Irene Mira
Pedro I de Castilla persiguió a todo aquel que consideró su enemigo, lo que le dio el sobrenombre de «el Cruel». Una propaganda de la que fue responsable su hermano bastardo Enrique II de Trastámara, quien le asesinó y arrebató el trono.
Pedro I es, quizás, uno de los reyes más controvertidos de la monarquía castellana. El hecho de que perdiera el trono a manos de su hermanastro Enrique de Trastámara creó dos vertientes, aún vigentes, en torno a su figura: por un lado, los partidarios de su legitimidad y, por otro, quienes justifican el levantamiento del bastardo.
Sea como fuere, su reinado se caracterizó por la violencia ejercida contra sus enemigos, principalmente con la nobleza contraria a su persona. No es de extrañar que se le diese el sobrenombre de Pedro I «el Cruel» por parte de sus opositores. Pero en ello tuvo también mucho que ver la propaganda de su gran enemigo, Enrique de Trastámara, quien inventó todo tipo de bulos para arrebatarle el trono.
El gran responsable del final de la Casa Borgoña fue, no obstante, su padre, Alfonso XI. El monarca tuvo una vida sexual muy activa, lo que desestabilizó por completo la Corona de Castilla. Tuvo once hijos bastardos con Leonor de Guzmán y, en lugar de mantenerlos alejados de la vida pública, les concedió todo tipo de rentas y feudos.
Esto dejó en evidencia a Pedro I, el único heredero legítimo al trono, quien vio peligrar su posición desde primer momento. Lo que no resulta del todo extraño es que siempre tendiese a la conspiración, pues veía enemigos por todas partes. Cuando fue coronado, la primera medida que tomó fue matar a la favorita de su padre, pensando que así acabaría su calvario. Sin embargo, el mayor de los bastardos, Enrique de Trastámara, no paró hasta verlo muerto.
La lucha política entre ambos hermanos contituyó uno de los hitos más importantes de la historia medieval castellana; un cambio dinástico en 1369 mediante el que la Casa de Borgoña -reinante desde el siglo XII hasta Pedro I- fue sustituida por el linaje de los Trastámaracon la victoria de Enrique II.
La leyenda negra de Pedro I
Los cronistas divulgaron cientos de bulos de Pedro I. Lo más probable es que quisieran tener contento al nuevo monarca. La imagen que quedó para la posteridad le granjeó el apodo de «el Cruel», en vez del sobrenombre «El Justiciero», que es el que le dieron sus partidarios.
En realidad, el último rey de Borgoña sí fue un tirano con sus enemigos. No dudó en asesinar a cientos de los que creyó sus adversarios políticos. El ejemplo más evidente reside en la política de represión que llevó a cabo contra la nobleza, o cuando ordenó matar a Leonor de Guzmán y a uno de sus hijos.
Otro episodio que no dejó indiferente lo inhumano que podía llegar a ser este monarca fue el abandono de su esposa, la candidata francesa Blanca de Borbón. Dos días después de haber consumado el matrimonio ordenó que la encarcelaran. Al parecer, no había recibido la dote que le había prometido el Rey de Francia, motivo «suficiente» para cometer este acto.
De todo ello supo aprovecharse el bastardo Enrique de Trastámara, quien sabía que su legitimidad estaba en entredicho. Necesitaba quitarse de encima a Pedro I. Para ello reforzó su postura con una gran propaganda política que apelaba a la figura de su hermanastro. Según el historiador medieval Julio Valdeón Baduque, «la utilización de recursos propagandísticos se hizo patente en el bando trastamarista desde los primeros días de la presencia del príncipe bastardo, en 1366».
Le acusó de ser enemigo de la fe cristiana, puesto que había recibido el apoyo de la comunidad islámica (reino de Granada) y la judía en la guerra civil. Esto contribuyó a la creación de la leyenda que decía que Pedro I no era hijo natural de Alfonso XI, sino de un judío que lo había dado en adopción. Un auténtico bulo por parte de los trastamaristas y que muy pronto se propagó.
Ahí no acababa la cosa, pues tambien denunciaron al legítimo monarca de subvertir el orden establecido, de acabar con la nobleza y dar poder a la clase media. Este fue un punto a favor de Enrique II, quien se presentó ante los nobles como el galante del orden establecido; consiguió así un amplio apoyo.
Enrique «El Fratricida»
Un rey injusto y cruel. Nadie puede negar que Pedro I actuó con extrema dureza contra los grandes señores de la nobleza y los de su propia sangre Pero, ¿acaso los monarcas de la época tampoco utilizaban su fuerza para acabar con el enemigo?
«El principal "leit-motiv" de la propaganda trastamarista contra Pedro I era la "tiranía". El concepto tirano, presente en textos diversos de la Castilla bajomedieval, desde las Partidas, podría referirse tanto a la forma de acceso al poder como a su ejercicio», asegura Valdeón.
El mismo Enrique II, responsable de introducir el apelativo «el cruel» en las crónicas de Pedro I, no actuó de manera distinta a este. De hecho, se le conoció también con el sobrenombre de «el Fratricida»por haber utilizado el asesinato como vía para conseguir coronarse como rey.
La batalla de Montiel (1369) fue la oportunidad perfecta para que el bastardo eliminara a su adversario. Las tropas de Pedro I fueron sorprendidas por las de su hermano (acompañado por el francés y líder Bertrand du Guesclin) en las cercanías del castillo de la ciudad. Tras ser derrotado, el monarca se encerró en la fortaleza. Según las crónicas, cuando intentaba fugarse fue sorprendido por Enrique II, quien lo apuñaló y después lo decapitó para exhibir su cabeza clavada en una lanza.
Ambos reyes mostraron el mismo grado de violencia. Mataron a los de su misma sangre y se ensañaron con un determinado grupo considerado 'el enemigo'. Del mismo modo que Pedro I había perseguido a los nobles, Enrique II fue responsable de terribles masacres de judíos de todas las edades. En Europa ya se habían producido ataques contra éstos a principios del siglo XIV, pero en Castilla no habían llegado hasta ese momento. El monarca Trastámara no solo permitió la agresión contra los judíos, sino que firmó las restricciones en cuanto a la libertad del pueblo hebreo.
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