Joan Faus
Estados Unidos ha sido ambivalente sobre el futuro de El Asad y ha ocultado la cifra real de militares desplegados en el país.
Trump y sus asesores, el pasado abril, tras ordenar un bombardeo contra el régimen sirio CASA BLANCA
El presidente Donald Trump, siempre crítico con las aventuras militares en el extranjero de sus predecesores, se aproxima cada vez más a un dilema. El declive territorial del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas inglesas) abre la incógnita sobre cuál es la estrategia a medio y largo plazo de Estados Unidos en Siria. Trump ha mantenido la esencia de la campaña militar de la Administración de Barack Obama contra el grupo yihadista, pero en el terreno diplomático ha titubeado sobre el futuro del dictador sirio, Bachar el Asad, que sale reforzado de la guerra civil, y ha abogado por cooperar con Rusia.
El paisaje actual en el laberinto sirio, repleto de intereses y efectos entrecruzados, alimenta un sinfín de interrogantes. ¿Romperá EE UU sus lazos con las milicias kurdas, como ha empezado a hacer para contentar a Turquía, o avalará que mantengan un control territorial? ¿Reducirá el Pentágono su presencia militar, como hizo este lunes Rusia? ¿Buscará Trump su anhelada colaboración con el presidente ruso, Vladímir Putin, principal valedor de El Asad (con el que se acaba de reunir en Siria) y guardián de su supervivencia desde el inicio en 2015 de la campaña militar rusa en el país árabe?
“La gente cercana a Trump dice que no es ideológico, sino esencialmente pragmático, lo que más le importa es el éxito. Ahora mismo, el objetivo de Estados Unidos es limitar daños en Siria”, dice en una entrevista en Washington el intelectual francés Dominique Moïsi, analista del Institut Montaigne y cofundador del Instituto Francés de Relaciones Internacionales.
El experto se pregunta si ese afán de evitar repercusiones negativas puede derivar en un acercamiento a Rusia o afectar al futuro de El Asad. Cree que la Administración Trump aún no tiene respuestas. No hay una hoja de ruta definida, como tampoco existe una doctrina exterior de Trump más allá de fervores aislacionistas y de contundencia militar.
Dos días antes de ordenar en abril un bombardeo contra el régimen sirio en represalia por un ataque químico contra civiles, la Casa Blanca declinó pedir la salida de El Asad, rompiendo con la posición de la Administración Obama. Tras la acción militar, y como repitió recientemente la portavoz de Trump, se volvió a reclamar la renuncia del presidente sirio aunque Washington no ha hecho ningún movimiento en esa dirección y ha mantenido la lucha contra el ISIS como el pilar de su estrategia en Siria.
'Realpolitik'
Moïsi cree que la visión de EE UU sigue impregnada, como en los últimos años, por aires de la realpolitik de Henry Kissinger, exsecretario de Estado y asesor en la sombra de Trump: empezar una negociación sobre el futuro de Siria con El Asad en la mesa pero acabarla sin él. El experto advierte, sin embargo, de que ese escenario es cada vez “menos realista” y cree que El Asad probablemente seguirá en el poder ante la percepción de las grandes potencias de que, dada la amenaza terrorista, cualquier alternativa sería peor.
El ocaso territorial del ISIS, tras tres años de campaña militar liderada por EE UU, ha fortalecido al régimen sirio y sus principales valedores (Rusia e Irán), mientras que ha debilitado aún más a la amalgama de opositores moderados respaldados por Occidente. Desde la semana pasada, la ONU intenta en Suiza reactivar la incipiente búsqueda de una solución diplomática a seis años de sangrienta guerra civil, en la que han muerto más de 340.000 personas y 11 millones han abandonado sus hogares.
“Rusia ha ganado esa batalla. Han restablecido cierto sentir de indispensabilidad, el concepto que estaba asociado a América se está ligeramente moviendo hacia Rusia en el caso de Oriente Próximo”, concluye Moïsi.
Para Christopher Meserole, experto sobre Oriente Próximo en Brookings Institution, un laboratorio de ideas en Washington, la baza militar le permite a EE UU mantener cierta influencia sobre el régimen sirio. El Pentágono anunció el pasado miércoles que tiene 2.000 soldados en Siria, cuatro veces que la cifra conocida públicamente, y dijo que seguirán en el país "el tiempo que sea necesario", evitando dar plazos. Trump dio plenos poderes en marzo a la cúpula militar para determinar el número de efectivos. Su función consiste en apoyar a las milicias contrarias al ISIS (enemigo en común de El Asad), pero son difusos los límites sobre si pueden entrar en combate.
“Esas fuerzas dan a la Administración Trump un asiento clave en la mesa durante las conversaciones de paz en Ginebra”, escribe Meserole en un correo. Cree que, aunque se ralentice la campaña contra el ISIS, EE UU no reducirá el número de militares sobre el terreno hasta que se logre una “solución diplomática estable”.
Sin embargo, el experto advierte de que Trump persigue una compleja dualidad en la resolución del polvorín sirio, en el que las potencias compiten por mantener sus esferas de influencia. Por un lado, Trump y Putin prefieren dejar a El Asad en el poder porque es una “fuente de estabilidad contra el yihadismo”. Por otro, EE UU, a diferencia de Rusia, quiere al mismo tiempo rebajar la creciente influencia en la región de Irán y de sus milicias, que también luchan contra el ISIS pero apoyan al régimen sirio. “Conseguir ambos objetivos será un difícil acto de equilibrios y no está claro que la Casa Blanca tenga las habilidades diplomáticas para lograrlo”, sostiene Meserole.
CAUTELA MILITAR
El ISIS ha cedido 36.000 kilómetros cuadrados de control en Irak y Siria desde que Donald Trump asumió la presidencia estadounidense en enero. En octubre perdió Raqa, su autodenominada capital, en Siria y los milicianos se han recluido en zonas desérticas. El presidente se atribuye ese éxito y dice que “ha hecho mucho más” contra el ISIS que su predecesor, Barack Obama. Pero los expertos creen que, pese a que el republicano ha dado más carta blanca a los militares, las victorias son sobre todo una consecuencia de la intensidad de tres años de campaña de bombardeos y combate sobre el terreno.
El Pentágono manda un mensaje de cautela. “Aún es necesaria mucha lucha para derrotar los dominios restantes del ISIS y sigue habiendo trabajo sustancial para garantizar una derrota duradera del ISIS en la región, en particular mientras el grupo se convierte más en una insurgencia”, dijo recientemente a la prensa el portavoz Rob Manning.
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