viernes, 14 de abril de 2017

LÍDERES. Revilla: "Que yo sea tan querido refleja lo mal que está España"

EL MUNDO PAPEL
José María Robles


Es el amo del mando a distancia. El único (con el Rey en Navidad) que sale en todas las cadenas. Alguien capaz de subir un 4% de 'share' los programas en los que participa.
¿Cómo un político de 74 años y de una comunidad peiférica se ha colado en los sofás de toda España? Con la 'fórmula Revilla'.


El ritual es siempre el mismo: agarra la lata de conservas, tira de la anilla, vierte el aceite en el plato y extrae lo que llama con orgullo «el caviar de Cantabria».
-Presidente, le voy a dar un disgusto: a mí no me gustan las anchoas...
-¿Estás de broma?
La fórmula mágica de Miguel Ángel Revilla, esa mezcla de campechanía y populismo que le ha abierto las puertas de La Moncloa y del imaginario colectivo, por una vez no funciona. «Mira que me habían hablado de gente rara...», me dice en shock el mejor embajador de Santoña y su delicia salada. Con ella practica una diplomacia amable similar a la del gobierno chino con los pandas, empezando por los clientes del bar en el que estamos. Entre ellos termina repartiendo el aperitivo, tenedor en mano, y confesando lo que toda España sospecha: «Siempre llevo una lata de anchoas en el bolsillo».
Ese carácter paternalista, espontáneo y hasta entrañable, muy de la tierruca, explica en parte el éxito de Revilla. Es el gran icono de la telecracia. Ni político, ni actriz, ni deportista, ni famosa sin oficio. En España no hay hoy nadie más omnipresente en la pequeña pantalla que él. Sólo el mensaje navideño de Felipe VI puede verse en tantas cadenas como su bigote montañés. Revilla hace pleno en las generalistas: Telecinco, Antena 3, La Sexta, Cuatro y La1, en la que acaba de estrenarse. Alterna los magacines matinales con el prime time del sábado, los talk shows entre semana y las entrevistas diverserias reservadas al domingo. Bertín Osborne lo ha invitado a su espacio dos veces en nueve meses. Es el único que ha repetido en solitario.
Los datos le avalan. «Vi hace poco las audiencias de La Sexta Noche, que normalmente están en torno a un 8%, y cuando estuvo Revilla llegó al 12%. En El programa de Ana Rosa la curva nos sube entre dos y tres puntos. En Espejo público, que es nuestro competidor y donde Revilla también suele ir bastante, lo mismo», confirma Juan Ramón Gonzalo, director de contenidos de la productora Cuarzo TV. La presencia constante de Revilla frente a las cámaras en los últimos años -como profesor universitario de Economía Aplicada, como gestor público más o menos cabreado o como todólogo de cabecera- tiene categoría de evento. El horario, el formato o el tamaño de la pizarra poco importan.

P. ¿Se considera un comodín televisivo?
R. Soy consciente de que no me llaman por amor a Cantabria. Me llaman porque doy audiencia. Estamos en un mundo donde hay que vender, y yo me aprovecho un poco.
P. ¿A qué programas ha rechazado acudir? ¿Cuál es su criterio para decidir con cuáles colabora?
R. Me han invitado varias veces de Sálvame, y lo de 13TV es ya insistencia. Tengo respeto por esos programas, pero no me veo allí... También me han llamado de Supervivientes y de lo de la piscina [Splash, famosos al agua]. Hombre, vamos a ver... Creo que soy un tío serio que dice cosas más o menos serias, aunque a veces les dé un toque de humor.
P. ¿Se ha sorprendido alguna vez hablando de algo de lo que no tenía ni idea?
R. Muchísimas, pero lo digo. Recuerdo que cuando iba con Buenafuente me sacaba imágenes de las que previamente no me decía nada. Veo que sale el maromo que luego se casó con la Duquesa de Alba, dándole sopa con una cuchara. Y Buenafuente me suelta: «A ver, Revilla, ¿usted cree que aquí hay amor?». Yo respondo: «Es para que intervenga el Fiscal General del Estado. ¡Se quiere quedar con la herencia!». Recibí una carta de un hijo de la Duquesa, felicitándome...
Algo ha pasado en este país para que un político casi octogenario, con cuatro operaciones de riñón y portavoz de una comunidad que muchos no eran capaces de situar en el mapa se haya convertido en héroe popular. En eso que podría llamarse conciencia social y que tiene que ver con el origen humilde y un comportamiento noblote a salvo de fact checkers. Revilla es Paco Martínez Soria con wifi o Gila sin boina. Revilla pasea la misma mochila de Labordeta, pero ¿en qué consiste realmente la fórmula Revilla?
«Es a la vez algo extraordinario (un político que dice lo que piensa) y algo extremadamente ordinario (un cuñao que opina de todo). Además, a diferencia del resto de políticos utiliza un lenguaje muy natural, muy de calle», resume Adrián Mediavilla, director de Estrategia de la agencia creativa Sra. Rushmore y cántabro de cuna. Para él, «la marca Revilla tiene por bandera la denuncia de la injusticia en España». Y eso incluye «desde señalar la corrupción del Partido Popular a reclamar la fiscalización de la Iglesia, protestar ante la política de austeridad de Merkel o denunciar la riqueza de Amancio Ortega».
Revilla arrasa en antena... y en las librerías. «Es un hombre que llega a la gente porque dice la verdad de una manera muy llana y muy cercana. Es, además, un gran narrador oral y un gran comunicador». Ana Rosa Semprún es la editora general de Espasa y la artífice del Revilla best seller, gracias a títulos como Ser feliz no es caroLa jungla de los listos y, sobre todo, Nadie es más que nadie: 27 ediciones y 150.000 ejemplares vendidos. Un sorpresón incluso para el propio sello. «Cuando publicamos el primer libro había dudas de si vendería más allá de Cantabria, pero estábamos convencidos de su potencial. Gestos como el de ir a ver al Rey en taxi le habían granjeado una simpatía universal».
Las tarjetas black. Las puertas giratorias. El crash inmobiliario. El 3% pujolesco. Los salarios basura. Ésas son las otras anchoas que vende Revilla. Hay periodistas que reconocen que cada vez que escriben un reportaje sobre el despilfarro y la casta y necesitan un titular impactante, marcan el teléfono de Revilla. «Seguro que a las grandes élites no les hace mucha gracia su discurso», insiste Juan Ramón Gonzalo. Él tiene claro que el mensaje de Revilla «ha llegado fundamentalmente a la clase media, que es la que peor lo ha pasado durante la crisis y la que se ha sentido más identificada con lo que decía. Además, defiende sus argumentos de un modo muy vehemente: se enfada, protesta...».
El presentador Jesús Cintora fue uno de los primeros en percatarse del potencial televisivo del líder del Partido Regionalista de Cantabria (PRC). «Habla de lo que siente el pueblo porque es de pueblo, no tiene que fingirlo», enfatiza el ex conductor de Las mañanas de Cuatro. Hoy él y Revilla son tan íntimos como para hablar por teléfono a diario y apoyarse mutuamente en los malos momentos. «Y también hay un factor fundamental: a su edad está absolutamente libre de ataduras. Le da igual meterse con el Rey, con el presidente del Gobierno, con el líder de la oposición o del partido que sea. Tiene ese punto de naturalidad y de libertad».
En el edificio de la Presidencia de Cantabria no hay ni rastro de lujo. Su interior recuerda a un hotel de extrarradio. En la sala de reuniones de Revilla hay varios paisajes naturales, una marina con velero y una composición abstracta heredada del Ejecutivo anterior que, sinceramente, desentona. Revilla muestra allí parte de la correspondencia que recibe: 100 cartas al día, 3.000 al mes (sin incluir mails). «Las contesto prácticamente todas. ¡A mano!», recalca. En otra sala almacena el busto de cerámica que una admiradora le ha enviado desde Cataluña. Es el mismo despachuco donde graba siempre los vídeos que comparte en Facebook y se viralizan al instante.


«Voy a tratar de disimular un poco la perplejidad e indignación que me embargan...», comienza diciendo en la grabación en la que valora la sentencia del caso Nóos. Personas alcanzadas: más de 15 millones. Nos lo enseña Iván Arroyo, una de las cuatro personas que gestionan el perfil de Revilla en redes sociales. Las otras tres son su asesora de Comunicación, su mujer y su hija adolescente. Revilla no se sabe ni sus contraseñas. Tiene identificados a sus trolls, aunque no bloquea a ninguno.
P. ¿Hasta qué punto es consciente de ser un fenómeno mediático?
R. Sin duda, aunque nunca lo he pretendido. Cuando salgo por la tele estoy trabajando. Por Cantabria y creo que por España también. Si gracias a mí se destaparon asuntos como el de las preferentes, al que dediqué más de 10 programas, eso es trabajar por España. Y también lo es luchar para que haya una Justicia independiente. Un político tiene la obligación de no callarse.
P. ¿A qué atribuye su éxito?
R. He comprobado que, por alguna razón, la gente entiende lo que digo. Claro, pones la televisión y ves que muchos políticos utilizan el lenguaje para decir cosas sin decirlas. Como cuando sale Cospedal a explicar que es diferido, simulado, no sé qué. A mí me preguntan por el Papa y digo lo que opino del Papa. O del Rey. No me corto, contesto a todo.
P. Eso en política es una rareza...
R. Pujol decía «hoy no toca». A mí me toca todos los días. No debo nada a nadie ni aspiro a nada. No quiero yates ni chalés. Y no soy del PP ni del PSOE. A mí no me puede llamar nadie por la mañana para aleccionarme.
P. ¿Cuándo se dio cuenta de que conectaba con millones de personas?
R. Cuando iba a un programa y luego salía a la calle y no podía ni andar. Con 25 años ya era profesor de la Universidad de Cantabria. En las votaciones que se hacían al final de curso, siempre me elegían como el profesor que mejor explicaba. Una vez me llamó el rector la atención porque yo aprobaba al 80% en junio y eso le parecía una barbaridad. ¿Qué quería que hiciera? ¿Suspender al que me respondía bien a lo que preguntaba? Tenía que haberle llamado la atención al profesor que suspendía al 80%, porque ése no era buen profesor.
Con una tiza en la mano -y sin el puro con el que impartía la lección- se presentó en 2013 en La Sexta NocheLa pizarra de Revilla fue el origen del actual fenómeno. En ese espacio de análisis, que apelaba a la memoria sentimental de cualquier estudiante, convertía abstracciones como la estafa fotovoltaica o la Encuesta de la Población Activa en una asignatura de Primaria.
«Revilla es una persona profundamente pedagógica. Sabe qué quiere contar cada vez que sale en televisión y se prepara muchísimo sus intervenciones», explica César González Antón, director de informativos de La Sexta. «Existe una perversión según la cual el lector es un señor admirable, el oyente un tipo encantador y el telespectador alguien despreciable. Para Revilla no. Él adora a su audiencia y entiende muy bien la importancia de la memorabilidad de la tele, que no tiene que ver con decir cosas memorables, sino con decir cosas que permanecen en la memoria. Él lanza mensajes claros, concisos, sencillos, con metáforas, hipérboles... Incluso los que no le aprecian no dejan de verle».
Para González Antón «en la televisión hay tres cosas que funcionan: la admiración, la empatía y la discrepancia. Lo que no funciona es la indiferencia. Revilla genera cero indiferencia y saca una nota alta en admiración y empatía. Cuenta además con una ventaja respecto a otros prescriptores: no tiene detrás a ninguno de los cuatro grandes partidos políticos. Y su bandera es la de una comunidad autónoma querida por todos».
Hay otra forma de saber el cariño que mueve el revillismo, y no tiene que ver con los medidores de audiencia. El presidente, con un problema de riñón crónico, recayó de su dolencia años atrás. Cinco personas que no lo conocían de nada se ofrecieron para donarle uno de sus riñones. Una de ellas fue su actual mujer. Otra, el bibliotecario de 71 años Miguel Ángel Marina, asturiano residente en Santander. Cuando se recuperó sin necesitar un trasplante, Revilla se reunió con Marina y con los otros voluntarios para agradecerles en persona su gesto. Los dos no habían vuelto a verse hasta que, casualidades, se reencuentran en el bar en el que Revilla me invita a probar sus anchoas. A la sorpresa de ambos le sigue el abrazo sentido y casi las lágrimas. Revilla al natural.
P. ¿Por qué campechano ha pasado a ser un insulto?
R. Eso y populista me lo dicen mucho ahora. Cuando empezaron a llamármelo me pregunté si es que había cambiado y no me había dado cuenta. Pero si vas a Bilbao y preguntas cómo era con 17 años, te dirán que igual que ahora. Extrovertido, alguien al que le gustaba cantar y las cosas populares. En la romería de San Cipriano, a la que voy desde los 18 años, me presenté como presidente con las albarcas. Imagina que aparezco con zapatos de charol. Me dirían: «¿Pero eres tonto?».
P. De 0 a 10, ¿cómo de populista es Revilla?
R. Es que yo soy así, lo siento. Cuando ni existía el término hacía lo mismo. Populista sería cambiar mi manera de ser por algo que no va conmigo. Sé que lo que hago no gusta. ¿El coche oficial? Con el Peugeot que tengo aquí abajo he salido a las siete y media de casa.
P. ¿Hay que reivindicar el populismo moderado?
R. Lo que hay que reivindicar es no fingir y ser una persona normal. Yo creo que soy bastante normal. Me gusta comerme un chuletón con vino, no con Coca-Cola. Me gusta que la gente me quiera, coño, como a cualquiera. Me gusta hablar con la gente, no podría estar en una isla. Toda la vida he ido a comprar al mercado. Si me ven ahora comprando, ¿soy populista? Lo que no voy a hacer es cambiar a una forma de comportarme que no me saldría.
P. ¿Quién transmite mejor: Revilla o Trump?
R. Hombreeee... Trump es un peligro para la Humanidad. Trump es el anti Revilla. A mí no me transmite nada más que miedo.
«El problema del Revilla gestor es que se lo ha comido el personaje», matiza Adrián Mediavilla sobre su paisano. «En Cantabria le vemos más de cerca y sí sabemos distinguir al showman del político. De entrada, es un político extremadamente hábil: ha sido presidente de Cantabria tres veces sin haber ganado nunca unas elecciones. Ha sido el socio necesario de los socialistas para quitar el poder al PP, con el que sin embargo pactó en los años 90. Quizá Revilla sea lo más parecido al centro político que haya habido en las últimas dos décadas en este país». Palabra de ex votante del PRC: «Piensa que hablamos de una región donde Ciudadanos tiene como cabeza de cartel a Felisuco, el humorista. Es muy duro aquello...».
A Revilla lo han criticado por no conseguir que el AVE llegue hasta la playa de El Sardinero o por regalar el Racing a un falso magnate indio. Sus rivales políticos dicen que paga las anchoas con dinero público y que en Cantabria también hay casos de corrupción, como los de Castro Urdiales, Piélagos y Argoños. «Tres sitios donde han empapelado a alcaldes y secretarios por conceder licencias ilegales. En Cantabria no han condenado a un diputado por llevarse dinero», rechaza. Ninguna de estas acusaciones ha erosionado su imagen.
Fue en 1976 cuando Revilla se estrenó en la pequeña pantalla. José Luis Balbín organizó un debate en La clave sobre la autonomía de Cantabria. Él acudió como partidario de esa tesis después de que un colega fallase en el último momento. Eso le sirvió para interiorizar otra de las claves de la fórmula Revilla: la ubicuidad. «Balbín me dijo: 'Cuando te inviten a ir a un programa, di que sí. Porque tú das. Cuando te pongan una cámara, no te escondas. Sal».
En Cantabria no hay un canal autonómico que emita un Aló Revilla. Eso no quita para que éste, que no cobra un euro de la tele ni ahora ni antes, se vea en situaciones tan surrealistas como la de hace tres semanas. «Me llamó José Mota para decirme que le obligaban a cambiar de día el programa que hice con él en La1. Lo querían hacer coincidir con la emisión del que hice con Bertín en Telecinco. ¡Contraprogramarme conmigo mismo! Claro, ahí me sublevé. Ya me pasó una vez con La Sexta Noche y La noria. La gente se volvió loca, pensando que los dos eran en directo. Me llamaban y me decían: '¿Pero cómo lo haces, eres tú en los dos?'».
P. ¿Qué político tendría que hacer de Revilla si no existiera Revilla?
R. Hacer de Revilla es imposible. Se es o no se es. Si me dicen haz de Albert Rivera o de Pablo Iglesias, no podría. He tenido la suerte de que, siendo como soy, he logrado que mucha gente sintonice conmigo. Muchas veces me pregunta mi mujer que para qué meto en cosas como lo de la talidomida o el Fórum Filatélico. Si no las denunciase, sería un cobarde. No me levantaría tranquilo.
P. ¿Qué le debe Revilla como presidente de Cantabria a la televisión?
R. Yo llegué [a presidente] antes de ir a estos programas, en el 95 no existían. Lo que me ha aportado la televisión es una popularidad tremenda, a niveles que para algunos pueden ser insoportables. ¿Cuántas personas en España tendrán fotos mías? No sé, un millón, medio millón... Algunas me cuentan que tienen enmarcadas esas fotos en el comedor de su casa.
El presidente coge el mando a distancia y posa con él en plan James Bond. Ni durante la sesión de fotos puede dejar de lanzar opiniones. La fórmula Revilla establece que cualquier público es interesante. Aunque en su enunciado haya algo que los telespectadores no ven. «El hecho de que yo sea tan querido es un síntoma de lo mal que está España. Un tío normal no debería ser noticia».

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