martes, 2 de mayo de 2017

Las cartas que Carlos V pidió a sus nobles como «asesores» en su desafío contra el Rey de Francia. 2º ESO

ABC CULTURA
Geoffrey Parker

Todos le desaconsejaban el combate singular, pero el emperador siguió adelante y dejó a Francisco I como un cobarde.


oña Isabel Aguirre y Landa, jefa del Departamento de Referencias del Archivo General de Simancas me preguntó: «¿Le gustaría ver un documento interesante?» Ocurrió durante mi última visita.
Naturalmente, respondí que sí, aunque no tenía la menor idea de a qué documento se refería. Al fin y al cabo, el tesoro de Simancas es casi infinito. En 1540, Carlos V decretó que, en el futuro, todos los documentos oficiales generados por la corona de Castilla se deberían enviar a un nuevo archivo que se construiría en la fortaleza real de Simancas. En 1808, cuando los franceses tomaron la fortaleza y se llevaron los documentos que estimaron interesantes, el archivo contenía más de 72.000 legajos y libros. Cuando se marcharon, quedaban escasamente 64.000.
En la actualidad, el Gobierno central archiva sus documentos oficiales en Madrid, pero algunos se siguen enviando, o reenviando, al Archivo General de Simancas, entre ellos miles de documentos repatriados de los archivos de París en marzo de 1942 por orden del gobernador militar alemán en Francia como parte del intento de Hitler de persuadir al general Franco de que se uniese al Eje.

En subasta

Otros llegan porque el Estado español adquiere en subastas los documentos relevantes y los devuelve al archivo correspondiente. El «interesante documento» que doña Isabel se ofrecía a compartir conmigo pertenecía a la segunda categoría. Se trataba de un registro encuadernado en piel, adquirido en Sotheby’s en 1979 durante la venta de papeles pertenecientes al duque de Wellington, titulado «Desafío de Carlos V».
¿Y qué era lo que contenía ese registro encuadernado en piel? En 1525, las tropas de Carlos V hicieron prisionero a su rival Francisco I en la batalla de Pavía y lo mandaron a Madrid, donde pasó varios meses confinado en la Torre de los Lujanes negociando las condiciones de su liberación. Una vez que Francisco prestó juramento como rey y caballero de que entregaría Borgoña, arrebatada hacía 40 años a los antepasados de Carlos, así como sus propias conquistas en Italia, entre otros lugares, el emperador permitió a su prisionero que regresase a Francia, donde este renegó al punto de todas las promesas hechas en Madrid aduciendo que habían sido pronunciadas bajo coacción y que, en consecuencia, no eran vinculantes.

«Nos llevaremos a las armas»

Carlos, que había sido educado en las enseñanzas de los libros medievales de caballerías, sabía exactamente qué hacer a continuación. Le dijo a un diplomático francés: «El rey de Francia vuestro amo avía hecho vil y malamente de no me aver guardado la fe que yo tengo del, según la capitulación de Madrid, e que si él quería decir en contrario, yo le manterné en mi persona a la suya». Francisco recogió el guante y añadió: «De aquí adelante no nos escriváis alguna cosa, antes nos assiguraréis el campo, e nos llevaremos las armas».
Así las cosas, Carlos dio el desacostumbrado paso de consultar a sus súbditos españoles más destacados cómo proceder según los dictados del protocolo. Las respuestas originales de 42 nobles, ciudades y prelados de Castilla se han conservado en este registro encuadernado en piel.
Todos ellos se opusieron al duelo. Algunos le aconsejaron que no arriesgase su vida teniendo solo a un niño como sucesor (el príncipe Felipe contaba nada más un año). Otros invocaron el código prevaleciente de la caballería. En palabras del duque del Infantado: «Esta ley de honnra se estiende a los príncipes por grandes que son, y a los caballeros que somos, de una misma maña, y no difiere en la calidad a uno más que a otro». Al haber roto su juramento como caballero, Francisco carecía del rango para retar a duelo y, en consecuencia, el emperador debía ignorarlo.

El emperador discrepa

Carlos discrepó de ellos. En vez de seguir su consejo, envió a su heraldo a Francisco con la propuesta de batirse en duelo en un lugar seguro «junto al río [Bidasoa] que separa Fuenterrabía de Hendaya». Francisco podía elegir «cómo y con qué iban a enfrentarse». El resultado del duelo resolvería todos los asuntos pendientes entre ambos monarcas. Asimismo, Carlos llamó a Kolman Helmschmid, el célebre armero de Augsburgo, a que se reuniese con él en Madrid y trajera consigo a «artesanos y herreros, por si se diese el caso de que tuviese que batirse», listos para trabajar en la espléndida armadura Karolus Divus, actualmente conservada en la Armería Real de Madrid.


El combate nunca tuvo lugar porque Francisco se negó a recibir al heraldo o a escuchar su mensaje. El hecho otorgó al emperador una gigantesca victoria moral tanto en su país (donde su actitud caballeresca le hizo ganarse, quizá por primera vez, la popularidad entre sus súbditos españoles) y fuera de él (donde Francisco quedó como un cobarde). También ha proporcionado a los historiadores una fascinante visión de la mentalidad de la élite de la Europa del Renacimiento en forma de 42 respuestas manuscritas.
¿Habría encontrado este registro sin ayuda? Al fin y al cabo, el Archivo General de Simancas no es solo uno de los más antiguos del mundo. También es uno de los mejor organizados. En 1592, cuando Felipe II visitó Simancas la primera vez, uno de sus ayudas de cámara entró en el archivo e informó de que «los documentos del reino... han sido colocados allí con tan buen orden que enseguida es posible encontrar lo que se busca». Nada había cambiado en 1966, cuando entré en el archivo en mi primera visita como investigador. Ni siquiera en 2016, durante mi última estancia, exactamente 50 años después. Según mi fichero (el archivo lleva uno por cada investigador, en el que están contenidas no solo la correspondencia, sino también una lista de todos y cada uno de los documentos solicitados), he consultado más de 1.850 legajos a lo largo de este medio siglo, pero ningún historiador encuentra todo lo que necesita sin ayuda.

Homenaje a los archiveros

Doña Isabel mantiene que el fundamento de toda buena historia es un «diálogo» entre archiveros e investigadores. Para mi proyecto actual -una biografía de Carlos V, fundador del archivo- me sugirió que consultase una serie a la que nadie había prestado atención, llamada «Descargos de Carlos V», formada por 52 inmensos legajos llenos de solicitudes desesperadas de antiguos servidores del emperador reclamando sus salarios atrasados o el reembolso de los gastos todavía pendientes de pago a la muerte de este en 1558. Después me propuso «Estado 641 bis», que recoge la correspondencia entre el hermano de Carlos, Fernando, y su agente en la corte imperial, adquirido por Simancas en 1983. Y, esta vez, «Estado 8815 primera parte»: «Desafio de Carlos V».
El registro ya había salido de Simancas en 1804, cuando un investigador lo encontró en la Torre de Goycoerrota en la villa de Elgoibar de la provincia de Guipúzcoa e hizo una copia. No volvió a Simancas hasta 1979, y de momento solamente lo ha visto un investigador. Pero ahora, amables lectores, también ustedes pueden verlo.
Así que, la próxima vez que visiten Simancas y doña Isabel les pregunte si les gustaría ver un documento interesante, digan que sí.

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