EL PAÍS ECONOMÍA
Antonio Maqueda
El PIB ha batido todas las previsiones que se hicieron el año anterior pero en la segunda mitad de 2016 se atisban señales de desaceleración.
Obreros trabajan en la construcción del forjado de un edificio en Sevilla PACO PUENTES
El Producto Interior Bruto (PIB) de España avanzó en 2016 un 3,2%, justo el mismo ritmo que el año anterior según las cifras provisionales publicadas este lunes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Entre septiembre y diciembre, el PIB creció un 0,7%, una tasa igual a la del trimestre precedentepero por debajo de los seis trimestres anteriores, lo que deja entrever una leve ralentización durante la segunda mitad del año pasado.
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Estos datos implican que la economía española encadena el tercer año consecutivo de crecimiento y que recupera en esos tres años en torno a un 80% de todo lo perdido con la crisis en términos reales. Si se tiene en cuenta la evolución de los precios y por lo tanto se descuenta la inflación, el PIB prácticamente ha recuperado un 95% de lo perdido o incluso un cien por cien si se toman las previsiones de inflación del Ejecutivo para cierre de 2016.
"De estos números se infiere que durante este año recobraremos los niveles de actividad previos a la crisis", explica José Domingo Roselló, analista del Flores de Lemus. El ministro de Economía, Luis de Guindos, ya adelantó que a mediados de 2017 se alcanzará el PIB de 2008.
Casi una década más tarde, la economía española se dispone a restablecer las cotas de producción desvanecidas. Solo que ahora la configuración del PIB se antoja muy distinta. Por una parte, hay muchas más exportaciones que en 2008. En cambio, por otra, hay menos empleo, menos masa salarial y menos inversión. Tan solo se ha recuperado la mitad de lo perdido en masa salarial, y el número de trabajadores todavía se sitúa en 18,5 millones, 2,25 millones por debajo de su máximo según la EPA. Aunque la inversión en bienes de equipo se encuentra en niveles parejos a la bonanza, la inversión total dista de cuando la construcción tiraba de todo. De hecho, 1,6 millones de los empleos que faltan se corresponden con el sector de la construcción.
Así que el motivo de que el PIB retorne al tamaño de 2008 estriba sobre todo en las exportaciones de bienes y servicios. Estas se han disparado desde el entorno del 25% del PIB hasta el 33%, impulsadas por la devaluación competitiva, la búsqueda de mercados fuera y la reciente mejora de la economía europea. Los ingresos por turismo marcaron en 2016 cifras récord. Y las ventas de servicios no turísticos incluso superaron las del turismo. Comparado con 2009, las exportaciones de mercancías han engordado en cerca de 90.000 millones, tocando máximos históricos a pesar del frenazo en el comercio global. Por dar una idea, las exportaciones representan el 12% del PIB de EE UU, el 18% en Japón; el 22% en China o el 45% en Alemania.
Un año extraordinario
En 2016, la economía ha batido todas las expectativas que organismos y expertos estimaban antes del inicio del ejercicio. A comienzos del año pasado, los analistas vaticinaban una ralentización que finalmente no se ha producido. Y las razones se resumen en cuatro vientos de cola que han impulsado la economía española: el primero, un precio del petróleo a la baja que ha inyectado más renta en los bolsillos de los españoles. Segundo, un comportamiento excepcional del turismo debido a los riesgos de otros destinos competidores, el bajo precio del crudo y un euro en mínimos frente al dólar. Tercero, las compras del BCE han llevado los tipos a mínimos nunca conocidos, rebajando la carga financiera de las hipotecas a tipos variables y facilitando el proceso de desendeudamiento. Por último, en lugar de ajustarse el déficit público en unos 20.000 millones tal y como exigía Bruselas, las Administraciones han aumentado ligeramente el consumo público y han dado un impulso fiscal rebajando impuestos por valor de 5.000 millones de euros. La relajación del déficit que concedió la Comisión Europea ha permitido que la economía crezca mucho más de lo que cabía esperar.
Y todo ello se ha combinado para propulsar el proceso de creación de empleo. Aunque los salarios sean precarios, el salto de cobrar cero a 800 euros brinda un fuerte empujón al consumo, el cual a su vez retroalimenta el empleo empujado por los vientos de cola antes mencionados como la baja cotización del crudo, el turismo, las inyecciones del BCE o la relajación fiscal. Y ese cóctel ha insuflado una fuerte inercia a la actividad, que entra en 2017 duplicando el crecimiento de la mayor parte de los socios europeos.
Suave desaceleración
A pesar del inusitado crecimiento exhibido, durante la segunda mitad de 2016 ya se atisbaron algunas señales de desaceleración. La última encuesta de población activa sorprendió de forma negativa al destruir 19.400 empleos, el peor registro en un cuarto trimestre de los últimos tres años. "En contra de lo esperado, el mercado laboral perdió impulso entre octubre y diciembre", reza una nota de BBVA Research. Si en 2015 se crearon 521.900 empleos, en 2016 se pierde un poco de vigor y se crean 475.500. Por más que los datos de consumo sean buenos, estos han ido de más a menos, han mejorado a costa de la tasa de ahorro y anuncian una cierta moderación. Además, la inversión en bienes de equipo ha perdido bastante fuelle.
"La mayoría de las previsiones anticipan este año una desaceleración del crecimiento hasta la zona del 2,5% por un empeoramiento del contexto externo, a lo que habrá que añadir otros factores que están cambiando, como el comportamiento de la inflación que puede terminar afectando a la competitividad o las condiciones de financiación", sostiene José Ramón Díez Guijarro, economista jefe del servicio de estudios de Bankia.
Durante este año, el BCE seguirá comprando deuda, pero probablemente se empezarán a ver algunos repuntes de los tipos de la deuda a largo plazo a medida que avance 2017. El petróleo ya se ha encarecido, y la consiguiente inflación drenará competitividad. El mercado laboral perderá activos por el envejecimiento de la población. Y, sobre todo, el impulso fiscal se volverá contractivo y penalizará el crecimiento. En definitiva, el PIB gravitará lentamente hacia una senda cada vez más moderada de crecimientos conforme se vayan diluyendo los extraordinarios vientos de cola vividos en 2016.
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