miércoles, 5 de abril de 2017

Fernando Aramburu: «Vemos escenas en Alepo o Bagdad que parecen sacadas del "Guernica"». 4º ESO

ABC CULTURA-ARTE
Jesús García Calero

El escritor afirma que su valor actual es «el de la perenne advertencia» y que emplea el cuadro de Picasso como modelo para su literatura.
Fernando Aramburu, la pasada semana en un hotel madrileño - MAYA BALANYA


El «Guernica» nació como protesta contra la barbarie de la guerra, en el contexto de la Guerra Civil española, pero a lo largo de los años ha sumado muchos significados y gran peso simbólico. ¿Y hoy? Fernando Aramburu, autor de «Patria» (Tusquets), entabla la conversación sobre el «Guernica» desde algunos vínculos personales e indaga en los significados que el cuadro ha tenido para su generación y para los españoles a lo largo de la historia. En un hotel madrileño, nos cuenta también por qué este lienzo le atrae tanto y le parece tan importante para pensar en su literatura, en la literatura.
-¿Qué es lo primero que recuerda del «Guernica»?
-Mi vinculación con el «Guernica» se remonta a la infancia. El cuadro estaba reproducido en un libro de historia de bachillerato. Mostraba un contraste muy curioso con ese libro que estaba bendecido por la autoridad educativa franquista, porque significaba algo distinto de lo que decía el texto. El texto era relativamente comprensivo con la historia franquista de la guerra civil pero el cuadro nos hablaba a los niños de otra manera. Además lo entendíamos con mayor facilidad que el mismo texto. Es decir que con 9 o 10 años yo ya tenía una idea muy concreta de quiénes habían sido los buenos y quiénes habían sido los malos en aquella guerra que yo no viví, pero en la cual perdí a mi abuelo. Los buenos eran los que estaban abajo, los que sufrían el bombardeo que más o menos de niño intuía que venía de arriba. Veía el fuego, aquellas mujeres, una de ellas con el niño posiblemente muerto en sus brazos. Esa es mi primera vinculación con el cuadro. Yo me posicioné en esos años en favor de aquellos que sufrían.
«Entendí quiénes eran los buenos en aquella guerra en la que perdí a mi abuelo: las víctimas»
-¿Cómo evolucionó ese vínculo personal?
-Esta lectura hoy en día no es tan simple. No es tan pueril, pero en cierta manera la sigo manteniendo. Pienso en el «Guernica» de Picasso a menudo cuando hablo de derrota cultural. Toda la propaganda que montó el régimen franquista, sobre la cual quiso sostener su prestigio, se viene abajo con una mirada a este cuadro. Además tengo la sensación de que es difícil, por no decir imposible, ser un espectador pasivo de esta obra, cuyo contenido me parece universal.
Aramburu, durante la entrevista
Aramburu, durante la entrevista- MAYA BALANYA
-Por algo vienen a verlo de todo el mundo, continuamente.
-Las figuras que se acumulan en el mural están asociadas al hecho histórico concreto del bombardeo de Guernica en 1937. Pero esta imagen tan expresiva es universal, aplicable a cualquier otro conflicto de guerra moderna donde la población civil sufre, donde haya un bombardeo.
-¿A qué cree que se debe esa fuerza que tiene como gran obra de arte?
«Me gustaría lograr lo mismo en mi literatura: seres concretos, familiares, con un trasfondo universal»
-Para mí es modélico el tratamiento que da Picasso a las figuras y me parece aplicable a la literatura, me gustaría que también a la mía. Por un lado tenemos el cromatismo sencillo, las figuras que están tratadas de esa manera tan reconocible, picassiana. Podemos observar el cuadro en sus detalles y lo comprendemos todo. Pero en su conjunto es polisémico, podríamos estar aquí años tratando de interpretarlo. Por tanto se aúna la aparente sencillez con la enorme capacidad significativa que tiene el cuadro. Algo parecido me gustaría a mí lograr en mi literatura. Un cuadro sobre seres concretos, familiares, cotidianos, pero que al mismo tiempo tienen un trasfondo universal y permiten infinidad de interpretaciones. Esa es otra de las razones por las que este cuadro me sigue atrayendo tanto.
-El cuadro suma significados con los años. ¿Está de acuerdo en que el retorno del «Guernica» fue el símbolo cultural de la Transición?
-El cuadro trasciende lo que es el hecho artístico. Yo tenía, como todos, cuando era estudiante, una reproducción en mi habitación. Es un paisaje mental, cultural, y también político del siglo XX. Y fue traído a España cuando yo tenía 22 años, que es otra vinculación personal. Porque esa vuelta que muchos interpretan como reconciliación para mí tenía otro sentido: el sentido perenne de la advertencia, cuidado que esto puede volver a suceder en cualquier momento, porque esto ocurrió; si queréis repetirlo pues mirad las figuras y ved cuáles son las consecuencias de la agresión.
-Esa gravitación tiene el foco puesto en las víctimas, no hablamos ni de política ni de ideología…
«Esa es la manera en la que a mí me habla este cuadro: ahí hay víctimas»
-Esa es la manera en la que a mí me habla ese cuadro: ahí hay víctimas. Leí que en algún momento se reprochó a Picasso que no estaban presentes los agresores. Pero sí están, porque la presencia del agresor es fundamentalmente el daño que ha causado: su presencia son las huellas, en el fuego, en la casa derruida, en el cuerpo destrozado en el suelo. También creo recordar que algún nazi le preguntó en París en 1937 si él era el autor del cuadro y él replicó diciendo que en realidad los autores eran ellos, los nazis…
-¿Hay una nueva lectura generacional?
-Sí. Mi hija es pintora, por cierto. Alguna vez hemos hablado de este cuadro, que no deja a nadie indiferente. Es otra generación. Tiene otra manera de verlo, pero constato en ella que no puede limitarse a mirarlo como un paisaje. El cuadro es muy fuerte, no ofrece solo formas externas, belleza, es un cuadro inquietante, que intranquiliza.
-¿El poder simbólico del «Guernica» es susceptible de manipulación?
«Me reprochan haber escrito "Patria" sin residir en el País Vasco. Picasso jamás pisó Guernica»
-Naturalmente. De hecho, a mí me molesta toda esta propaganda que hay alrededor de Picasso y como algunos tratan de llevarlo a su área ideológica. Estas son adherencias que pueden ser inevitables, pero no son las lecturas más profundas, que son las que hacen los observadores por su cuenta cuando se detienen un rato y piensan en el cuadro y lo vinculan como imagen global o escogiendo detalles con hechos de su vida, de sus antecesores, o con los hechos que seguimos viendo en el mundo.
-¿Siguió alguna de las polémicas, entre el Prado y el Reina Sofía, o las peticiones del Gobierno vasco o el Ayuntamiento de Guernica para exponerlo allí?
-No me interesan nada. Pero hay un asunto que me hace mucha gracia, que tiene que ver conmigo. Algunos me reprochan que yo he escrito sobre el País Vasco habiendo vivido lejos. Picasso jamás estuvo en Guernica. Con el discurso propiamente político entramos en esferas de simplicidad.
-¿Hay algo en la historia de la creación del cuadro que le llame la atención?
-Creo que lo pintó en poco más de un mes, en una especie de trance, y que hubo que quitárselo porque si no habría seguido toda su vida. Más allá de la anécdota, muestra el enorme corazón que puso en esta obra por más que fuera de encargo.
-Pero cambió la historia de la pintura, es un hito.
«Basta ver una esquinita para saber de qué cuadro estamos hablando»
-Es un icono del siglo XX, suscita lectura política. He leído interpretaciones como la de Juan Larrea, de tipo simbolista. Pero a mí nunca me preocupó eso, desentrañar la carga simbólica del caballo. El cuadro, entendido en su literalidad, el caballo como caballo, el toro como toro, sigue siendo significativo. Está tan dentro de todos nosotros que basta ver una esquinita para saber de qué cuadro estamos hablando.
-Lo más actual sigue siendo su carga de advertencia.
-Sí, yo postulo esa tesis. Vemos todos los días escenas de guerra y destrucción en Alepo, Siria o Bagdad que parecen sacadas directamente del cuadro.

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