serían los selfies de entonces, pilotos asomando la cabeza desde los boquetes que habían abierto sus aviones en la plaza de cada pueblo, fumándose un pitillo apoyados en las ruinas de cada casa.
«Creemos que el campanario era su punto de referencia y a partir de ahí bombardeaban alrededor, sin tumbar la iglesia», apunta Pilar Vidal, profesora de Historia y miembro del Grupo de Recuperación de la Memoria Histórica de Benassal. «En el Registro Civil las muertes de las víctimas se anotaron años después y decía: causa de la muerte, asfixia por accidente de aviación. Nada más».
«Lo que nos atrae de la historia -explica Rafa Moléses ver cómo un suceso tan pequeño es una metáfora de cómo se produce la guerra también hoy en dia. Siempre hay detrás decisiones de algunas personas que manejan como si fueran fichas de un tablero a un grupo de gente, tanto víctimas como atacantes. Esta es la historia de unos vecinos que no habían visto nunca un avión y que incluso salen de sus casas a saludar y de unos ejecutores que ni siquiera saben a quién matan. Ni unos ni otros llegaban a verse nunca. Los pilotos de los Stuka perdían el conocimiento durante unos segundos cuando el avión caía en picado y después de soltar la bomba un sistema automático retomaba el vuelo. Eran los drones de hoy en día. La víctima no sabe qué ha pasado y el atacante no sabe a quién ha matado», explican los directores del documental. «Para los alemanes los españoles no éramos nadie. Dice una historiadora en la película que venían aquí de safari, a jugar y a pasarlo bien. Éramos como indígenas para ellos».
Experimento Stuka, una producción de Suica Films que acabará de rodarse antes de final de año si consiguen cerrar la financiación, esconde una reflexión sobre la psicología de la guerra, sobre «la estupidez humana», dicen sus autores. «No saber cómo han pasado ciertas cosas nos permite seguir haciéndolas una y otra vez. No queríamos hacer un documental histórico, sino contar una historia sobre nuestras miserias».
MIEDO AL AVIÓN
«¿Quieres decir que ahora el mundo no está igual o peor que entonces?», se pregunta María. Y no se aguanta la risa cuando cuenta que desde aquella mañana de 1938 tiene que correr al water cada vez que oye un avión. «Yo ya no veo telediarios. Me pongo novelas y ya está. ¿Para qué? ¿Para ver guerras? Eso yo ya lo he vivido».
Desde aquel día, cada vez que otro avión pasaba por encima de su pueblo, Ángel corría a los campos de trigo y se escondía tumbado entre las plantas hasta que dejaba de oír el dichoso ruido. «A mí me han pasado muchas cosas y todas muy feas», asegura. El drama le dura un segundo.
-Ángel, una última pregunta: ¿Usted ha subido en avión alguna vez?
-¿Yo? Nunca. Ni ganas. Una vez me dijeron que si un avión se cae no hay dónde agarrarse.


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