EL PAÍS INTERNACIONAL
Francisco Peregil
Decenas de yihadistas han partido a Siria desde dos barrios próximos a Rabat.
El activista salafista Abdelá Hamzaoui pasea por su barrio de Oued Adahab, en la ciudad de Salé. FRANCISCO PEREGIL
En apenas un cuarto de hora de tranvía y cinco minutos de taxi se llega desde el Palacio Real o el Parlamento de Marruecos, en Rabat, a los barrios de Oued Adahab y Rehma, en la ciudad de Salé, donde viven un millón de habitantes. Los dos barrios, separados por una glorieta, no son especialmente peligrosos ni problemáticos. Pero desde sus calles han partido a Siria unos cien yihadistas desde 2011 para integrarse en las filas de organizaciones yihadistas y, sobre todo, el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés). La fuente que ofrece tal cifra, a falta de datos oficiales, es Issam Chouider, responsable de prensa del Comité Conjunto para la Defensa de los Detenidos Islamistas (CCDDI), y Abdelá Hamzaoui, vecino del barrio y activista salafista. Ambos prefieren hablar al margen de la organización de defensa de presos y presentarse como “investigadores sociológicos”.
El responsable de la Oficina Central de Investigaciones Judiciales (BCIJ, por sus siglas en francés), Abdelhak El Khayyam, ha declarado en varios medios marroquíes que “durante un cierto periodo” los yihadistas que partían a Irak y Siria provenían de las ciudades del norte de Marruecos, como Tánger, Tetuán o Martil. Sin embargo, en los últimos años, según El Khayyam, las células de supuestos terroristas detenidos (509 en los dos últimos años) provienen de todas las regiones. En los barrios de Oued Adahab y Rehma vivían varias menores pertenecientes a una supuesta célula terrorista de mujeres desmantelada en octubre.
A simple vista no hay nada que vuelva a estos barrios distintos respecto de otras zonas humildes de Marruecos. Abundan los vendedores ambulantes de frutas, hay bastantes calles sin asfaltar, casas con pequeños huertos y pocas instalaciones deportivas. La pregunta que surge es por qué ha partido desde aquí tanta gente para integrase a las filas del Estado Islámico. Chouider, representante del comité de islamistas arrestados, explica: “En estos barrios populares, que están medio abandonados por parte del Estado, hay vecinos que hacen mucho a cambio de nada, que siempre ayudan a los demás. Cuando alguien de ellos parte para Siria, detrás de él suelen ir diez”.
Entre los yihadistas que parten a Siria hay de todo. Pero la mayoría son de clase media, con dinero para pagarse el billete de aviónISSAM CHOUIDER, RESPONSABLE DE PRENSA DEL COMITÉ CONJUNTO PARA LA DEFENSA DE LOS DETENIDOS ISLAMISTAS
El activista Hamzaoui añade que muchos se fueron a luchar contra el régimen de Bachar el Asad porque no podían soportar “la sangre derramada de los niños”. “Con Siria tenemos en común no solo la lengua y la religión. Desde hace más de 20 años vemos series de televisión sirias, hay un contacto de amor y respeto. Y aquí mucha gente vio que los Gobiernos no reaccionaban a la petición de ayuda del pueblo sirio y se fueron”, añade Hamzaoui. Y Chouider remacha: “Se convencen a través de Internet. Los medios de Daesh (acrónimo de Estado Islámico, en árabe) cuentan mentiras a menudo, pero tienen una gran influencia sobre los jóvenes”.
En cuanto al perfil de los que se van, ambos aseguran que hay de todo: “Los hay de clase alta, con mucho dinero, y también muy pobres”, señala Chouider. “Pero la mayoría suelen ser de clase media. Por clase media quiero decir que tienen al menos el dinero suficiente para pagarse el viaje en avión a Turquía”.
Chouider y Hamzaoui aclaran que ellos no solo no tienen nada que ver con el Estado Islámico sino que intentan convencer a muchos jóvenes para que no caigan en las redes del ISIS. En España, sin embargo, el juez Eloy Velasco estimó en un auto el pasado enero que el Comité Conjunto para la Defensa de los Detenidos Islamistas “no es más que una organización que apoya y ayuda a los terroristas yihadistas”. Chouider esgrime que Daesh adoctrina a su gente para que cuando la policía los detenga ellos digan que los miembros del comité también pertenecen al ISIS. “Sin embargo, desde la creación de la asociación en 2011, la policía marroquí nunca ha detenido a ninguno de nuestros miembros”, señala.
No obstante, Chouider reconoce que el antiguo coordinador general de su asociación, Anas Halaoui, partió en 2013 a Siria para hacer la yihad y murió al cabo de seis meses. Sin embargo, insiste en que su organización intenta apartar a los jóvenes del camino del ISIS. “Lo hacemos de forma indirecta, porque si vamos hacia ellos diciéndoles que lo que están viendo en los medios de Daesh no existe vamos a provocar un rechazo hacia nosotros. Así que intentamos hacerlo poco a poco”.
LA BANALIZACIÓN DEL RADICALISMO
FRANCISCO PEREGIL
Para el periodista Hicham Houdaïfa, quien acaba de publicar en su editorial En toutes lettres, un libro en versión francesa y árabe titulado Extremismo religioso, el problema más grave de Marruecos es la banalización del radicalismo. Durante varios meses Houdaïfa ha recorrido junto a su compañero Mohamed Sammouni algunos de los principales barrios marroquíes exportadores de yihadistas, ha visitado las principales universidades con asignaturas de estudios islámicos.
“En el atentado que se produjo en la discoteca Reina, de Estambul, el uno de enero de 2017, murieron dos mujeres marroquíes entre las 39 víctimas mortales”, comenta Houdaïfa. Esos días, en las redes sociales del país se produjo una avalancha de insultos hacia ellas, a cara descubierta, con nombres y apellidos. Muchos ciudadanos las acusaban de prostitutas, decían que no había que rendirles el homenaje fúnebre. Ahí se vio claramente hasta qué punto se ha banalizado la radicalización en este país. Mucha de la gente que proferían esos insultos no son ni barbudos, ni adeptos a corrientes extremistas. Son, simplemente, jóvenes que transmiten una radicalización banalizada y sin complejos”.
Hicham Houdaïfa reconoce que el Estado marroquí consagra muchos esfuerzos para difundir un islam del rito malekita “del justo medio”, ajeno a la violencia. “Pero está claro que ese trabajo no es suficiente. Hay combatir el radicalismo con una verdadera reforma de la educación. Los colegios son la única muralla contra ese fenómeno. Tal vez la solución sea trabajar sobre las generaciones futuras”, concluye Houdaïfa.
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