Luis Ventoso
El profesor anglo-español, hijo del periodista «Augusto Assía», cree que las negociaciones «irán mal» y podrían romper al Partido Conservador.
Felipe Fernández-Armesto, londinense de 66 años, trasciende la categoría de historiador, por la originalidad de su pensamiento y la variedad de sus intereses (su último libro ofrecía una fascinante explicación de las capacidades de los animales como actores culturales). A pesar de que en apariencia encarna el prototipo del sabio inglés de traje de raya diplomática, gafas gruesas y hablares algo excéntricos, es también español por parte de su padre, el gran periodista Felipe Fernández-Armesto, quien firmaba como Augusto Assía.
Catedrático formado en Oxford, donde impartió clases un tiempo, hoy trabaja en la University of Notre Dame, centro estadounidense fundado en el XIX por un sacerdote francés. Observador cosmopolita y perspicaz, católico y padre de dos hijos, tiene claro su diagnóstico sobre el Brexit: «Es algo irracional».
-¿Por qué se lanzó el Reino Unido al Brexit? Veo una mezcla de malestar por la resaca de la crisis, nacionalismo exacerbado, nostalgias imperiales y odio a Londres, todo aliñado con unas gotas de xenofobia y los intereses privados del Partido Conservador. Pero tal vez haya algo más…
-Difícil de explicar racionalmente un paso irracional. La verdad es que Inglaterra, a diferencia de las demás naciones del Reino Unido, no se entusiasmó nunca por el proyecto de crear una nueva Europa. A pesar de todos los cambios culturales, los ingleses siguen siendo lo que Napoleón llamó una «nación de tenderos», que sólo piensan en las deficiencias económicas en la UE sin darse cuenta de la grandeza de formar una unión de paz y colaboración entre unas comunidades políticas que llevan tantos siglos de lucha entre sí.
-Al final se tomó una decisión enorme por muy poco margen.
-Pero hay que tener en cuenta que el pueblo no votó al Brexit: no lo votaron los jóvenes, ni las grandes ciudades, ni los escoceses, ni los irlandeses, ni los británicos que residen fuera del país, a quienes se negó el derecho a votar. La mayoría que ganó, por un 4% que incluyó mucho voto de protesta, no hubiera sido suficiente en un sistema justo y racional para cambiar la Constitución y abolir los derechos sagrados de la ciudadanía europea. Incluso entre los brexiteros no existía una mayoría a favor de lo que ya propone el Gobierno, que es la salida a todo coste, sin ninguna garantía de colaboración futura ni medio alguno de prolongar la prosperidad.
-¿Es reversible el Brexit o eso ya es solo el cuento de la lechera?
-Sigo esperando. Teóricamente las negociaciones podrían prolongarse hasta que los ingleses recuperen su capacidad de juicio. Pero los diputados, por falta de coraje, renunciaron a su deber de controlar los excesos del Gobierno y permitieron la invocación del maldito Artículo 50. Así que, incluso si el Reino Unido cambia de actitud, me parece más probable que la UE aproveche de la oportunidad de descartar a un miembro tan poco fiable.
-El Gobierno británico parece que quiere soplar y sorber al mismo tiempo: seguir entrando a bañarse en la piscina del club europeo, pero sin pagar las cuotas ni seguir sus normas. ¿Cree que lo pueden conseguir? ¿Se verá forzada la UE a ceder ante tan oportunista petición?
-No. En absoluto. Gran Bretaña tiene relativamente poco que ofrecer y la Unión, mucho. Alguna concesión habrá, por supuesto, pero el resultado final será una tragedia auténtica, conforme a la definición de Aristóteles: el triunfo del hubris [exagerado orgullo propio] de la señora May y sus brexiteros. El país saldrá aislado y empobrecido.
-Ha cambiado el clima vital en Inglaterra tras el Brexit o es una hipérbole decir eso?
-Tal vez cabe decir que ha vuelto a su estado normal: la autosatisfacción, la insularidad, la sordera cultural. Bajo los sufrimientos de la guerra mundial, tal vez tales rasgos eran virtudes. Ayudaron a que los ingleses soportasen sus fracasos para seguir buscando su victoria final. Pero iban acompañadas de virtudes que ya no siguen en vigor.
-¿Va el Reino Unido hacia un régimen de facto de partido único, con los tories gobernando un par de décadas?
-No. Las negociaciones irán mal. El Partido Conservador se quebrará entre los partidarios de conceder lo debido a la UE y los ultranacionalistas. Tarde o temprano, los votantes se darán cuenta de que el referéndum era una superchería y el Brexit un desastre.
-¿Qué le parece la señora May? Yo la veo inmensamente trabajadora y de ideas claras, pero no una política inteligente capaz de cambiar un país.
-Prefiero no contestar para evitar expresiones poco dignas de un periódico de la altura de ABC.
-Veo que no es su tipo. ¿Puede rascar algo bueno España en el río revuelto de Brexit o al final simplemente nos viene mal a todos los europeos?
-En el sentido político, la UE será mejor sin los británicos, que con sus exenciones y evasiones debilitaban la Unión. Para España la gran oportunidad, por supuesto, es la de solucionar e el problema de Gibraltar. El caso es tratarles mejor que los británicos, que parece que los dejan abandonados. En la odiosa carta de la señora May a Donald Tusk, ni se les mencionó.
-Malas infraestructuras, acusadas diferencias sociales, cierto ambiente de derrota en el Norte. ¿Descubrirán algún día los ingleses que su país no es la maravilla que ellos creen que es?
-¡Pero es que sí es una maravilla! Una economía que sigue siendo robusta, a pesar de que se produce poco y se exporta menos; un cultura que ejerce un soft power [poder blando] enorme, a pesar de no tener grandes artistas; y un sector universitario que sigue siendo el segundo del mundo en términos de calidad, a pesar de disponer de pocos recursos y poco apoyo público.
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