sábado, 29 de febrero de 2020

Germana de Foix: sexo, mentiras, y un collar de 133 perlas-. 2ºESO

LA RAZÓN HISTORIA
Alejandra Tahoces

Pocas reinas en nuestro país han levantado tantas pasiones como la que fuera la última reina de Aragón.


Germana de Foix

Valencia 15 de octubre de 1536: en el palacio de Liria de la capital levantina muere, a los 48 años de edad y víctima de una hidropesía, la que fuera la última Reina de Aragón y Virreina de Valencia: Germana de Foix.

En su testamento deja varios legados, entre ellos uno muy enigmático: “Ittem, llegamos(legamos) y dexamos(dejamos) aquel hilo de perlas gruessas de nuestra persona, que es el mejor que tenemos, en el qual ay (hay) ciento y treynta y tres perlas, a la Serenissima doña Ysabel, Ynfanta de Castilla, hija de la Maj.del Emperador, mi señor e hijo, y esto por el sobrado amor que tenemos a su alteza”

De Isabel de Castilla poco o nada se sabía hasta ese momento. De Germana conocemos bien su historia. Sobrina del rey Luis XII de Francia, llegó a nuestro país en 1505 con tan solo 19 años y un único cometido: dar un heredero al Rey Fernando el Católico, a la sazón viudo desde hacía escasamente un año de la reina Isabel. Tras fallecer su esposa, Fernando se vio obligado a hacer frente a varias amenazas, por una parte la presión de Francia sobre los territorios de Nápoles y Sicilia y por otra la que representaba su yerno, Felipe el Hermoso (marido de su hija y heredera del Reino, la apodada como “Juana la Loca”)

Con el fin de evitar estos riesgos Fernando firma el Tratado de Blois el 12 de octubre de 1505, por el cual sella la paz en Nápoles y cierra una alianza por vía matrimonial con el rey de Francia. Se casa así con su sobrina, Germana de Foix, consiguiendo de esta manera no solo la paz y el apoyo del rey francés sino también, y no menos importante, una joven en edad fértil.
Germana tiene en ese momento 19 años, Fernando, viudo reciente, 54. El rey católico supuestamente habría prometido a Isabel no volver a casarse ¿Hombre de poca palabra?
Lo cierto es que las intrigas políticas se impusieron. Fernando dejó claro en sus capitulaciones matrimoniales los motivos de su boda con Germana (no hay lugar para el amor ni el romanticismo en una época en la que el matrimonio se considera una pieza más dentro del ajedrez diplomático ) declarando ante notario y en presencia de tres testigos lo siguiente “La boda se había llevado a cabo por motivos políticos y que los derechos sobre el trono de Nápoles, que el rey francés le reconocía mediante el Tratado y la boda, en el caso de morir él el primero, pasaría a ser patrimonio del heredero de la Corona de Aragón y no a la joven viuda”


En 1509 Germana da a luz a un niño, Juan, destinado a ser heredero de la corona de Aragón. El malogrado rey murió a las pocas horas de su nacimiento. Al parecer la frialdad manifestada en las capitulaciones se fue mitigando y Fernando no cesó en su empeño por tener un heredero que reemplazara a la legítima heredera, su hija, la desequilibrada Juana la Loca.
El rey católico es ya un hombre mayor. En 1515 sufre una hemiplejía que desfigura su rostro y mitiga sus fuerzas. Por contra a su joven esposa Germana se nos la presenta como una dama joven y bella, lejos de la gordura extrema que sufrió al final de sus días y a la que una ligera cojera no mermaba su encanto. Frívola, banal , muy amiga de fiestas y con un carácter muy alejado del imperante en la sobria y austera Castilla de la época, la realidad es que pocas reinas de España han levantado tantas pasiones como ella.
En este mundo nada es nuevo, ni en los celos ni mucho menos en el terreno sexual. Al vicecanciller de Aragón, micer Antonio Agustín se le encarcela por orden de Fernando el Católico. ¿ Su delito?: “requerir de amores a la reina Germana”
No crean tampoco que “Papuchi Iglesias”, padre a los 87 años, inventó nada. Fernando es un hombre mayor, desfigurado y con escasa potencia viril. ¿El remedio?: existía la viagra de la época. Nuestro rey católico no dudó en beber todo tipo de brebajes a base de testículos de toro y cantárida o “mosca española”, un compuesto obtenido de la pulverización de un insecto que provoca la erección espontánea y que se convirtió en el afrodisíaco de referencia hasta el siglo XVII, cuando cayó en desuso al comprobarse el alto número de envenenamientos mortales que producía. Fernando, en su afán por conseguir un heredero y “cumplir” con la joven y bella Germana, no vaciló a la hora de abusar de estos brebajes. Tanto que algunos cronistas apuntan a que fue un exceso de esta bebida lo que desencadenó la hemorragia cerebral que finalmente lo llevó a la tumba en 1516.
La joven viuda decide aislarse de la vida pública y se retira en el monasterio de Guadalupe. Su posición en la corte es difícil. Carlos V llega a España un año después del fallecimiento de su abuelo, Fernando el Católico. Nacido en Gante en 1500 era un extraño en su nuevo reino y no hablaba castellano. Tenía tan solo 17 años, escasa experiencia de poder y nulo conocimiento de Castilla. Germana en su retiro ve con clara intuición política que su futuro pasa únicamente por lograr la amistad y la confianza del Emperador.
Se conocieron en Valladolid. Germana tenía entonces tan solo 29, su nieto 17 años. Hablaban una lengua común: el francés. Carlos vio en su abuelastra un apoyo, una confidente. En su testamento Fernando el Católico había pedido a su nieto primogénito que además de cuidar de sus reinos lo hiciera también de su mujer: “Vos mirareis por ella y la honraréis y acataréis, para que pueda ser honrada y favorecida por vos y remediada en todas sus necesidades” “pues no le queda, después de Dios, otro remedio sino sólo vos...”
El joven Emperador se lo tomó al pie de la letra, y si me permiten el comentario, dudo que haya legados testamentarios cumplidos de manera más placentera. Carlos cayó rendido ante los encantos de la joven y bella esposa de su abuelo. Entre los dos surgió un amor tan ardiente como ilícito que era preciso esconder. A tal fin un joven soberano enamorado mandó construir un puente de madera que uniera su palacio con la casona de Germana, estando ambas fronteras:
“... para que el Rey y su hermana pudieran ir en seco y más cubiertamente a ver a la dicha Reina... “... y también la dicha Reina iría por él al palacio del Rey... “
Añade el cronista: “Y sirvió de mucho ... y, sobre todo a los enamorados, porque más fácilmente podían ir por él a visitar a sus amados y enamorados...”
Factible suponer que estos amores fueron “vox populi” y sin embargo, los historiadores, no siempre imparciales, silenciaron las andanzas del rey hasta que una profesora valenciana, Regina Pinilla Pérez de Tudela, ya bien entrado el s. XX ,encontró en Simancas las pruebas documentales de estas relaciones, al realizar su Tesis Doctoral sobre Germana de Foix.
¿Recuerdan su testamento? ¿Ese enigmático collar de 133 perlas que heredaría una desconocida Isabel de Castilla?
No era otra que la hija bastarda del Emperador, fruto de las relaciones incestuosas con su abuelastra. Obvia decir que estos amores no por conocidos fueron bien vistos. Imaginen una Corte escandalizada y un joven Emperador obligado a tomar cartas en el asunto. Doña Germana acompañó a Carlos V hasta Barcelona, donde casó en 1519 con el marqués de Brandemburgo; siendo esta la fórmula imperial para ocultar y dar por oficiosamente terminada aquella relación.
De cara a la galería la estrategia funcionó. La realidad fue que mantuvieron sus apasionados encuentros.
Carlos V contrajo matrimonio con Isabel de Portugal en 1526. Nunca reconoció a su hija, que permaneció recluida en el convento de Nuestra Señora de Gracia, en Madrigal de las Altas Torres.
En cuanto a Germana su segundo matrimonio duró apenas 6 años. Sugiere el cronista Santa Cruz que el marqués de Brandemburgo falleció debido al ímpetu con el que llegó a ver a esposa tras un largo viaje “y con el quebranto y cansancio que había llegado no se había abstenido de llegar a la Reina con la moderación que convenía, antes se había habido muy destempladamente con el vicio de la carne”.
Germana casó por tercera y última vez con el Duque de Calabria. Murió a los 48 años sin otra descendencia que la hija habida de sus relaciones con el Emperador. Sus restos se encuentran en el Monasterio de San Miguel de Valencia.
Mujer apasionada y culta no le tembló el pulso cuando, habiendo sido nombrada por su amado Carlos V Virreina de Valencia en 1523 , tuvo que hacer frente a la guerra de Germanías. Llegó a firmar 800 sentencias de muerte.
Con su testamento legó a su única hija su joya más preciada: un collar de 133 perlas. A la Historia la verdad sobre su relación con el Emperador.


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