Jacobo Pedraza
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El bitcoin va como un tiro. El pasado jueves 11 de mayo su tipo de cambio superaba por primera vez los 1.600 euros. Llegó a los 1.685 cuando solo una semana antes estaba en 1.350. Un ritmo imparable que no se había vivido ni siquiera cuando en 2014 pareció resurgir con el interés de algunas grandes empresas por facilitar este medio a sus clientes. Microsoft. Dell. Expedia. Hasta Paypal, con cuyo sistema de pago rivalizaba, decidió aceptar la criptomoneda, y todavía lo hace. En España la web de turismo Destinia era la gran abanderada. El bitcoin era "la moneda de la sociedad civil" y prometía cambiar el comercio a través de Internet. Podemos decir que no ha sido así. Y, sin embargo, su éxito es innegable.
"El interés en utilizar el bitcoin como medio de pago se ha ido perdiendo", certifica Jorge Ordovás, director del posgrado sobre bitcoin y blockchain de la Universidad Europea de Madrid (UEM) y cofundador de NevTrace, empresa de servicios y laboratorio de ideas en torno a esta tecnología. En general se ha vivido una paradoja entre oferta y demanda que ha estancado su uso comercial. No había establecimientos que aceptasen el bitcoin porque no había clientes que quisieran pagar con bitcoins. Y los compradores no barajaban utilizar este método porque no estaba presente en su día a día y no veían ventajas en descargar un monedero (el programa en el que se almacenan las criptomonedas, para después utilizarlas en comercios digitales o establecimientos físicos que las acepten) y comenzar a convertir euros o dólares en dinero digital. "Es la pescadilla que se muerde la cola porque al usuario común no le otorga prácticamente ninguna ventaja", explica Ordovás. El bitcoin no abarata los precios. Ni acelera las transacciones de forma notable. Pero tiene otras características que explican su uso actual. La más importante, la garantía de anonimato.
Criptomonedas, los nuevos "billetes pequeños"
Solo un día después de alcanzar su pico histórico, el bitcoin volvía a ser noticia por un motivo muy distinto. Multitud de ataques informáticos se sucedían contra empresas e instituciones por todo el planeta. En algunos casos, como Telefónica en España, los hackers habían logrado bloquear ordenadores y hacerse con la información que contenían, que era automáticamente encriptada para que nadie pudiese acceder a ella. Era un secuestro. Un secuestro de datos, también conocido como ransomware por el tipo de virus que lo causa. Y a cambio, los piratas pedían un rescate... en bitcoins.
En innumerables películas y series los secuestradores o atracadores de bancos exigen que se les entregue el dinero "en billetes pequeños", más difíciles de rastrear y fáciles de blanquear. Eso es lo que hacen ahora los hackers con los bitcoins. "El pago con bitcoins garantiza el anonimato, lo cual ha supuesto que en estos años los criminales hayan visto esta forma de recibir dinero como un mecanismo efectivo y rápido", relata Ordovás, que además de ser cofundador de una empresa dedicada a investigar estos ataques en colaboración con las autoridades es miembro del equipo de transformación digital de Telefónica, una de las principales víctimas del ransomware WannaCry.
"Es un ataque que no tiene remedio. La información está encriptada y solo la puede devolver a su forma el que tiene la clave de seguridad para decodificarla", subraya Bogdan Stirbu, chief visionary officer de Bit2me, startup española dedicada a la compraventa de bitcoins. Stirbu destaca que la culpa del ciberataque no la tiene la existencia de criptodivisas porque "el virus podría seguir afectando igual y se pediría un pago a través de otro medio" y que en ningún momento hay que ceder al chantaje: "Para una compañía más pequeña puede suponer mucho. Pero grandes empresas como Telefónica no tienen una copia de seguridad de cada archivo. Tienen 20". La multinacional española señaló desde el pasado viernes que el ataque afectaba a los ordenadores de buena parte de sus trabajadores, pero en ningún caso se veían comprometidos elementos delicados como los datos de los clientes o información estratégica de la compañía.
En cualquier caso, a pesar de la garantía de anonimato que ofrecen sistemas como bitcoin, rastrear a los delincuentes es posible, precisamente, gracias a la tecnología blockchain que sustenta a la moneda. A eso se dedica NevTrace, la empresa de Ordovás: "La cruz es el anonimato. La cara es que las transacciones quedan registradas, son públicas, y se puede analizar la información para ver hacia dónde va el dinero, perseguir su actividad y localizar a los criminales". Ordovás afirma que el precio del rescate suele variar en función del tamaño de la empresa, y que España es uno de los países a los que más suele afectar este tipo de ataques, "aunque los piratas no suelen ser españoles".
El anonimato también potencia otros usos del bitcoin y del resto de monedas digitales. "Por ejemplo, existen casas de apuestas online que utilizan bitcoins para permitir la entrada a jugadores de todo el mundo y en muchos casos con fiscalidades mejores que las de cada país", desarrolla Ordovás. También suponía una ventaja en el tráfico de drogas o de armas a través de Internet. A finales de 2013 el FBI cerró Silk Road, un mercado clandestino en la deep web que facilitaba la compra y venta de droga por todo el mundo. Su fundador, Ross Ulbricht, fue condenado más tarde a cadena perpetua. Esta ruta de la seda ilegal utilizaba el bitcoin para que las transacciones fueran ilocalizables. Tanto en el mercado negro como en el legal (donde el anonimato también es un aliciente para algunas compras, por ejemplo, de artículos sexuales), la penetración del bitcoin es muy escasa.
Lo cierto es que a pesar de su baja incidencia España es uno de los países donde más comercios permiten el pago con bitcoins, siempre en grandes concentraciones urbanas o zonas de turismo de playa. La web de Coinmap mantiene un registro bastante actualizado de los establecimientos en los que la criptomoneda está aceptada. En Madrid encuentra 82 mientras que en París no llegan a 60. Es especialmente destacable el número de tiendas que figuran en la milla de oro madrileña (el entorno de la calle Serrano, donde tienen su sucursal la mayoría de las grandes firmas de moda), fruto de la iniciativa CalleBitcoin, impulsada en 2014. En cuanto a portales web donde se pueda pagar con moneda digital, Bitcoinisimo es una de las referencias. Allí se puede adquirir prácticamente de todo. Existen otros portales más especializados, con productos tan diversos vinos, dominios web o ropa de inspiración hippie.
Algunos países como Japón o Australia han decidido fomentar el comercio a través de bitcoins. El Gobierno nipón decidió el pasado abril reconocer la moneda virtual como medio de pago, colocándola a pocos escalones del estatus de su divisa oficial, el yen. El bitcoin ya puede utilizarse en más de 260.000 establecimientos japoneses y la cifra va a seguir creciendo porque los principales distribuidores de productos electrónicos han anunciado su intención de aceptar transacciones con este método. Detrás de este movimiento a favor del consumo está el uso de bitcoin como herramienta de inversión: "Los japoneses encabezan el volumen de compraventa de bitcoin de todos los exchangers a nivel mundial. El gobierno ha acertado al fomentar su uso, les interesa que se use la moneda para que siga ganando valor", valora Bogdan Stirbu, que cree que Australia, que en mayo ha anunciado incentivos al consumo con bitcoins, quiere seguir los pasos de Japón.
Moneda refugio
El bitcoin no es de momento una gran herramienta de consumo pero sí ha demostrado ser un importante instrumento de inversión. "Es un producto complicado de entender, pero se han ido desarrollando iniciativas para facilitar a los inversores una toma de posición sin necesidad de comprenderlo. Por ejemplo se lanzan fondos que invierten en bitcoins entre otros elementos, y como en otros paquetes es la entidad a través de la que se contrata el fondo la que mueve el dinero, tú no tienes que hacer nada", explica Jorge Ordovás, que también observa el evidente riesgo que este tipo de movimientos entraña: "No es un producto regulado. Tampoco hay un organismo emisor al que reclamar, o seguridad jurídica alguna a la que acudir si por ejemplo te roban los bitcoins. Es una inversión de alto riesgo independientemente de entender o no el instrumento".
Ordovás, sin embargo, asegura que con una criptomoneda de funcionamiento autónomo y de código abierto como el bitcoin hay peligros del sistema financiero que se evitan: "En el otro extremo, nunca tendríamos una crisis como la del 98 [que derivó, por ejemplo, en el corralito argentino] porque aquí el dinero es el que es. El dinero real que utilizamos no está impreso, no existe como tal todo lo que manejan los bancos, y eso va bien sobre todo cuando todo funciona pero puede caerse en situaciones de crisis. El bitcoin no es así. No se puede duplicar ni falsificar moneda. Los bitcoins emitidos son los que hay y los que se manejan. Inventarse bitcoins es imposible".
Esa seguridad de no poder ser manipulado por instituciones se impone a la volatilidad y la ausencia de regulación para hacer del bitcoin un producto-refugio. Como el oro. Cuando los mercados se temen que vengan mal dadas en la economía mundial, el flujo del dinero sale de determinados escenarios, como la bolsa, para parapetarse en los productos que se consideran más sólidos e independientes del escenario global. El bitcoin se revalorizó notablemente tras producirse las dos noticias que marcaron el pasado 2016 y que contribuyeron decisivamente a que ese año se instalara en el imaginario popular como un periodo en el que todo salió del revés: la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses y la del Brexit en Reino Unido.
Nunca habrá más de 21 millones de bitcoins emitidos
Si no existe una autoridad, como la Reserva Federal o el Banco Central Europeo, que emita y controle el flujo de bitcoins, tiene que haber un sistema alternativo para crear esta moneda. Ese método es otro responsable del ascenso del valor de la criptodivisa. "El bitcoin se basa en la existencia de un gran y único libro contable. Cuando se produce una transacción, queda automáticamente registrada en ese libro", relata Jorge Ordovás. Ese libro contable funciona gracias a la magia del blockchain. No está en un sitio concreto, sino que se encuentra repartido en una red distribuida operada por personas llamadas mineros, los encargados de escribir sus páginas. "Aproximadamente cada 10 minutos un minero cierra una de esas páginas, la distribuye a toda la red bitcoin y abre la siguiente. Para recompensar el esfuerzo de los mineros, en esa página nueva la primera transacción que se registra viene de ninguna parte y va a parar al monedero de ese minero", prosigue Ordovás. Así se emiten los bitcoins. Y esa cantidad que se da como pago por mantener el sistema se reduce cada cuatro años a la mitad en lo que se conoce como halving. "El último fue en julio de 2016. Ahora se otorgan 12,5 bitcoins cada 10 minutos. Siguiendo esta progresión, para el año 2030 la cantidad entregada será prácticamente nada. Así que en total habrá unos 21 millones de bitcoins emitidos", concluye el profesor e ingeniero informático. Si cada vez se emite menos moneda, cada vez vale más.
Industria minera
Los mineros son básicos para el funcionamiento del bitcoin. Pero a la vez se han convertido en un problema para su expansión como medio de pago. "Se ha transformado en un negocio. La minería está copada por unos pocos actores que consiguen los bitcoins que se crean. Y ellos son los que controlan cómo funciona ahora mismo la divisa y su evolución. De tal forma que un cártel de mineros suficientemente grande puede decidir lo que ocurre con el bitcoin", narra Ordovás.
El reducido número de mineros y la cantidad de operaciones que tramitan (como mucho se confirman aproximadamente siete transacciones por segundo cuando Visa puede registrar más de 8.000) tiene como consecuencia la formación de una cola de movimientos de dinero virtual que satura la red. Actualmente se forma una cola de unas 100.000 transacciones. "Tardan días en confirmarse", lamenta Ordovás. Los mineros han aprovechado esa situación para implementar un modo de acelerar la transacción de un usuario si lo desea, previo pago de una comisión. "Yo hice una transferencia de prueba para mis alumnos la semana pasada. Un artículo de 1,50 euros comprado en la tienda de mis hijas con una comisión de 50 céntimos. Y tardó tres días en confirmarse", ejemplifica el profesor.
Hijos del bitcoin
Esa congestión en la red bitcoin beneficia a otras criptomonedas que sí tienen cabeza visible y que sí se apoyan en terceras partes para no gastar tantos recursos en sustentar sus propios sistemas. "En los últimos tiempos han surgido monedas como dash o ether que reinterpretan el modelo original, son independientes de bitcoin y tienen redes propias que funcionan y solventan algunas ineficiencias del bitcoin", asegura Ordovás. "Son más apetecibles para las instituciones porque son controlables y dependen de terceras partes. Pero aún así, para comprarlas necesitas bitcoins. No se pueden comprar simplemente con la tarjeta de crédito. Con lo cual si a ellas les va bien, al bitcoin también", apunta Bogdan Stirbu desde Bit2me.
Otras criptomonedas son más apetecible para las instituciones porque sí tienen una cabeza visible
Stirbu señala un caso concreto de especial relevancia que ilumina un nuevo camino para las criptodivisas. El canadiense Vitalik Buterin fundó Ethereum en 2014, con solo 20 años. Se trata de una plataforma que se vale de una criptomoneda (el ether) y de un replanteamiento del sistema blockchain para sustentar la creación de contratos o certificados inteligentes e independientes, con la seguridad que da almacenarlos en una red distribuida e inmodificable. Esto se podría aplicar a cualquier tipo de acuerdo entre particulares o empresas, a sistemas de votaciones, pero el concepto de contrato inteligente no se queda ahí, engloba básicamente cualquier cosa que se pueda programar. Y el blockchain garantiza que aquello que se programe es lo que se ejecutará, sin posibilidad de que se intervenga sobre ello o de que se produzca un fraude, hasta el punto de que una de sus aplicaciones plantea la gestión empresarial a través de reglas programadas, sin intervención de personas, las llamadas organizaciones empresariales descentralizadas. Grandes compañías de la talla de Microsoft, BBVA o Santander se asociaron en febrero para impulsar la tecnología Ethereum.
El éxito de Ethereum no hubiera sido posible sin otro uso interesante del bitcoin y de su descendencia de monedas digitales. La ICO (Initial Coin Offering, u Oferta initicial de monedas) es un tipo de crowdfunding que consiste en crear una divisa propia para la empresa que se pretende llevar a cabo y que los inversores realicen sus aportaciones a través de esa nueva moneda, quedando así vinculado el destino de la criptodivisa creada al éxito de la compañía. Ethereum y su moneda se lanzaron con una ICO en 2014. Hoy un ether equivale a unos 80 euros. Hace tres meses no pasaba de los 10.
Con una 'initial coin offering', TokenCard recaudó más de 10 millones de euros en media hora
"Yo he invertido en Humaniq, un proyecto de banca 4.0 para países en vías de desarrollo", comenta Stirbu. Humaniq consiguió unos 3.775 bitcoins de financiación en 20 días el pasado abril, más de 6 millones de euros al cambio actual. A principios de mayo TokenCard, un proyecto de tarjeta de débito para Ethereum, logró 10 millones de dólares en media hora. El dinero virtual ya mueve mucho dinero real.
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