Ganador del World Press Photo, retrató famosos soviéticos y la vida en un país que ya no existe.
Víktor Ajlómov fue uno de los mejores fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX. Ganador del World Press Photo, fue autor de retratos de famosos soviéticos y de la vida en un país que ya no existe. Además, entre sus fotos, destacan también el legendario encuentro entre el Che y Gagarin.
Víktor Ajlómov es un clásico del fotoperiodismo, uno de los mejores reporteros fotográficos de la época soviética y postsoviética
Su archivo fotográfico muestra la vida de un país en sus distintas manifestaciones: la oficial, con Jruschov, Gagarin y las brillantes letras URSS refulgiendo sobre los edificios construidos en forma de libros abiertos de la calle Novi Arbat. Por otro lado, la bohemia, con sus retratos de Vladímir Visotski, Bela Ajmadúlina y Marlene Dietrich. También hay un reflejo de la vida privada con parejas de enamorados en un banco y estéticos desnudos en un típico apartamento soviético.
Su carrera artística, de más de medio siglo de duración, está relacionada con el periódico Izvestia. En la época de la URSS era el vocero oficial del gobierno soviético y en 1991 se convirtió en un medio independiente.
En 1960 Ajlómov participó en una exposición de jóvenes fotógrafos en la Casa Central del Periodista de Moscú.
El jefe de redacción de Izvestia, Alexéi Adzhubéi, otra leyenda del periodismo soviético y yerno de Nikita Jruschov, se fijó en sus fotografías.
En ese momento surgió el suplemento dominical del periódico, llamado Nedelia, que pronto se convirtió en una de las revistas más populares del país.
La línea de Nedelia, menos estricta que la de Izvestia, abría un nuevo espacio para los reporteros fotográficos, entre los que se contaba Ajlómov.
Durante este medio siglo trabajando en Izvestia recibió todos los premios posibles, incluido el premio nacional Ojo de Oro de Rusia. Ganó el premio internacional World Press Photo en cuatro ocasiones.
Víktor Ajlómov comenzó a trabajar como fotógrafo durante la época del deshielo de los años 60 y sus fotografías se convirtieron en una expresión de aquellos tiempos como lo fueron las películas y la poesía.
Del "padre del fotoperiodismo", Cartier-Bresson, heredó la capacidad de disparar la cámara justo a tiempo, de "capturar el momento", y del deshielo tomó una visión romántica del mundo que le rodeaba. La época soviética se presenta en sus fotografías en la forma que actualmente se recuerda con nostalgia.
Ajlómov ha trabajado todos los géneros posibles: brillantes retratos emocionales, paisaje urbano, vida cotidiana en el trabajo y vistosos planos callejeros. Como corresponsal de Izvestia capturó muchos acontecimientos importantes: Gagarin y Jruschov tres días después del primer vuelo al espacio, la visita a Moscú del Che Guevara y de Angela Davis, una actuación de Marlene Dietrich y la gira de La Mona Lisa.
Su cámara fotografiaba muy a menudo a poetas, escritores y artistas a ídolos de varias generaciones y a famosos: desde Anna Ajmátova hasta Alexander Solzhenitsyn, desde el tenor Iván Kozlovski hasta Maya Plisétskaya y Mstislav Rostropóvich. Por no hablar de sus contemporáneos de los años 60 (Bela Ajmadúlina, Bulat Okudzhava, Robert Rozhdéstvenski o Andréi Voznesenski), cuyos conciertos llenaban salas enteras.
El encanto que Ajlómov captaba en las escenas cotidianas de las calles rusas es comparable con el retrato que Brassaï hace de París: un carro tirado por un caballo cruza una plaza entre un automóvil y un trolebús, un tranvía y un pasajero solitario cuyos rasgos se difuminan en la oscuridad, una bandada de palomas en vuelo batiendo las alas cubre la Plaza Roja con uno de los símbolos de la época soviética: una cola interminable para entrar en el Mausoleo de Lenin.
En las fotografías no oficiales de Ajlómov, que no se ven restringidas por el protocolo, encontramos mucho sentido del humor: cuatro hombres disfrazados de Ded Moroz leen periódicos en una avenida nevada, o unas trabajadoras podan los árboles de un parque frente al rascacielos de la Universidad Estatal de Moscú y las siluetas oscuras en los árboles desnudos rinden homenaje a la conocida pintura del siglo XIX Los grajos han vuelto, de Alexéi Savrásov.
Este artículo fue escrito por Irina Osipova para Russia Beyond the Headlines
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