martes, 31 de octubre de 2017

La investigación de la trama rusa golpea de lleno al entorno de Trump. 4º ESO

EL PAÍS Internacional
Amanda Mars

Paul Manafort, exjefe de campaña, y un colaborador son los primeros imputados por una docena de delitos. Un exasesor confiesa haber mentido sobre sus contactos con Rusia.



La investigación de la trama rusa, que busca esclarecer si hubo coordinación entre el equipo electoral de Donald Trump y Moscú para influir en las elecciones presidenciales, entró este lunes en el terreno de las acusaciones formales señalando a quien fuera uno de los hombres fuertes de Trump, Paul Manafort. El exdirector de campaña se entregó al FBI junto a un socio suyo, Rick Gates, para responder por una docena de delitos que incluyen la conspiración contra Estados Unidos (por ocultar sus actividades y sus ingresos) y el lavado de dinero. Ahora se encuentran bajo arresto domiciliario. Los cargos no se refieren a la campaña electoral, sino que se centran en la asesoría a un político ucraniano afín a Putin. En cambio, la confesión de otro asesor de Trump, George Papadopoulos, sí abona las sospechas de connivencia: admitió contactos con una persona cercana al Kremlin que le prometía trapos sucios sobre Hillary Clinton y se declaró culpable de haber mentido al respecto.
Un jurado indagatorio aprobó la acusación por los presuntos delitos contra Manafort y su socio el viernes, en el marco de la macroinvestigación que desde el pasado mes de mayo dirige un fiscal especial, Robert Mueller. Las pesquisas de Mueller no se centran en si Moscú quiso interferir en las elecciones estadounidenses —algo que las agencias de inteligencia de EE UU y el FBI ya dan por probado— ni en si esta presunta operación rusa tuvo algún efecto en los resultados electorales —materia de debate para politólogos y sociólogos—, sino si entre el Kremlin y la campaña de Trump hubo algún tipo de colaboración para favorecer la derrota de la demócrata Clinton.
Los contactos poco claros entre personas del círculo del hoy presidente de EE UU y funcionarios y otros personajes del entorno de Moscú han alimentado las sospechas y multiplicado las líneas de investigación, pero hasta este lunes no se había producido ninguna imputación formal.
Según el documento de la acusación, entre al menos 2006 y 2015, el abogado Manafort, un conocido lobista en Washington, estuvo actuando junto a su socio como agente del Gobierno de Ucrania y del partido de Victor Yanukovych sin haberlo registrado legalmente. Esta actividad, irregular, le generó decenas de millones de dólares que ocultó a las autoridades a través de un entramado de cuentas y sociedades. En concreto, más de 75 millones se desviaron a cuentas opacas en el extranjero y Manafort blanqueó hasta 18 para comprar una casa y otros bienes y servicios. Los presuntos delitos que se le achacan engloban la conspiración contra EE UU, falso testimonio, lavado de dinero, entre otros. Ambos se declararon no culpables en su comparecencia ante el juez esta tarde, pero quedan bajo arresto domiciliario. Las fianzas se han fijado en 12 millones para Manafort y cinco para Gates.
La actuación descrita comenzó una década antes de la campaña estadounidense y no está relacionada con la labor de asesoría de Manafort a Donald Trump, pero es un problema grave para el presidente, ya que sitúa a una pieza clave de su equipo electoral en el centro de múltiples delitos relacionados con una persona afín a Vladímir Putin, convirtiéndole en alguien vulnerable a presiones o chantajes. Las sospechas sobre sus vínculos con Moscú fueron precisamente lo que le llevó a renunciar a su cargo de jefe de campaña del republicano en agosto de 2016, tres meses antes de las elecciones.
Trump se revolvió este lunes contra la imputación a través de su cuenta de Twitter. “Perdón, pero esto fue hace años, antes de que Manafort formase parte de la campaña de Trump. ¿Por qué no están ‘Hillary la corrupta’ y los demócratas en el foco?”, escribió en un mensaje, para continuar con uno en el que reivindicaba “Además, ¡No hay conspiración [entre la campaña y Rusia]!”.
Pero lo amplio de los cargos apunta a que la investigación del fiscal especial Mueller va para largo y que las cosas se pueden complicar más para el presidente, no solo porque el problema de la sombra rusa sobre su presidencia se prolonga, sino porque puede dar lugar a otras acusaciones que sí le afecten de forma más directa.

"Tienen trapos sucios sobre Clinton"

Al tiempo que publicaba estas palabras, se conocía que otro asesor de Trump, George Papadopoulos, se había declarado culpable de mentir sobre los lazos de esa campaña con Rusia y haber entorpecido la investigación del FBI. "A través de sus falsas declaraciones y omisiones, el acusado Papadopoulos impidió la investigación en curso del FBI sobre la existencia de vínculos o coordinación entre individuos asociados con la campaña y los esfuerzos del gobierno ruso para interferir con las elecciones presidenciales de 2016", subrayó la inculpación firmada por Mueller.
Papadopoulos mintió sobre una conversación que mantuvo en abril de 2016 con un profesor ruso con conexiones con el Kremlin que le había prometido "miles de correos electrónicos" con información comprometedora sobre Hillary Clinton que la podrían perjudicar en medio de la campaña electoral. "Tienen trapos sucios sobre ella", le dijo dicho profesor, cuya identidad no ha sido revelada, según el documento.
El asesor fue detenido el pasado julio sin que transcendiera y, desde entonces, ha estado colaborando con la investigación. También en julio fue cuando los investigadores se presentaron por sorpresa en la casa de Paul Manafort para un registro. La declaración publicada este lunes muestra que ese profesor presentó a Papadopoulos a una mujer que se decía cercana pariente de Putin y que el asesor de Trump trató en varias ocasiones de organizar un encuentro entre funcionarios rusos y la campaña del republicano. La documentación también deja claro que otros colaboradores de la campaña conocían estos esfuerzos, ya que uno no identificado informó a Papadopoulos de que Trump no viajaría a Moscú.
Los contactos de este asesor con alguien vinculado al Kremlin que le promete información perjudicial sobre la candidata demócrata guarda enormes similitudes con otro encuentro bajo sospecha, el que Paul Manafort, el hijo mayor del Trump —también llamado Donald— y su yerno, Jared Kushner, mantuvieron el 9 de junio de 2016 con una abogada rusa que prometía también datos jugosos contra Clinton. Un correo enviado por un intermediario al primogénito de Trump señalaba: “Es un nivel de información muy alto y sensible, pero es parte del apoyo de Rusia y su Gobierno a Trump”, a lo que Donald hijo respondía: "Si es lo que dices, me encanta".
Pinchando en el enlace se ve el reportaje.

LA CASA BLANCA: “ESTO NO TIENE QUE VER CON TRUMP"

Las dos primeras imputaciones y la confesión hechas públicas este lunes suponen una bomba en el marco de la investigación de la trama rusa, pero la Casa Blanca se agarró a la idea de que las acusaciones contra Paul Manafort y su socio solo guardan relación con actividades previas a su implicación en la campaña y a que el delito del asesor George Papadopoulos es haber mentido, pero no sus contactos con personas cercanas a Moscú.
“Esto no tiene nada que ver con el presidente”, dijo la portavoz de la Administración, Sarah Huckabee Sanders, quien apuntó a que contactos o reuniones como las que Trump hijo mantuvo el verano de 2016 son habituales en las campañas electorales. Además, señaló que Papadopulos era un "voluntario" y que tuvo un papel "extremadamente limitado" en la campaña de Trump. "Pidió hacer cosas y se le echó atrás o directamente no se le respondió en modo alguno", sostuvo Sanders. "Cualquier acción que adoptara fue en nombre propio", añadió.
Distinto es, advirtió Sanders, “pagar por crear informaciones falsas” contra un rival, que es de lo que Trump acusa a Clinton. Según publicó The Washington Post, la campaña de Hillary Clinton y el Comité Nacional Demócrata (DNC) ayudaron a financiar una investigación sobre los posibles vínculos de Trump con Moscú que dio lugar a un informe explosivo no verificado. La firma contratada fue Fusion GPS, ubicada en Washington, que le encargó el asunto a un exespía británico.

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