Guillermo Ginés
Políticos y directivos muestran su confianza en el crecimiento económico global
Ana Botín, presidenta del Santander, esta semana en Davos - REUTERS
Como cada enero desde hace más de cuatro décadas, la ciudad suiza de Davos ha recibido el nuevo año convirtiéndose en el centro del mundo político y económico. Directivos de multinacionales, decenas de jefes de Estado y multitud de inversores han desfilado esta semana por la 47º edición del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), celebrado en una estación de esquí de los Alpes que el resto del año apenas supera los 10.000 habitantes. Las cerca de 400 reuniones mantenidas entre el martes y el viernes por los 3.000 asistentes al evento, desarrollado entre fuertes medidas de seguridad, han servido para lanzar un mensaje de rechazo a las barreras proteccionistas que impone el populismo.
Y es que si el año pasado la economía global contaba con varios frentes abiertos que ponían en riesgo su desarrollo -como la caída del precio del petróleo o la inestabilidad de los mercados-, en 2017 es el ámbito político el que parece amenazar el crecimiento. El proteccionismo de Trump y las dudas sobre el alcance del Brexit han atraído todas las miradas del Foroque, bajo el lema un «Liderazgo responsable y receptivo», ha apoyado con firmeza el libre comercio y la globalización.
El discurso inaugural de Xi Jinping, presidente chino, fue toda una declaración de intenciones. «Debemos permanecer comprometidos con el libre comercio y la inversión. Es necesario facilitar la apertura y decir ‘no’ al proteccionismo», subrayó el líder asiático en su comparecencia. Ante las previsibles trabas de Trump a los tratados comerciales, el régimen autoritario de Pekín quiso erigirse en el Foro como el auténtico defensor de la economía de mercado: «China mantendrá su puerta muy abierta y no la cerrará. Nadie saldrá ganador de una guerra comercial», subrayó Jinping.
Las voces más críticas cuestionaron esta declaración, dado que fue realizada por el presidente de un país que cuenta con férreos controles a las transferencias de capital y que todavía mantiene su rechazo a las inversiones extranjeras.
Hace apenas dos años, los analistas miraban a China con preocupación. La transformación del gigante asiático hacia una economía en la que el consumo cuente con más peso provocó una ralentización de su crecimiento, un hecho que desató el pánico en los mercados durante el verano de 2015.
En la actualidad China parece inspirar más confianza, pese a que creció el año pasado al rimo más bajo desde 1989. El Fondo Monetario Internacional (FMI) revisó el lunes cinco décimas al alza, hasta el 6,5%, su previsión de crecimiento en China en la actualización del informe «Perspectivas Económicas Globales».
Con la renovada confianza de gran parte del panorama internacional, el país asiático ha dado un paso al frente y se ha presentado en Davos como la alternativa a Trump más sólida. No es habitual que el país participe tan activamente en el panorama internacional, pero lo cierto es que en este evento ha tenido un papel destacado. tanto política como económicamente. Representantes del mundo empresarial como los presidentes de Wanda o Alibaba también tuvieron un papel destacado en el WEF.
El primero de ellos, Wang Jianlin, también dedicó parte de su intervención a cuestionar las trabas comerciales que pueden acompañar las políticas del nuevo presidente de los Estados Unidos y sostuvo que «podría haber represalias» si su empresa se ve afectada por estas medidas. Lo cierto es que estas premisas fueron constantes durante todo el evento. Directivos y líderes políticos hicieron una fuerte apología de la economía de mercado y defendieron la globalización. Incluso la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, hizo dos referencias al impacto que puede tener en la economía internacional el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
La primera fue implícita y se produjo cuando la exministra francesa afirmó en una conferencia celebrada el miércoles que acusar a la globalización de destruir puestos de trabajo supone un análisis simplista de la crisis en la que, según sus palabras, se encuentra inmersa la clase media internacional. La segunda fue mucho más explícita y se produjo durante el viernes, el último día de la cumbre. Lagarde señaló directamente al recién nombrado presidente de los Estados Unidos al afirmar que las medidas proteccionistas no serán buena para la economía global.
Trump no pudo responder directamente a todas estas referencias, pero sí envió a un representante para calmar los ánimos de los asistentes a la cumbre de Davos. Anthony Scaramucci, que tendrá probablemente un papel destacado en el equipo presidencial del magnate, tendió puentes en su ponencia y rechazó una guerra comercial entre China y EE.UU. Eso sí, el enviado de Trump también ensalzó en su discurso la intención de aplicar determinadas medidas enfocadas, según él, a evitar el empobrecimiento de los trabajadores estadounidenses.
No solo Trump (o su enviado) se defendió de las críticas que le acusan de proteccionista abriendo la puerta a futuros negocios. El Brexit fue otro de los señalados en el Foro, especialmente teniendo en cuenta la intención del Reino Unido de abandonar el mercado único europeo. Theresa May intentó apaciguar los ánimos de la élite internacional al destacar el jueves que el país será un «fuerte y enérgico» defensor del libre mercado tras el Brexit. «Los británicos decidieron abandonar la Unión Europea y abrazar el mundo», declaró la primera ministra en su discurso.
Traslado de bancos
Tan solo unas horas antes, los presidentes de HSBC y UBS confirmaron en el Foro Económico Mundial que trasladarán a mil trabajadores cada uno desde Londres a otra ciudad europea cuando el Brexit sea efectivo. Otras entidades, como Goldman Sachs, también barajan hacer lo propio con un alto porcentaje de su plantilla. Cifras que cuestionan fuertemente el discurso aperturista de May.
Si bien el asunto más citado en Davos fue el impacto de la nueva política en la globalización, la cumbre también sirvió para debatir sobre otros retos de futuro para el mundo económico y financiero, como la incidencia en el mercado laboral de la digitalización.
Davos alerta desde hace varios años del impacto que puede tener la cuarta revolución industrial en el empleo. El año pasado, de hecho, era el tema central del evento, que arrojó conclusiones como que 5 millones de empleos serán destruidos hasta 2020 por la digitalización. En esta edición no ha habido previsiones tan catastróficas, pero sí advertencias serias.
Una de las más graves fue realizada por el presidente de la consultora EY, Mark Weinberger. «La tecnología es el gran problema y no lo reconocemos», dijo el jueves. El presidente de BBVA, Francisco González, puso por su parte en duda los últimos avances y reclamó mayor acción a los gobiernos ante la destrucción de empleo que está causando la digitalización.
De Trump al medioambiente; del Brexit a la crisis de la clase media. El Foro de Davos sirvió, un año más, como termómetro del mundo. La amenaza proteccionista no empañó unas conclusiones que, en general, fueron mucho más optimistas que el año pasado. Al menos en el ámbito económico.
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