martes, 6 de octubre de 2015

Los vascos no son tan antiguos como se pensaba.

Un análisis genético reduce la antigüedad del pueblo vasco a 5.000 años y muestra que desciende de los primeros agricultores estudiados en Burgos y Barcelona.

Recreación de la vida neolítica en Atapuerca distribuida por la U. de Upsala. / MARÍA DE LA FUENTE
El antiguo lehendakari Juan José Ibarretxe solía repetir que el pueblo vasco “tiene 7.000 años”, para defender la creación de un estado independiente cuyo origen se remontaría “al Mesolítico”. Pero no es cierto, como confirma ahora un equipo internacional de científicos. Los investigadores han leído los genomas de ocho agricultores que vivieron en los yacimientos de Atapuerca (Burgos) hace entre 3.500 y 5.500 años. El análisis genético muestra que la población actual más parecida a estos primeros agricultores es la vasca, cuya antigüedad quedaría reducida a 5.000 años.
“Los vascos descienden de los primeros agricultores que nosotros estudiamos en Atapuerca, y de otras regiones, como demuestra un estudio prácticamente simultáneo basado en un individuo de Cataluña”, detalla la bióloga Cristina Valdiosera, del Centro Mixto UCM-ISCIII de Investigación sobre Evolución y Comportamiento Humanos. “No sé si ya estaban en lo que actualmente se considera Euskadi, pero sí podemos decir que están en Atapuerca por lo menos desde hace 5.000 años”, explica la investigadora, coautora del estudio, que se publica hoy en la revista científica estadounidensePNAS.
El origen remoto del pueblo vasco se postuló hace casi un siglo. El prehistoriador Pedro Bosch, en su libro El problema etnológico vasco y la arqueología (1923), escribió: “Podemos sin temor formular la hipótesis de que el pueblo vasco es en realidad el descendiente del antiguo pueblo de la cultura pirenaica, cuyos orígenes se remontan al pueblo indígena del norte de España en el Paleolítico Superior”.
Los habitantes de la península Ibérica tenemos un origen bastante común y relativamente reciente", afirma un codirector de Atapuerca
Bosch, nacido en Barcelona, fue más allá que Ibarretxe, situando las raíces vascas en la primera etapa de la Edad de Piedra, hace más de 10.000 años. “El origen paleolítico de los vascos es una leyenda urbana que ya no tiene ningún sentido y está olvidada hace tiempo”, señala José María Bermúdez de Castro, codirector de los yacimientos de Atapuerca.
Los nuevos estudios dibujan una realidad menos deseable desde el punto de vista nacionalista, pero no exenta de épica. La agricultura y la ganadería nacieron hace unos 11.000 años con la llamada revolución neolítica en el Creciente Fértil, la región de los actuales Israel, Siria e Irak, entre otros países. Aquellos primeros agricultores protagonizaron una migración por Europa, mezclándose con las antiguas poblaciones locales de cazadores y recolectores. En el caso de España, este solapamiento entre agricultores recién llegados y pueblos primitivos duró 2.000 años, según el nuevo estudio.
“Los habitantes de la península Ibérica tenemos un origen bastante común y relativamente reciente. Lo que sí es cierto es que los vascos, en zonas montañosas, no recibieron tanta influencia genética en tiempos históricos, como sí ocurrió en Andalucía con los musulmanes o en el Mediterráneo con los romanos. Los vascos preservan más la pureza neolítica”, apunta Bermúdez de Castro.
Restos infantiles de hace 4.900 años estudiados en Atapuerca. / JAVIER TRUEBA/MADRID SCIENTIFIC FILMS
“Las similitudes entre los vascos modernos y estos primeros agricultores nos cuentan que los vascos permanecieron relativamente aislados los últimos 5.000 años, pero no mucho más”, ha sostenido en un comunicado Torsten Günther, investigador de la Universidad de Upsala (Suecia) y principal autor del estudio junto a Valdiosera.
“Podemos decir que los vascos no tienen una conexión genética con las poblaciones cazadoras-recolectoras del Mesolítico y por tanto no tienen un origen tan antiguo como antes se había pensado”, incide Valdiosera. “Es probable que el euskera sea descendiente de la lengua que utilizaban los primeros agricultores, o quizás una de las lenguas que utilizaban los primeros agricultores, sin embargo, el origen de su lenguaje no lo podemos dar por concluido”, añade.
Sus conclusiones son similares a las obtenidas por el equipo científico que publicó la semana pasada el primer genoma mediterráneo, extraído de una mujer que vivió hace 7.400 años en la actual Barcelona. “La idea esencial es la misma en ambos trabajos”, reconoce su principal autor, Carles Lalueza. Este investigador del CSIC en el Instituto de Biología Evolutiva, en Barcelona, analiza ahora “dos centenares de muestras vascas, desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce”, para despejar cualquier duda sobre el origen de los vascos.

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